El traumático cierre de listas: batallas cruentas en nombre de la unidad
La definición de candidaturas hace temblar al Gobierno; el dilema opositor, entre el fastidio de Macri, la ofensiva de Larreta y el factor disruptivo de Manes
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La ilusión de una primaria escandinava se diluye en Juntos por el Cambio. “Esto se nos fue de las manos. Hay que bajar urgente la tensión”, se lamenta un dirigente de máxima confianza de Horacio Rodríguez Larreta. El Pro es un reguero de heridos en el umbral del cierre de listas y el experimento radical que encabeza Facundo Manes se alista para una disputa interna sin concesiones en Buenos Aires.
El Frente de Todos respira con el culebrón opositor que disimula sus propias tensiones. La confortable disciplina del dedazo hará su magia la semana que empieza, posiblemente después de un encuentro privado que tienen agendado Cristina Kirchner y Alberto Fernández. La sospecha de que el armado de las boletas legislativas será la excusa del kirchnerismo duro para liberar asientos del Gabinete y reforzar el control del Gobierno desató una guerra de nervios, que se suma a las miserias habituales de todo reparto de poder.
El que se rompe pierde. Esa es la única certeza compartida en las dos coaliciones que reconfiguraron el sistema político argentino en 2019 y que en nombre de la unidad libran en estas horas batallas cruentas para ordenar su oferta electoral.
El oficialismo empezó por definir las líneas del mensaje con el que se parará ante una sociedad agotada por el drama de la pandemia y la sequía económica. El primer punto es instalar la esperanza de que viene un renacer, con un repunte del consumo y de la actividad cuando la vacunación detenga los contagios de coronavirus.
Un septiembre de liberación, justo antes de votar, aparece como el norte soñado por el comando informal de campaña que se reúne los lunes en la gobernación bonaerense con Axel Kicillof a la cabeza. Pero cuando Alberto Fernández lo dijo en público esta semana devino una minicrisis interna: “¡Por qué instalar una fecha cuando vivimos pagando facturas por pronósticos errados de la pandemia!”, sintetiza un dirigente camporista que participa de la discusión preelectoral.
Bajo influjo de Kicillof, el oficialismo aspira a sacar pecho por la gestión de la crisis sanitaria y el plan de vacunación. Ofrece un relato positivo en el que a los 100.000 muertos, al número de contagios que coloca al país en el top ten mundial y a las trabas para conseguir vacunas le oponen a un contrafáctico: con Mauricio Macri hubiera sido infinitamente peor.
Invocar a Macri es un rezo que unifica. La obsesión por traerlo al barro se refleja en el discurso y en las acciones judiciales que buscan tanto complicarlo personalmente como refrescar la memoria de su fallida administración económica.
Nada de eso detiene el vértigo de las internas oficialistas. La mayor inquietud sigue centrada en si finalmente el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, va a ser el elegido para encabezar la lista de diputados por Buenos Aires, contra la voluntad de Fernández. El tiempo corre sin que nadie ponga fin a las especulaciones, lo que alimenta fantasías de todo tipo. Desde la versión de un enroque con Sergio Massa hasta un supuesto plan de La Cámpora para ubicar a Wado de Pedro al frente de la coordinación ministerial. Habladurías.
Para Fernández sería un costo muy alto desprenderse de su mano derecha en el trabajo cotidiano. Casi como admitir una intervención oficiosa de su gestión. El Presidente prefiere una mujer al frente de la nómina. Si la lapicera estuviera en sus manos, Victoria Tolosa Paz tendría razones para ilusionarse.
Gabriel Katopodis se sostiene como una alternativa intermedia menos traumática, de buena relación con todos los sectores del oficialismo. Su salida dejaría libre el codiciado Ministerio de Obras Públicas. También suena como posible candidato (no para liderar) Daniel Arroyo, con la consecuente vacancia de Desarrollo Social y el manejo de los planes sociales. Quedan horas frenéticas de tironeos.
Cristina Kirchner estuvo concentrada la última semana en preparar el alegato político para reclamar la nulidad del juicio por el pacto con Irán. Pero bajó mensajes de distensión a sus delegados más fieles. Le preocupa sobre todo que se instale antes de tiempo la idea de que ya está pensando en la sucesión de Fernández en 2023. Ante los jueces sugirió que ella ya no piensa en volver a la Casa Rosada. En privado pidió que no se hable del plan Kicillof ni mucho menos de Máximo Kirchner. “No es momento. Ahora solo importan estas elecciones”, dicen en su entorno.
Santilli vs. Manes
Esa preocupación de Cristina hace las delicias de los que quieren ver paralelismos entre ella y Macri. El expresidente también batalló, por otros motivos, para que la oposición no se enredara en una guerra de liderazgos pensando en la sucesión presidencial. A él le convenía demorar el debate para no perjudicar sus propias posibilidades.
El desafío de Larreta, lanzado a tejer las listas de la Capital y de Buenos Aires, lo convenció de que lo mejor era salir de escena. Patricia Bullrich se bajó a desgano y ahora Jorge Macri completó la rendición bonaerense, sin privarse de dejar un mensaje inquietante sobre el riesgo de ruptura de Juntos por el Cambio.
Larreta se propuso imponer a Diego Santilli en Buenos Aires una vez que María Eugenia Vidal, que hubiera sido la candidata indiscutida, decidió que no volvería a la provincia. Contaba con la resistencia macrista, pero no con la aparición de un radicalismo dispuesto a disputarle la centralidad de la coalición.
Manes decidió saltar finalmente a la política cuando escuchó de boca de los principales jerarcas de la UCR que no querían ser más el complemento manso del Pro.
Ahora su duelo con Santilli luce inevitable porque se convirtió en la disputa por definir qué partido conducirá la oposición. Eso es lo que comprendieron los Macri y Bullrich para ceder, aun sin compartir la estrategia larretista. El 2023 está lejos, pero la PASO bonaerense será un mojón relevante en la carrera.
“Tiene que ser una primaria, no una interna. Una discusión civilizada, porque después vamos a ir todos juntos contra el kirchnerismo”, suele decir Santilli, en los tiempos libres que le dejan sus caminatas solitarias por avenidas del conurbano, el método que eligió para palpar al electorado que le tocará seducir.
Manes se dispone a ser el factor sorpresa. El país necesita salir del statu quo, suele decir cuando justifica su aventura electoral. En esa categoría inmovilista incluye al kirchnerismo, pero también al macrismo. “Va a interpelar a la política –señalan cerca de él– con una agenda de educación, innovación y desarrollo como la única salida hacia el futuro. Tenemos que entender que si gana lo de siempre, vamos a un país con 70% de pobres”. Una expresión que le han escuchado estos días retrata el tamaño de su ambición: “Hace años que es siempre chicken or pasta. ¿Y si una vez ofrecemos lomo?”
La incógnita inconfesable entre los radicales es cómo prenderá ese mensaje en la inmensa y decisiva geografía del conurbano. Manes se aferra a su experiencia como orador de masas y en su rol de médico. Sostiene que nadie está viendo el daño mental que ha causado la pandemia y la necesidad de que la política le hable a una sociedad dañada. “Es una elección emocional. Y mucho más lo será la del 2023. Vemos un clima de alfonsinazo”, se entusiasman en su comando de campaña, donde se arma lo que llaman “un polo de centro popular”.
Quienes lo tratan descartan un acuerdo de unidad in extremis, como el que pide Jorge Macri: “Preferimos perder con la nuestra y no ser esclavos de la estrategia del Pro”. La dureza de algunas palabras refleja los rencores del cierre. Manes está convencido de que el larretismo promueve una campaña sucia contra él en redes sociales. Uno de los ejes de su discurso será la austeridad de la campaña, que quiso reflejar con el video amateur que eligió para lanzar su candidatura. ¿Se animará a denunciar a sus rivales por los excesos de gastos proselitistas, como sugieren en su entorno?
Del lado radical quedaron dos peronistas enojados con Larreta, como Emilio Monzó y Joaquín de la Torre, baqueanos en el mundo de las internas bonaerenses. Es mutuo. A ellos le atribuyen en el Pro el impulso a un tono confrontativo de la interna. “En la ciudad pudimos arreglar con el radicalismo adentro. Lo de Buenos Aires es muy arriesgado: lo que tenemos que ofrecer es una alternativa al kirchnerismo, no pelearnos entre nosotros”, advierten en la sede porteña de Uspallata.
Santilli prepara su lanzamiento con una puesta en escena más convocante que la sombría presentación de Vidal. “Aquello fue frío. Hacía juego con los que critican que somos el frente Cambiemos de Domicilio”, ironiza uno de los halcones de Pro.
La apuesta bonaerense del vicejefe porteño es que la buena imagen de la gestión de Larreta en el conurbano pese fuerte en la PASO. Aun cuando integra el ala moderada, diseña un discurso de nítido contraste con el kirchnerismo. “Sin atacar al peronismo”, aclaran a su lado. Insisten en que Santilli puede conectar mejor con el votante peronista desencantado que un candidato radical.
Encuestas hay para todos los gustos. Tanto Santilli como Manes esperan una contienda peleada. El resultado determinará el orden de la lista final en noviembre, pero la campaña dejará una marca en Juntos por el Cambio. ¿Saldrá un bloque fortalecido? ¿O quedarán demasiado expuestas las costuras de una alianza que se alimentó principalmente del rechazo visceral a la deriva kirchnerista?
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