Elecciones 2019: el peronismo huele poder y ya empezó la guerra por el liderazgo
Juan Schiaretti plantó bandera. El poder en apariencia inmenso que acumuló el domingo 12, al barrer a su oposición en Córdoba, se le escurre desde que el sábado Cristina Kirchner anunció una fórmula presidencial con Alberto Fernández a la cabeza y ella como vice.
Se le agotó el tiempo para reflexionar. Ni siquiera pudo esperar a la reunión de sus aliados de Alternativa Federal para anunciar su rechazo de plano a negociar la unidad con el kirchnerismo. Garantizó que el sector que integra tendrá fórmula propia y que será "una tercera vía" en las elecciones. Ni con Alberto Fernández ni con Mauricio Macri , tal es su veredicto.
Es una definición central en medio del terremoto en el tablero político. Pero insuficiente: lejos está de sintetizar la postura de Alternativa Federal, el experimento de peronismo moderado que el cordobés fundó el año pasado junto con Sergio Massa , Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto . Un bloque que nunca consiguió transmitir la ambición de poder requerida para lanzarse a la conquista del peronismo. Y que hoy está en riesgo de derrumbe.
El mensaje urgente tuvo dos destinatarios principales. Por un lado, Massa, que recuperó el sábado una centralidad de la que no disfrutaba desde hacía años. Por otro, Roberto Lavagna , que cortó de raíz las dudas sobre si es o no candidato que exasperaban a sus potenciales socios.
La disputa estratégica Massa-Lavagna explica el estancamiento de Alternativa Federal.
Massa interpretó el giro sorpresivo de Cristina como una invitación a negociar la unidad opositora. Sin ella como hipótesis presidencial, Massa cree que Alternativa debe fortalecerse como un bloque, negociar reglas de juego con el kirchnerismo y competir en unas primarias unificadas.
Se siente capaz de ganarle a Alberto Fernández. Cree incluso que Cristina se está "bajando en cuotas" y que no terminará anotada en la boleta. Su tesis consiste en que ella tiene el único objetivo de impedir otro turno de Macri en el gobierno y que saldrá de escena si eso permite aglutinar a toda la oposición.
A Massa, Schiaretti le marcó la cancha antes de la reunión que tendrá en las próximas horas el grupo alternativo. Él no está dispuesto a sumarse a la peregrinación de gobernadores que se inició el sábado hacia un kirchnerismo con piel de cordero. "Sergio tiene que decidir si es candidato con nosotros o si salta al kirchnerismo", traduce una fuente peronista alineada con el pensamiento del jefe cordobesista. Le mandó también un guiño, al descartar un pacto con el gobierno de Macri, un temor recurrente de Massa, cuya campaña se ordenó a partir de trazar un perfil de opositor duro.
El otro destinatario del mensaje de Schiaretti es Lavagna, con quien habló durante el fin de semana. El economista descarta negociar con el kirchnerismo y se resistió -tal vez demasiado tiempo- a integrarse oficialmente a Alternativa Federal. Una causa principal es la sospecha de que, a impulso de su exreferente Massa, quieran empujarlo hacia el terreno de Cristina.
Al cerrarle la puerta a Fernández, Schiaretti se la abre a Lavagna, a quien sumará a la cumbre de los alternativos. El economista recogió el guante de inmediato al decir al fin las cuatro palabras que se negaba a pronunciar en público: "Soy candidato a presidente".
Esa reunión será la prueba de fuego del liderazgo nacional de Schiaretti. Tiene alineados a Pichetto y a Urtubey. Pero será un fracaso si no consigue convencer a Massa de que no hay puente posible hacia el kirchnerismo.
En lo que coinciden unos y otros es en la urgencia. Algo concreto deben anunciar esta semana.
El gran problema que agobia a todos es decidir a ciegas. A falta de una convicción de hierro, en el peronismo las encuestas se convierten en ley. Alberto Fernández juega con el supuesto de que carga en sus espaldas los 30/35 puntos de Cristina, aunque nadie sabe si el traslado será lineal. Massa, de hecho, cree que de competir en las mismas PASO muchos potenciales votantes de la expresidenta lo elegirán a él antes que a Fernández. Y por eso, alega, no tiene sentido cerrarse a esa posibilidad de crecimiento.
Schiaretti, en cambio, opina que se debe abrir una ventanilla electoral amplia que pueda captar votos no solo peronistas. Eso lo acerca a la visión de Lavagna, aliado de los socialistas, de los radicales díscolos y del GEN de Margarita Stolbizer. Y supone que, al debilitar el kirchnerismo su oferta con el paso hacia abajo de Cristina, las acciones de Alternativa Federal crecen. Propone que compitan entre sí todos los candidatos del sector, que sumen volumen en las PASO y lleguen fortalecidos a la primera vuelta. Eso lo aleja de Lavagna y su clamor por una candidatura de consenso. Alguien tendrá que ceder.
Estamos, al fin y al cabo, en una guerra de expectativas. Alberto Fernández ganó las primeras batallas al acaparar apoyos de gobernadores que se suponían ligados al peronismo federal y al cristalizar el conflicto entre Massa y sus aliados. La reacción de Schiaretti busca parar esa sangría.
Los movimientos evidencian una consecuencia directa del lanzamiento kirchnerista: con Cristina en segundo plano, el peronismo empezó de verdad a oler poder. La guerra está abierta. Se acabó el tiempo de la timidez.
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