Elecciones 2021: diez grageas de unas PASO inolvidables
En su primera aparición electoral, Javier Milei sacó doscientos mil votos; Facundo Manes, un millón doscientos mil. Que muchos hayan visto al primero como principal novedad tiene una causa: el porteñocentrismo de los medios de comunicación. Inmune a la grieta, la hegemonía no es ideológica sino geográfica. Hay que pensar más con el cerebro y menos con el Obelisco.
El fraude, el voto cadena y la omnipotencia electoral de La Matanza también son mitos burgueses que no superan el test de la realidad. Con la denostada boleta sábana y todos los barones del conurbano menos uno, el kirchnerismo perdió cinco de las últimas siete elecciones en la provincia de Buenos Aires. Señores antiperonistas, dejen de sufrir. Bendiciones.
El Gobierno sale de la jornada con sus líderes chamuscados y sus desequilibrios potenciados. El “gobierno de los gobernadores” tiene un solo ministro que responde a un jefe provincial y, en cambio, cuatro exintendentes bonaerenses. Es improbable que el tucumano Juan Manzur, el más poderoso del puñado de caudillos que quedaron a flote, desista de reclamar el protagonismo que el AMBA le había robado.
En la oposición, Mauricio Macri perdió sus apuestas en Córdoba y Santa Fe mientras Horacio Rodríguez Larreta ganó las suyas en ambas Buenos Aires. La tradición del no peronismo, que siembra jefes de gobierno para cosechar candidatos presidenciales, se fortalece en cada elección desde hace 25 años.
El resurgimiento radical camina en dos patas: la zona metropolitana y el interior. En la primera, la emergencia de Manes y de Martín Tetaz completa un trío con Martín Lousteau. En el interior, nuevos liderazgos en Córdoba (Rodrigo De Loredo) y Santa Fe (Carolina Losada, Dionisio Scarpín y Maxi Pullaro) potencian a los bastiones de Mendoza, Corrientes y Jujuy. Alfonsín habría disfrutado este reverdecer.
La izquierda anticapitalista se ganó una mención en el más tradicional de los medios burgueses. Si sus listas repitieran esta elección en noviembre obtendrían cuatro diputados, uno más que su récord histórico. Probablemente no baste para hacer la revolución, pero sí para evitar que la derecha monopolice la rebeldía. Irónicamente, el fortalecimiento de la izquierda consolida un mercado de ideas más competitivo.
La provincia de Buenos Aires es un infierno para sus habitantes y ahora, también, para su gobernador. Axel Kicillof esperaba conquistar la mayoría del senado bonaerense, donde Juntos mantiene una supremacía de 26 a 20, pero con estos resultados no lo lograría. La sección clave es la séptima, la de Olavarría, donde al Frente de Todos le siguen faltando el 3% de los votos y 400 vacunas.
A nivel nacional, el bifrentismo sigue siendo la norma. Aún en elecciones primarias que no definen cargos ejecutivos, las dos alianzas principales se repartieron el 70% de los votos. Para comparación, recuérdese que en Perú los dos candidatos presidenciales más votados sumaron el 32%. En la Argentina siempre hay lugar para terceros en el baúl de las candidaturas testimoniales.
Los antiperonistas de piel blanda y llanto fácil, que temían una mayoría venezolana en la Cámara de Diputados, se encontraron con el escenario opuesto: el kirchnerismo perdería su mayoría en el senado si septiembre se revalida en noviembre. El gobierno fue derrotado en seis de las ocho provincias que eligen senadores. La democracia argentina es más equilibrada que sus críticos.
Finalmente, podría estar asomando un nuevo consenso fiscal. Las últimas semanas presenciaron un debate entre el gobierno y la oposición que se reducía a una condena cruzada: “endeudador eres tú”. Que se acusen mutuamente constituye un juicio tácito y consensual: mucha deuda es mala. Y si la deuda viene del déficit, quizás estemos llegando al momento en que la economía argentina se pone a la altura de su democracia para que juntos podamos comer, curar y educar. A Alfonsín también le gustaría esto.
El autor es politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa.
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