Elecciones 2021. Mercedes González: del flechazo liberal con Alsogaray antes de casarse con José Luis Espert al día en que se tatuó el nombre del candidato
La esposa del postulante a diputado pondera tanto a Píparo como a Bregman y marca que Milei “es un muy buen candidato” con “cosas por mejorar”; familia ensamblada y su visión sobre el aborto y el feminismo
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El poco sol de la tarde que ya se va y que se filtra por un ventanal alto de la casona que aloja el búnker de Avanza Libertad en Florida, a la vera de la Panamericana, genera un ying-yang de luz y oscuridad en el rostro de María Mercedes González, “Mechi” para los suyos. Ese halo revela la cicatriz que surca su mentón desde sus 21 años por un accidente mientras le enseñaba esquí acuático a una amiga. Los destellos pegan de lleno en “José Luis”, el nombre de pila que se tatuó en la parte posterior de su cuello junto a una mariposa.
Ahora tiene 53 años, pero a los 15 vio por primera vez a Álvaro Alsogaray -el fundador de la Ucedé y uno de los mayores exponentes del liberalismo económico en el país- y lo transformó en un referente. Es que González conoció al liberalismo mucho antes que a José Luis Espert, el hombre detrás de la tinta en su cuerpo. Hace 38 años que se identifica con esas ideas y hace poco más de dos que está casada con el candidato, a quien conoció en 2011. “Guarda porque me casé con un economista, no con un político”, advierte González a LA NACION.
Pese a que se mudó a Buenos Aires a los cinco años, todavía se considera del interior -nació en Rosario, de la que extraña el pago chico, su arquitectura, sus bares y el café-. González dice que Alsogaray la sorprendió porque la ayudaba a dilucidar cosas complejas con tres o cuatro conceptos. “Lo vi y entendí todo. El tipo te explicaba, no te trataba de imponer o de llevar forzadamente a que estuvieras de acuerdo con él”, comenta sobre el dos veces candidato a presidente y exministro de Economía de Arturo Frondizi y de la dictadura de José María Guido.
Sin embargo, la idea incipiente de liberalismo se la transmitió su madre María Teresa, militante del Partido Demócrata Progresista. Influyó también su papá Don Mario, el “claramente liberal” de la casa. Recuerda haberse enojado con él porque no votó a Alsogaray en el ‘83. De su juventud, también rememora la felicidad por la vuelta de la democracia y a sus hermanos, María Fernanda, Mario y Leonardo, liberales como ella, pero no tan vehementes.
“Mi mamá priorizaba el ejercicio de elegir y la contraprestación, que es la responsabilidad: ‘lo elegiste vos’. Fui una niña y una adolescente libre total. Ella no sabía nadar y mis deportes favoritos siempre estuvieron relacionados al agua. Le tenía pánico a los perros y yo, loca de los animales. No me transmitió esos miedos. Qué bárbaro cómo alguien puede hacerte tan libre. Mi papá acompañaba, lo hace hasta el día de hoy. La frase de mi papá es: ‘hija, vos sabrás’”, cuenta a LA NACION esta mujer fanática de las ranas, que cuando era niña las sacaba con un colador de las zanjas para meterlas en baldes, ver cómo crecían y llevarlas a pasear.
“En casa siempre se respiró política y diversidad”, asegura González, quien no concibe que familias y amistades se dividan por ideología y asienta esa declaración cuando destaca a las mujeres que ahora le gustan.
Píparo, Milei y Bregman
A la hora de evaluar la figura de los candidatos para las elecciones del próximo domingo, González elige. Una es Carolina Píparo, que secunda a Espert en la fórmula por la provincia de Buenos Aires y que se unió a los liberales para estos comicios. González cree que fue “una picardía” de Pro mostrar a Píparo como una mujer sufriente por la muerte de su bebé, luego del violento asalto que sufrió en 2010 cuando estaba embarazada. “Tuvo momentos durísimos en su vida, pero no hace alarde de eso. Es súper inteligente, ha sido la revelación como mujer política”, expresa.
Su segunda elección es la izquierdista Myriam Bregman, en las antípodas de Espert. “Me parece muy piola, fueron muy razonables muchas cosas que ha dicho. Sacá la ideología. Me parece que tiene argumentos para defender lo que ella cree”, considera González sobre la candidata de la izquierda en la Ciudad, que hace tándem con Nicolás del Caño en la Provincia y que en el último debate tensó la cuerda con Javier Milei, el postulante que pretende ubicar a Libertad Avanza como segunda opción más elegida entre los porteños.
A Milei -presente en su Instagram con imágenes de la cotidianeidad-, González lo considera un “muy buen candidato” y aunque no entra en detalles, marca disidencias: “Creo que tiene muchísimo por crecer y muchísimas cosas por mejorar también. Algunas que no me gustan tanto y otras súper loables, que lo pueden llevar sin techo”.
Y pese a que no se refiere a nombres propios, plantea objeciones a la fuerza libertaria. “Hay cosas que me molestan del liberalismo, a veces que sean medio elitistas, que crean que el liberalismo es leer un pilón de libros, ir a congresos. El liberalismo no es teoría, es poder decidir en vez de que el Estado decida por vos. Es elegir, es muchísimo más práctico que teórico. El liberalismo es el futuro”, cree González, que está convencida de que “hoy sos rebelde siendo liberal” porque son estas “las ideas demonizadas en este tiempo”.
González plantea dos ejemplos sobre lo que, ella cree, es “ser liberal” y por qué esa concepción cala entre los más jóvenes. “Una pavada: me tengo que vacunar. Si me vacuno con Sputnik no puedo viajar y yo quiero elegir. No pretendo nada raro, solo que me dejen elegir qué vacuna me quiero dar. ¿Está mal? Un chico quiere comprarse un teléfono: ¿por qué tiene que comprarse el que viene de Tierra del Fuego y no elegir el que quiere? Es muchísimo más práctico que teórico y los pibes se dan cuenta. Lo hacen más natural desde el momento en que con el celular tienen un mundo a sus pies. Hoy googlean y saben lo que quieren. El liberalismo es el futuro”.
De la primera cena al altar
Sus hijos de una pareja anterior -Manuel, de 19 años, y Lorenzo, de 17- también son liberales. Justo cuando quiere empezar a contar del vínculo entre ellos y su marido y de la relación que mantienen con los dos hijos de Espert, el economista irrumpe en el búnker. Antes solo había estado presente su cara en un flyer. “¡Ay! ¡Quién llegó! ¡El candidato!”, exclama González al verlo. El postulante viste una camiseta negra, saluda rápido y parte, no sin antes darle varios besos en la boca. “Así, ¿tan veloz y rapidísimo?”, le reclama ella, que lo saluda con un “chauchis”, después de intercambiarse dos “te amo”.
Se conocieron en 2011, a través de una amiga que entendió que ahí había un buen match. González, que cuando terminó la secundaria en 1985 hizo un traductorado bilingüe, un curso en Comercio Exterior del Banco de Boston y la carrera de Administración y Finanzas, ya lo tenía a Espert de sus columnas en Ámbito y le gustaba porque objetaba al expresidente Carlos Menem en los 90 cuando, según dice, “nadie se atrevía a criticar”. Mientras mueve sus dedos revela que su primer empleo fue como profesora de dactilografía.
Antes de él ordenar pastas y ella cordero en Novecento, de Martínez, Espert la llamó para pedirle que se comunique con el local porque estaba 15 minutos retrasado. “No encuentro el peluquín”, le dijo. “Menos mal, porque yo no encuentro mi dentadura postiza”, le respondió ella. Nunca más se separaron. “Me pareció dulce y bien arraigado a la vida, como una plantita que pusiste bien la tierra y no quedó aire en la maceta”, describe sobre ese primer encuentro en el que hablaron de sus padres y de la crianza del candidato en la ciudad bonaerense de Pergamino.
Un par de años después ella se lo tatuó, repentinamente, mientras recorrían la galería Bond Street. “Yo acá me hice un tatuaje de joven”, le comentó esa vez. “Y si te harías otro, ¿qué te tatuarías?”, le preguntó él. “Tu nombre”, fue la respuesta y su acción posterior. “Fui y me tatué, re loca. A él le encantó. Todos me miran y, qué sé yo, en la vida uno se la tiene que jugar. A veces me dice que no le digo tanto ‘te amo’ como él a mí y le respondo ‘pero la que te tiene tatuada soy yo’. Así que chito la boca”.
Decidieron casarse, pero a la fiesta la pospusieron varias veces. El primer retraso fue por la muerte de su madre, que luchó cuatro años contra el cáncer, el único momento de la charla con LA NACION en el que habla y le tiembla la voz. “Fue un tiempo devastador, te pone en juego con tu fe, con todo -relata González, que es agnóstica-. Después comprendés que uno pasa por esta vida y no elige cómo irse, no hay que enojarse. La muerte está en el menú y todos nos vamos a ir de alguna forma. Me acercó a ser valiente”. Luego falleció su suegro y el casamiento terminó por ser el día de los enamorados, un 14 de febrero de 2019.
Candidata o primera dama, feminismo y aborto
Mientras la familia está atravesada por la campaña de Espert, que promueve ideas polémicas en materia de seguridad o una reforma para bajar los costos laborales, limitar el derecho a huelga o reducir el empleo estatal, González admite: “Todo es un desafío a esta altura de la vida, esta exposición pública… No lo digo fastidiada ni mucho menos, pero es un cambio. Fue algo absolutamente inesperado, él decía ‘yo en política jamás, no estoy diseñado para eso’. Pero nunca digas ‘de esta agua no he de beber’. Las circunstancias llevaron a que se encontrara con esta posibilidad y está bien. La gente ha tocado fondo, a mí me llena de tristeza que la gente deposite una fe litúrgica, es fuerte”.
Los comentarios sin medias tintas de su marido cayeron como dardos en varios tramos de la campaña, como por ejemplo ayer, cuando propuso para atacar la inseguridad bajar la edad de imputabilidad y transformar “a un par de delincuentes en un queso gruyere”, en referencia con “agujerear” a algunos criminales para que los demás tengan miedo y así eviten cometer ilícitos.
Ella, no obstante, pondera sus formas. “Te lo dice y no tiene segundos mensajes. Para bien y para mal. Por ahí no le cae bien a todo el mundo, puede ser, pero es así: una sola cara”, comenta sobre Espert y hasta tarda varios segundos en encontrarle algo que le recomendaría cambiar. “Tal vez mostrar su lado B”, dice y define a ese “lado B” como un candidato despojado, que se entrega al humor.
Ser la esposa de un postulante criticado por sus posiciones al respecto de las políticas de género y del feminismo no la hace incomodar cuando tiene que hablar de temas con los que él causó polémica. Por ejemplo, en 2019, cuando era candidato a presidente, Espert pidió terminar con los “privilegios de las mujeres”.
Por su parte, González asegura que nunca vivió una situación de desigualdad por el solo hecho de ser mujer, pero opina sobre el feminismo: “Es algo natural, es una ola que viene y llega. Es el avance de los tiempos y está bien en cuanto a poner un poco más de equidad en ciertas cuestiones que existen hoy en día, que persisten desigualdades. Todavía las mujeres tenemos cosas que resolver, no estoy de acuerdo en que sean por la fuerza. Mientras no sea de manera violenta, no se violente una fachada, una calle o no se moleste a otro, está bien llamar la atención”.
Tampoco titubea al ser consultada por la ley de aborto legal. “Si le puede costar la vida a una persona realizar una práctica insegura, por qué no hacerlo como se debe, si la decisión la va a llevar a cabo igual. A esa persona no la condeno, ni la premio, simplemente trato de entenderla. No permitirle abortar de una manera segura sería condenarla. Cada mujer sabe por qué llega a esa determinación, que no debe ser nada fácil”, dice Gonzalez. Su marido se mostró en disconformidad con los proyectos presentados por Mauricio Macri y por Alberto Fernández -finalmente sancionado- al creer que la intención era correr el foco de la atención sobre los problemas reales, aunque como posición personal también estuvo a favor.
Sí se sorprende González ante la pregunta de LA NACION sobre la expresión de su esposo de ir contra la ideología de género. “Hay que separar los tantos. Estoy de acuerdo con que en el colegio se los instruya a los chicos sobre sexualidad. La otra parte más controversial es la que ideologiza, en ese contenido creo que José Luis pone la lupa. Siempre es lo mismo: tener la información y esperar a que la persona independientemente del género esté en condiciones de tomar una decisión en base a su madurez. Que le quieran imponer lo que sea -partido político o ideología de género- no está bien”, explica González, en una postura similar a la de Espert, que en 2019 planteó “Educación Sexual Integral (ESI) sí, ideología de género no”.
-¿Te imaginás como candidata?
-Me agarrás en falsa escuadra, no sé. Hoy sumo más haciendo mi trabajo de sostén de familia y de compañera, me gusta más definirme como alguien que está acompañando al candidato y haciendo las cosas para que él pueda dar lo mejor de sí.
-¿Y como primera dama?
-Sí y no. Sí porque soy consciente de la responsabilidad y de la exposición. No porque sé que falta muchísimo, soy realista, pero lo importante siempre es estar preparado. Todo puede pasarnos. Es como hacerte los controles preventivos de cáncer de mama, ¿por qué a mí no me va a tocar?
Abocada ahora a las plantas -con el legado de robar gajos con su abuela para ver si prendían y con la posibilidad de dar detalles precisos de cómo cultivar una flor de loto-, González reflexiona: “La naturaleza tiene esas cosas maravillosas que tenés que confiar, que creer. Aunque no las veas, están. Pasa en la vida también, hay mucho para aprender de las plantas”.
Volver al barro. Eso hace y eso le pide al liberalismo. “Hay que meterse en el barro, el barro salpica, el barro ensucia y es el costo que hay que pagar. Pero si te quedás en tu cajita de cristal nunca vas a cambiar nada. Hay que tener un poco más de coraje, un poco más de sensibilidad y de arrojo. Pero hay grandes liberales, que están ahí”, cierra.
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