El truco ilusionista de Massa para frenar a Milei
El libertario quedó en el centro de la escena tras las PASO y le permitió al ministro invertir los roles; la crisis no sólo impactó en JxC, también arrastró a LLA; el traspaso de poder en el peronismo
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Eran las 20 del domingo y el bunker de Unión por la Patria se llenó de algarabía. Los números oficiales confirmaban la tendencia de las mesas testigo y con el 61% de las mesas escrutadas le daban a Sergio Massa el 35% de los votos, contra el 31% de Javier Milei y el 23% de Patricia Bullrich. “Nosotros vamos a estirarnos un par de puntos más y La Libertad Avanza va a quedar en 30%”, anticipó con precisión uno de los responsables del conteo. Allí se decidió anticipar la difusión de datos. Quedaba así refrendado el giro electoral más sorpresivo desde que se instrumentaron las PASO. Del cambio radicalizado y disruptivo de agosto, al apoyo al candidato más continuista. De la revolución de la motosierra, a la épica de la moderación.
Eran las 20 del martes y en el Hotel Libertador estaba reunida la cúpula libertaria. Milei, su hermana Karina, Victoria Villarruel, Guillermo Francos, Carolina Píparo, Carlos Kikuchi, Sebastián Pareja, Martín Menem, Romina Diez, César Treffinger, Alfredo Olmedo y Bartolomé Abdala. Se acababa de conformar la mesa del balotaje para definir la estrategia de campaña a partir de ahora. En ese momento Milei pidió disculpas para correrse y atender un llamado. Al cortar, misterioso, le dijo a su hermana que se tenían que ir, y sin dar señales abandonó la reunión. Nadie sospechaba que del otro lado de la línea había estado Mauricio Macri. Casi al mismo tiempo le sonó el teléfono a Diego Santilli. “Venite a las 23 a ver al hombre”, le dijo Fernando de Andreis, quien solo le comentó que también iría Cristian Ritondo. Al igual que Luis Petri, los diputados se sorprendieron al llegar al country de Acassuso y ver a Milei, Karina, Macri y Bullrich, departiendo como si las semanas anteriores no hubieran existido. En esa cumbre, secreta hasta entonces, se empezó a reconfigurar el espacio opositor, con la ruptura de Juntos por el Cambio (JxC) y el resquebrajamiento interno de La Libertad Avanza (LLA).
Entre la noche del domingo y la noche del martes, el tablero político de la Argentina sufrió la transformación más profunda de los últimos diez años. El peronismo creyó encontrar a su nuevo líder después de una década de transición incierta y experimentos fallidos; JxC asumió públicamente que se había transformado en una coalición que había extraviado su razón de ser; y LLA empezó a exhibir todas las limitaciones propias de un fuerza en gestación, unipersonal y demasiado rupturista para su densidad política.
Esta es la imagen que dejaron las elecciones generales; pero el balotaje es otra partida. No empieza de cero porque claramente Massa arranca con ventaja, pero tampoco está definida. Las tres semanas que quedan van a ser absolutamente decisivas. Según un trabajo de la consultora Opinaia, el 47% de los votantes de Bullrich optaría por Milei (le sumaría unos 10 puntos) y el 9% por Massa (le sumaría unos 2 puntos), mientras que el resto se repartió entre voto en blanco, ausentismo o indecisos. En el caso de Juan Schiaretti, las preferencias se distribuyeron 37% por Milei (algo más de 2 puntos), 26% para Massa (algo menos de 2 puntos); y en el de Myriam Bregman 14% para Milei y 52% para Massa. Si estos datos se consolidaran en las próximas semanas, la competencia estará muy pareja. Federico Aurelio, de Aresco, refrenda esta percepción al plantear que “se parte de un escenario de mucha paridad, ahora hay un reseteo. La clave reside en cómo se distribuyen los votos de Bullrich, y en nuestra medición de esta semana se expresa más por el cambio que por la continuidad. Milei debe demostrar que los puede representar y que no los va a espantar. Los votos de Schiaretti se reparten en proporciones similares y los de Bregman van más a Massa”.
El resquebrajamiento
Si bien el melodrama de JxC acaparó toda la atención, después de la cena de Acassuso también LLA sufrió un proceso interno de fuerte convulsión. El pacto inconsulto de Milei con Bullrich-Macri no fue inocuo y generó un malestar extra al que había producido la derrota. Nadie está en condiciones de reclamar nada en una fuerza tan dependiente de su líder, pero algunos plantearon que todavía no habían terminado de hacer la autopsia del resultado electoral cuando tuvieron que empezar a evaluar qué implicaba la nueva alianza. Otros hablaron de los riesgos de un desperfilamiento y de la conveniencia de que, en el caso de perder, quedarse con todo el mérito de ser la segunda fuerza.
“Habíamos enterrado a Juntos para quedarnos con la bandera del cambio, y ahora lo estamos desenterrando”, graficó uno de los referentes. Es la primera vez que hay un debate interno sobre el rumbo de la fuerza. Pero más allá de la estrategia, hubo efectos concretos. La partida de Luis Barrionuevo fue apenas un emergente público. “Patricia en los debates dijo que yo era la casta, me afectó personalmente; creo que al menos merecía una explicación”, se justificó al momento del adiós quien hace 38 años conduce el gremio gastronómico. No era el único motivo. Sobre él cayeron parte de las críticas por los enormes problemas de fiscalización que sufrieron esta vez. Se notó el quite de colaboración peronista que tuvieron en las PASO y el operativo naufragó.
Pero el problema mayor es que su argumento fue imitado por otros referentes de la fuerza. Un grupo de legisladores bonaerenses se reunió en el Hotel Madero para firmar un documento de ruptura y amenazó con generar un conflicto con la impresión de boletas. Al menos 7 de los 15 electos están a punto de partir, y por ahora solo fueron retenidos por las gestiones desesperadas de los operadores bonaerenses. También Pablo Ansaloni, diputado nacional electo, de pasado en Cambiemos y en el kirchnerismo, transmitió su disgusto y amenazó con la mudanza. Un camaleón espantado por el cambio de color. En Entre Ríos ocurrió algo similar: 3 de los 5 legisladores electos anunciaron que como producto del acuerdo con Bullrich, se irían con Massa. “Son excusas que usan para romper, porque su idea era usar las listas para entrar y después saltar diciendo hasta acá llegamos. Siempre supimos que eran aliados temporales. Lo que pasa es que pensamos que se quedarían adentro al menos hasta el balotaje”, reconoce con franqueza uno de los referentes del espacio.
Está claro que en LLA no pensaban en una derrota así. El entusiasmo de las PASO los había llevado a evaluar la posibilidad de un triunfo en la primera vuelta; por eso la decepción fue tan profunda. Milei quedó visiblemente golpeado. Aunque buscó mostrarse entero, su última aparición en Crónica TV sembró dudas. Para algunos, su inmediata aceptación de la cena del martes demostró su soledad y su disposición a flexibilizar posiciones. Sin embargo, fue reactivo a las propuestas de Macri para avanzar más allá del apoyo electoral. El expresidente quiso hablar de algunos lineamientos de gobierno, pero él le dijo que hasta después del balotaje no profundizaría en el tema. Aunque se buscó instalar la idea de que allí no se habló de un pacto a futuro, todos entendieron que estaba implícito que en el caso de un triunfo, habría un cogobierno. También rechazó la idea de Macri de hacer una foto conjunta de las fórmulas de LLA y de JxC, aunque es probable que antes del 19 de noviembre haya algunas acciones conjuntas. El más pragmático fue Sebastián Caputo, quien se sumó a la medianoche con Francos. Planteó la necesidad de retomar el contacto con la gente y no hablarle tanto al establishment, plantear la consigna básica del cambio versus continuidad. Hubo una admisión de que la campaña del miedo del oficialismo había sido efectiva. “¿Vos creés que no te pegó lo de los carteles que decían que el boleto de tren estaría a $1100?”, le preguntó Santilli ante cierta incredulidad del líder libertario.
Este tipo de interrogantes sacuden a un equipo que todavía no terminó de procesar qué pasó después de las primarias, para que lo que parecía una ola imparable se frenara en seco. ¿Dónde quedó el atractivo de la dolarización y la lucha contra la casta? ¿Y el impacto de Tik-Tok entre los jóvenes? ¿La imagen de rocker que amenaza el sistema no atrae más? Frente a una sociedad que combina desencanto con volatilidad y desconcierto, la tentación de explicar octubre con los parámetros de agosto quedó fuera de encuadre. Puede volver a suceder en noviembre. Hoy el electorado muta dentro del mismo proceso varias veces; ya no espera dos años para dar su nuevo veredicto.
Evidentemente esa irrupción típica de un outsider le sirvió para escalar hasta los 30 puntos de forma meteórica, pero encontró un techo granítico. Cuando tuvo que pasar de candidato-sorpresa a candidato-presidenciable, el formato alcanzó un límite. Después de agosto cobró una centralidad tan gravitante que se transformó en un mandatario virtual, todos hablaban de él, en la Argentina y en el mundo. Y allí se extravió. Su gran problema estratégico fue haber quedado atrapado en el medio de la escena, permitiéndole a Massa cambiar la ecuación para transformarse en un opositor al “gobierno de Milei”. El gran truco de Massa fue haber transformado la pregunta de la elección, que no giró sobre la actual gestión, sino sobre una hipotética administración de LLA. Milei pasó a dar explicaciones en el presente y Massa le habló desde el futuro. Fue como si el oficialismo real no hubiese tenido candidato, y ese lugar lo hubiese ocupado imaginariamente el líder libertario.
Después de arrebatarle la bandera de cambio a JxC Milei se pasó de largo, y así se filtró el único factor que podía frenar su ascenso: el temor al abismo; el mismo temor que hace dos meses parecía no existir. Amenazó con romper algunos consensos muy arraigados (salud y educación pública, restricción a la venta de armas, prohibición de la comercialización de órganos, el terrorismo de Estado de los 70, catolicismo mayoritario) y lo que hizo fue activar el gen conservador que anida en amplios sectores sociales, un dispositivo que se incubó como forzosa adaptación a la crisis por declinación que viene sufriendo el país desde hace varias décadas. Antes del proceso electoral, el 80% decía que quería un cambio; pero al mismo tiempo al desglosar lo que ese cambio implicaba aparecían varias líneas rojas. Si el cambio significa amenaza, no florece. Milei no llegó a capturar esa complejidad y así se le esfumó la ventaja en los últimos días. Según relata la consultora Shila Vilker, “en la semana final identificamos una consolidación del cambio de tendencia en favor de Massa, que pasó de 30 a 35 puntos y una caída de Milei de 33 a 30. En esos últimos cuatro días Massa creció un punto por día”. Fue la semana fatal para los libertarios. Los preservativos de Lilia Lemoine, la ruptura vaticana de Alberto Benegas Lynch y el show de explosiones y destrucción del acto de cierre, fueron un cocktail indigesto para un votante que entró en fase temor.
Ahora Milei está ante un dilema: ¿acepta moderar su mensaje para incorporar votantes de JxC y tratar de ganar el balotaje, asumiendo el costo de hacerse cargo de las internas ajenas? ¿O mantiene encendido el motor de la motosierra para quedar plantado en el extremo del sistema con un discurso de quiebre, aunque pierda?
La ruptura
Desde hace varias semanas Macri venía fatigando los teléfonos con un mensaje de alerta sobre los riesgos que implicaba un triunfo de Massa. Intuía el peligro institucional de una nueva hegemonía peronista, pero también traslucía el temor a una persecución judicial. Se lo comentó a varios interlocutores. Parecía que lo obsesionaba más un triunfo oficialista que una derrota propia. Esa pulsión manifiesta se sumó a su vieja convicción de que un sector del radicalismo venía solapadamente dialogando con el massismo, o al menos actuando con prescindencia. Cuando vio los números del domingo en las provincias que ya controla la UCR creyó confirmar su presunción: en Mendoza Milei les sacó 17 puntos; en Jujuy quedaron terceros a 18 puntos; y en Corrientes, una provincia donde nunca gana el peronismo, Massa los aventajó por 5 puntos. “Echarle la culpa a los gobernadores radicales sería una injusticia. Nuestra campaña fue mala y Patricia nunca entendió que le habían arrebatado la bandera del cambio”, contrarrestó uno de los pocos ganadores de la jornada. La debacle fue catastrófica. JxC fue la única fuerza que perdió votos, más de 400.000.
Estaban todos los condimentos para que ocurriera la hecatombe posterior. Al final de la semana, como quien cuenta los heridos después de una batalla feroz, del lado de Macri-Bullrich-Milei quedó el núcleo duro de dirigentes de Pro, una treintena de diputados (que no llegaron a firmar el documento de aval que circuló) y algunos senadores que si bien adhirieron al texto a favor de mantener la unidad, apoyarán la entente. En la vereda de la neutralidad formal se pararon los gobernadores, la mayoría de los senadores, unos 40 diputados y las palomas del Pro. La fractura no solo se produjo por el apoyo o no a Milei, sino también sino también por la conveniencia de forzar un pronunciamiento ahora. Este es el cuestionamiento sobre todo de los gobernadores, que no quieren condicionar sus gestiones a la suerte electoral. “Massa nos está llamando a varios, nos promete cosas, busca seducirnos. Milei no tiene ni nuestros teléfonos. Pero todos sentimos que si gana Massa nos va a arrastrar y que con Milei estaríamos en una condición de negociación más favorable”, sintetiza uno de los mandatarios provinciales.
Macri los llamó a varios de ellos entre el lunes y el martes (a algunos les admitió sus dudas sobre la personalidad de Milei, pero igual justificó su apoyo en la necesidad de evitar a Massa). No tuvo mucho eco. Del otro lado Morales trató de volcar a sus pares hacia la confrontación y por eso agendó la reunión de comité radical unas horas antes del cónclave de gobernadores. Al encuentro con sus pares llegó tarde y buscó torcer el rumbo. Tampoco lo logró. El documento que había acercado Rogelio Frigerio, y del que algunos pares participaron, se terminó imponiendo. Incluso Jorge Macri, equilibrista ausente, lo firmó. “Los gobernadores no tenemos el más mínimo incentivo para jugarnos ahora y forzar una ruptura de JxC. Para nosotros la elección ya terminó y ya estamos pensando en lo que viene, más allá de quién triunfe. El problema es de los que creen que todavía tienen algo en juego”, graficó uno de los radicales.
La expectativa
Nadie duda de que la recuperación de Massa también radicó en el atractivo mítico que aún genera el peronismo en vastos sectores sociales, más allá de su visible merma histórica. Solo así se entiende que en medio de una corrida cambiaria y de una psicosis de consumo de autopreservación Massa haya podido crecer 10 puntos porcentuales (15 si solo se toman los votos individuales de las PASO). Fue notable el cambio con agosto. El sábado a la noche estaba todo el aparato movilizado y en comunicación con las distintas provincias, un vértigo que dos meses antes no había existido. Solo como ejemplo: en La Matanza, el símbolo, votó el 80% y el peronismo sacó casi 30 puntos de diferencia. También ganó en Lomas de Zamora, la escandalosa. Martín Insaurralde mandó un mensaje a los suyos: “Estoy feliz porque no les costé ni un voto”. Otra ronda de champagne importado para festejar.
También fue clave el replanteo de la campaña. Massa apareció casi siempre solo, deskirchnerizado, pragmático y propositivo, el plan que mejor le sienta para su habilidad de ilusionista. En el fondo es un gran vendedor de contrafácticos, expresado en la doctrina de la “papa caliente”: “Si yo no estaba hubiera sido peor”. Así logró quedarse con dos tercios de los nuevos votantes. “Antes de las PASO se buscó que se abroquelara en la tropa propia, que Sergio fuera aceptado por todo el espacio porque el cierre de listas había sido turbulento. Después el objetivo pasó a ser el de la representación y la proposición, la idea de que hay un presidente, y de que va a gobernar él. Ahora vamos a una fase de contrastar con Milei qué tipo de presidente necesita el país”, explica uno de sus asesores. Massa transmitió a su equipo su convicción de que ahora la partida arranca de cero otra vez, pero también de que la novela de JxC y el desconcierto de Milei, lo favoreció en la primera semana postelectoral.
El peronismo siente que volvió a vivir con la expectativa de permanecer en el poder, aunque también presume una mutación fuerte en los liderazgos. En caso de ganar, Massa se dispone a iniciar una nueva fase, y solo tendrá como desafiante a Axel Kicillof, el otro gran triunfador del domingo. Pese a sus diferencias ideológicas, ambos se referencian como las nuevas figuras dominantes, en detrimento de Máximo Kirchner y La Cámpora, y en gran medida también de Cristina Kirchner. Opera allí un solapado pase de mando que el peronismo anfibio ya detectó. Máximo estuvo en el bunker del domingo con bajísimo perfil, como si el que hubiese navegado en el Bandido con Sofía Clerici hubiera sido él. Cristina mandó sus saludos desde el sur. Distancia y frío. Massa no exacerba esta situación, pero siente que es el único artífice de la recuperación, no le debe votos al kirchnerismo.
Para eso está Kicillof. En su equipo circuló un informe que da cuenta de que en la provincia Massa logró una ventaja de 1.691.055 votos sobre Milei, cuando la diferencia a nivel nacional entre ambos fue de 1.761.647 votos. “Fui yo”, pareció decir. El gobernador también entiende que para él se abre una nueva etapa, sin la presión insoportable que ejercía Martín Insaurralde por mandato ajeno. Siempre fue más cristinista que kirchnerista, y ahora ve despejado su futuro como nunca en estos cuatro años.
Massa y Kicillof serán los dos nuevos emergentes del ecosistema peronista si el tigrense triunfa en noviembre. Les espera una Argentina indómita, políticamente fragmentada, económicamente quebrada y socialmente desconcertada.
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