El terremoto, la carrera por salvar su gobierno, los costos personales y el rol de “súper” Massa, los detalles de la semana más difícil para Alberto Fernández
Las razones que provocaron el desembarco del diputado y el impacto interno; la coincidencia entre Lavagna y Cristina; las conversaciones con su vice y la salida de la crisis; el desgaste que sufrió y la decisión de poner en pausa su futuro político; reconocimientos y enojos
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Alberto Fernández sintió que el piso se movía debajo de sus pies. Así lo describió en la intimidad de su despacho ante un puñado de sus incondicionales. Un terremoto: eso fue lo que significó para el Presidente la renuncia de Martín Guzmán, al que ya no le responde los mensajes. Ese día comenzó una carrera contra el tiempo para salvar su gobierno y preservar la unidad del Frente de Todos.
El desembarco de Sergio Massa como superministro es para Fernández “el golpe de efecto final” para cerrar una crisis que lleva un mes y pudo ser terminal. “Había que encontrar una salida y a la luz de los primeros resultados fue correcta”, fue el análisis con el que una altísima fuente cerró una de las semanas más difíciles para el Presidente.
Silvina Batakis, para quien el jefe del Estado solo tiene palabras de agradecimiento y elogios, se convirtió en una víctima accidental. La “Griega” tuvo un problema de génesis, una mochila que no llegó a sacarse de encima: llegó al Palacio de Hacienda como la enviada de Cristina Kirchner. “Se la pegaron y todo se desmadró. El problema escaló. Esa fue la percepción general, lo que alteró los mercados”, reconoció un hombre con acceso diario al despacho presidencial.
Pese a los primeros resultados que dejó la llegada del presidente de la Cámara de Diputados al gabinete nacional, Fernández cree que todavía no terminó la corrida cambiaria. Pero sirvió para lograr dos objetivos aún más importantes según su visión: evitó la explosión de la coalición y el mantuvo la identidad de su gobierno. Su sello: la moderación.
Con la intempestiva salida de Guzmán, según la evaluación que hacen el Presidente y su círculo de confianza, se generó la idea de que lo que se perdía era la mesura y que comenzaba una etapa con la implementación de medidas extremas. En términos kirchneristas, el inicio del “vamos por todo”. Pese a los esfuerzos de Batakis, su paso por Estados Unidos no alcanzó para deconstruir esa percepción.
En ese escenario convulsionado fue que la vicepresidenta ingresó a la quinta presidencial de Olivos hace una semana con la idea de integrar varios ministerios para dar una señal de fortaleza. La relación entre ambos no cambió por la nueva dinámica que los obligó a interactuar casi a diario, la tensión sigue presente en cada diálogo.
“La idea la planteó Cristina”, reconocieron cerca del mandatario, quien había intentado avanzar con un esquema similar en 2019, pero no logró convencer al resto de los integrantes del frente. El loteo era fundamental para calmar las necesidades internas de cada terminal de poder.
Fue Roberto Lavagna hace casi 20 años el que convenció a Fernández que centralizar la botonera económica era determinante para resolver los problemas. El economista, que en las últimas horas se reunió con Massa, se lo planteó a Néstor Kirchner en 2003 y, pese a la resistencia de quien era en ese momento el jefe de Gabinete –el propio Alberto Fernández–, terminó por convalidar la jugada. “Esa fue una gran enseñanza”, admitió el Presidente ante sus interlocutores.
La corrida cambiaria puso en evidencia ese problema. El mismo sábado, una vez que la expresidenta dejó la residencia oficial, Fernández habló con Massa. “Es una de las tres patas del frente, nadie puede renegar, ¿no?”, dijeron fuentes oficiales. El mensaje no está cifrado y tiene como destinatario al kirchnerismo, pero más específicamente a La Cámpora.
La impresión general en la Casa Rosada es que se terminaron los sacudones, al menos por un tiempo. Según el análisis que realizaron el Presidente y su mesa chica, los mercados aceptaron los cambios y terminaron de convencerse de que no habrá una devaluación. Ahora, el Presidente prende velas para que el campo aproveche “la ventana de oportunidad” y venda la soja para aliviar la caída sostenida de reservas. El Banco Central, la entidad que dirige Miguel Pesce, uno de los pocos sobrevivientes del albertismo, tuvo que vender este mes más de US$1000 millones, la peor marca en 20 años.
El Presidente y Massa trabajaron ayer en las medidas que el flamante titular del Palacio de Hacienda anunciará el miércoles. Las metas son estabilizar la economía, bajar la inflación, reducir la brecha cambiaria y achicar el déficit fiscal. Otro de los frentes abiertos sobre el que ya trabaja Massa es lograr una renegociación de metas con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Podría viajar a Estados Unidos en los próximos días.
Mientras tanto, el tigrense termina de definir su equipo. Entre los nombres que lo podrían acompañar están José Ignacio de Mendiguren (Desarrollo Productivo), Gabriel Delgado (Agricultura) y Matías Tombolini como secretario de Comercio. También ocuparán roles relevantes Lisandro Cleri y Eduardo Setti. Además, Massa contará en su estructura con Jorge Neme, que dejó su cargo como vicejefe de Gabinete (lo reemplazará Juan Manuel Olmos).
COSTOS Y FUTURO
Poco afecto a los cambios, menos aún a los volantazos como el que se vio obligado a realizar bajo presión, el Presidente sabe que lo que ocurrió en las últimas semanas desgastó su imagen. “Pagó un costo personal muy grande”, admitieron muy cerca de Fernández.
Otra particularidad es que ya no habla con certezas sobre su futuro electoral. La posibilidad de pelear por la reelección quedó en suspenso por los próximos meses. “Mi preocupación es ganar en 2023. No que gane yo, que ganemos”, respondió el Presidente, según pudo reconstruir LA NACION, ante las dudas que provocó en parte de su círculo la llegada de Massa. Todos en el oficialismo comparten este mensaje.
La meta es que el Frente de Todos sea una opción competitiva el año próximo, una tarea titánica según todas las encuestas que manejan en el oficialismo. La imagen negativa del Presidente, la vice y Massa está en valores históricos. Eso no significa que haya claudicado su sueño, pero entendió que es un tema que genera nerviosismo dentro de la coalición.
En este contexto, los que lo vieron en los últimos días describieron que el Presidente está “tranquilo”, pero sobre todo “seguro” de que las decisiones fueron acertadas. Que finalmente reconoció las dificultades y sobre el riesgo de la situación. En esto tuvieron mucho que ver los gobernadores.
El rol de Massa como “salvador” no lo incomoda. En un juego de contrapeso, la presencia del tigrense fortalece a su administración, pero también lo debilita. “No conozco a nadie que sea ministro y no tenga aspiraciones políticas. Todos quieren ocupar este sillón. Es así la política. No me molesta”, minimizaron fuentes cercanas al mandatario.
Fernández tiene mucha confianza en Massa y le reconoce que cada vez que lo necesitó el diputado estuvo a su lado. Ante cada avanzada o critica de Cristina Kirchner le siguió una fotografía con el tigrense. Aún resta ver cómo será la nueva dinámica de poder.
La semana que pasó también le sirvió para tomar nota sobre su equipo. La mayor sorpresa, según dejó constancia pública, fue Batakis. El Presidente destacó el “desprendimiento personal que ha demostrado” y le pidió a la economista, nueva presidenta del Banco Nación, que lo visite una vez por semana.
La reacción de Daniel Scioli no lo sorprendió. Después de escuchar el planteo de Fernández el exministro le preguntó: “¿Dónde me necesitas?” Fue el momento en el que el jefe del Estado le pidió que termine la tarea que había comenzado en Brasil, pero sobre todo que se mantenga cerca del expresidente Lula da Silva, que competirá en las próximas elecciones. “Listo, ahí voy”, cerró el exmotonauta, que también soportó estoico el desaire que le regaló Massa como despedida.
Hasta ahí las palabras de agradecimiento. El Presidente incluyó a Gustavo Beliz en la lista que integran Guzmán y Matías Kulfas. Fue, según contó ante sus íntimos, una inesperada decepción.
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