El “voto silencioso” que decidirá nuestro destino
Millones de ciudadanos han rechazado la opción de responder las encuestas y cargan con el secreto íntimo de una decisión que puede cambiar drásticamente la Argentina
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Como teníamos plena conciencia de que estábamos en las vísperas, alguien puso en el chat “este sábado no hablemos de política” y todos aceptamos sin dudar. Cuando llegamos a los postres y el vino comenzó a soltar las lenguas hubo, no obstante, algunos amagos y risas. Pero la cosa no pasó a mayores. Nos despedimos, y uno de mis amigos mandó luego un mensaje al grupo: “Somos la mesa del voto escondido”. No pude con mi genio y respondí: “Somos entonces los que vamos a decidir la elección”.
Alguien agregó una arenga epigráfica y voluntarista para sacar a la patria del pantano. Vastos sectores silenciosos, que hoy están votando en las escuelas, se encontraban representados efectivamente en esa pequeña reunión sabatina. La polarización universal que trajeron las redes sociales, la grieta argenta que promovió el kirchnerismo y el estilo insultante de los mileístas persuade a muchos ciudadanos de cerrar la boca para no recibir una reprimenda, experimentar un disgusto, dejar de ser seguido o directamente sufrir una cancelación.
Es ese inédito mutismo el que le ha metido un suspenso irrespirable a esta elección general. Millones de ciudadanos han rechazado la chance de responder encuestas y cargan con el secreto íntimo de su decisión. En un país donde todos fracasaron, y quien todavía no lo hizo exhibe flancos escandalosos e indefendibles, nadie quiere mostrar su decisión y hacerse cargo.
Muchos de esos argentinos “silenciosos” dedicaron el fin de semana a invadir los supermercados, llenar los changuitos de mercaderías a un alto precio, pero aun así muy barato en comparación con el que surgiría de los probables movimientos sísmicos del “día después”, y ya en Modo Bunker, como dice Guillermo Oliveto, se disponen esta noche a seguir desde sus casas los resultados más inquietantes de los últimos tiempos, semblanteando rostros y tratando de anticipar qué les deparará el futuro. No los ha registrado el radar durante estos meses de supuesto “empate técnico”, nadie ha podido descifrar qué piensan en realidad, pero son ellos los que inclinarán la balanza, los que provocarán la gran sorpresa, los que labrarán el destino. Serrat les dedicó alguna vez unos versos: “Anónimos y desterrados, en el ruidoso tumulto callejero, con los vientos en contra va el ciudadano, los bolsillos temblando y el alma en cueros”.
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