El Vaticano confirmó que Francisco recibirá a Alberto Fernández el 31 de enero
ROMA.- El Vaticano confirmó ayer que, tal como había adelantado LA NACION, el papa Francisco recibirá en audiencia al presidente Alberto Fernández el 31 de enero próximo. Como la visita tendrá carácter oficial,
Fernández, que pisará por primera vez el Vaticano como presidente de la Argentina, será recibido con todos los honores -piquete de la guardia suiza, cortejo de gentilhombres vaticanos y toda la pompa monárquica del Vaticano- a las 11 (las 7 de la Argentina) en la Biblioteca del segundo piso del Palacio Apostólico.
Para el Papa, que en marzo cumplirá su séptimo aniversario en el trono de Pedro, será el tercer presidente compatriota que recibe en el Vaticano. Ni bien fue elegido, el 13 de marzo de 2013, recibió a la expresidenta Cristina Kirchner, quien se llevaba pésimo con el entonces arzobispo primado de Buenos Aires –considerado por el kirchnerismo su principal opositor-, pero que rápidamente entendió que era mejor cambiar de registro y tener de su lado al máximo jefe de la Iglesia católica.
Cristina fue recibida cuatro veces en el Vaticano, acompañada por nutridas y ruidosas comitivas. Su sucesor y adversario político, Mauricio Macri, concurrió dos veces y jamás logró tener sintonía con Francisco, que sin embargo conocía bien desde sus tiempos de jefe de gobierno porteño. La foto de su primer encuentro (el 28 de febrero de 2016), marcada por el rostro adusto de Jorge Bergoglio, terminó siendo el símbolo de una relación fría y distante entre el Papa y la anterior administración, que sin embargo tuvo una relación muy correcta del punto de vista protocolar.
¿Qué pasará con Fernández, quien ya fue recibido por Francisco en agosto de 2018, cuando acompañó a dirigentes que promovían la liberación del expresidente de Brasil, Inacio Lula Da Silva? El contexto es distinto. Pasaron casi siete años de la elección de Jorge Bergoglio, que más de una vez confesó haberse sentido "usado" por compatriotas que lo visitaron y que si en los primeros años de papado se descuidó en este capítulo, en los últimos años pasó a poner límites, dejando de recibir a personalidades políticas en tiempos electorales, para exorcizar inevitables manipulaciones, relatos y operaciones para llevar agua al molino de uno u otro campo político.
Dos frentes abiertos
En el Vaticano saben que Fernández, que tendrá agenda abierta, deberá hacer equilibrio entre dos frentes: por el lado el de la situación social y económica del país y de la región, en el que comparten diagnósticos –como dejaron en claro los obispos argentinos-; por otro, el de la despenalización del aborto, tema reflotado por el Presidente, que los divide en forma dramática. En este aspecto, si bien el Papa, como es habitual, escuchará razones, también dejará en claro su posición y su rotundo rechazo al aborto legal y libre.
La difícil situación social y económica del país, donde un 40% de la población es pobre, será otro tema. En este aspecto se descuentan coincidencias. En el Vaticano, en efecto, no pasó desapercibido que en su discurso de asunción Fernández utilizó varias expresiones y conceptos papales. "Los marginados y excluidos de nuestra patria, los afectados por la cultura del descarte no sólo necesitan que les demos con premura un pedazo de pan al pie de nuestra mesa, necesitan ser parte y ser comensales en la misma mesa, de la mesa grande de una nación que tiene que ser nuestra casa común", dijo en un tramo el Presidente. En esa sola frase utilizó las expresiones "cultura del descarte" y "casa común", dos ideas clave del Papa.
Se hablará seguramente de la inmensa deuda a pagar con el FMI, de la inflación en las estrellas y demás problemáticas económicas, en la que debe ponerse al centro el hombre y su dignidad y no el dinero, recordará Francisco. Y de la necesidad de superar la tan mentada grieta que divide a los argentinos, a través del diálogo y el consenso. También estará sobre la mesa la crítica situación regional –con Chile, Bolivia y Venezuela aún al rojo vivo-, así como la internacional, a todas luces alarmante y cada vez más parecida a esa "tercera Guerra Mundial en pedazos" de la que suele hablar el Papa.
Instaurarán, así, un primer contacto cara cara que, más allá de las personalidades cercanas a Francisco del entorno del Presidente –entre las cuales su jefe de asesores, Juan Manuel Olmos, bautizado por Bergoglio-, le dará el puntapié inicial a una relación nueva, que a nivel formal deberá mantener encauzada Luis Eugenio Bellando.
Este diplomático de carrera –tal como había pedido el Papa-, fue designado por el Gobierno como embajador argentino ante la Santa Sede. Ya fue pedido el plácet, que se descuenta que el Vaticano dará rápidamente. Bellando sucederá a otro embajador de carrera de gran experiencia y exalumno de Bergoglio, Rogelio Pfirter, quien dejó en el Vaticano "una vara muy alta", según dijeron a LA NACION.
Visto que ninguno de sus predecesores logró que el Papa viaje a la Argentina, una asignatura más que pendiente, en el Vaticano creen que la visita de Fernández, que volverá a formalizar una invitación, podría desbloquear las cosas.
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