El viaje de Javier Milei a Israel: el interés nacional debe prevalecer sobre las simpatías personales
En un régimen democrático, las decisiones de política exterior responden a las prioridades superiores del país; las definiciones no se pueden basar en las afinidades religiosas de los gobernantes
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El diabólico asesinato del primer ministro de Israel Itzak Rabin. el 4 de noviembre de 1995, a manos de un ultranacionalista israelí, representó un freno al trabajoso proceso de paz auspiciado por los Estados Unidos y otros países.
La interrupción abrupta del proceso de paz dio lugar al recrudecimiento del terrorismo palestino, cuyas últimas manifestaciones incluyeron la horrible masacre perpetrada contra la población civil israelí el 27 de octubre de 2023 y la subsiguiente captura de rehenes, parte de los cuales aún se encuentran secuestrados a manos del grupo Hamas.
La duración e intensidad de la reacción militar dispuesta por el gobierno de Benjamin Netaniahu ha excedido los límites de toda razonabilidad. Hace más de tres meses que el incesante bombardeo de Gaza ha provocado millares de “víctimas colaterales” inocentes. La Corte Internacional de Justicia dispuso que Israel debería evitar actos de genocidio contra la población palestina en Gaza y hacer más para ayudar a las víctimas civiles de sus ataques. Al mismo tiempo, llamó a Hamas a liberar los cautivos que aún están en su poder.
Hoy se suman las voces en todo el mundo que bogan por retomar el camino de una paz sólida y duradera. Ésta pasa por la creación de un Estado Palestino en sus propios territorios.
En un régimen democrático, las decisiones de política exterior responden a los intereses superiores del país, según son interpretados por los agentes competentes del Estado.
En el caso de la próxima visita oficial a Israel, haría bien el presidente Javier Milei en ceñir su discurso conforme a uno de los ejes de nuestra política exterior en democracia: el respeto al derecho internacional, a la Carta de las Naciones Unidas y a las resoluciones del Consejo de Seguridad, la Asamblea General y la reciente toma de posición de la Corte Internacional de Justicia.
Para la política exterior argentina es crucial el acatamiento a las resoluciones incumplidas de las Naciones Unidas. Lo es tanto respecto de las negociaciones con el Reino Unido sobre las islas Malvinas, como las referidas al pueblo palestino.
Hoy, todavía, Israel ocupa de facto porciones de territorios palestinos, incluyendo partes de Jerusalén, basada en el endeble derecho de la fuerza.
Por ese motivo, la embajada argentina, como las de la inmensa mayoría de las embajadas en Israel, evitan radicarse en territorios en disputa.
No es otro el camino que los amigos de Israel deben seguir para afianzar la paz en la región.
En este sentido, es de esperar que la canciller Diana Mondino asesore convenientemente al Jefe del Estado.
El interés nacional debe prevalecer sobre las opiniones personales o las afinidades religiosas de sus gobernantes. Estas no deberían formar parte del proceso decisorio.
El autor es diplomático y fue embajador en Israel y en la Santa Sede
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