El temor más profundo de Cristina y una amenaza fuera de control
Inquieta por el enrarecido clima social, busca un diálogo imposible con un Macri cada vez más protagónico; preocupa al kirchnerismo la incapacidad exhibida para detectar señales de alerta
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Pasó unos días en estado de shock. Después se hundió en la tristeza y la preocupación por su seguridad y la de su familia. Buscó consuelo en la fe, a la que se entregó desde que se agravó la salud de su hija. Por primera vez en su vida se sintió vulnerable, terrible carencia para una mujer que siempre se percibió tributaria de un poder especial. Con este equipaje de emociones mezcladas Cristina Kirchner decidió convocar a un grupo de religiosos para hacer su propia misa de sanación. Una especie de contracara de la controvertida convocatoria de Luján.
Le encargó al sacerdote Juan Carlos Molina, extitular de la Sedronar, que llamara a los curas y monjas más cercanos. Ella fijó cita en el Senado, no pisó el templo. Quizás por razones de seguridad: todos los que fueron el jueves debieron dejar sus celulares fuera del Salón de las Provincias y someterse a fuertes medidas de control. Se congregaron allí curas en la Opción por los Pobres, herederos de la Teología de la Liberación y relación distante con el Papa; y el grupo de curas villeros, identificados con la Teología del Pueblo y mucho más cercanos a Roma. Si bien estaban invitados, ningún obispo quiso estar en la foto, ni siquiera Gustavo Carrara, vicario episcopal para la Pastoral de Villas. Allí Cristina buscó darle calidez a la charla que tuvo con Francisco tras el ataque, aunque en realidad se trató de un diálogo de menos de dos minutos y en ese tono distante que el Pontífice sabe transmitir con tanta eficacia. Esa relación hace tiempo que transita la frialdad de la distancia. En el escritorio del Papa reposa un pedido de audiencia de la vicepresidenta que nunca fue respondido. Alguien que conoce bien a los dos admite: “Ella se quedó sin canal en el Vaticano”.
En ese encuentro con los curas la vicepresidenta también dijo que con el atentado de Sabag Montiel “se rompió el acuerdo social” cimentado en la restitución democrática de 1983. Una frase muy permisiva con otros episodios graves como los levantamientos carapintadas, el ataque a La Tablada o la crisis de 2001. Incluso con otras agresiones a presidentes de la democracia. En realidad se pareció más a una justificación para retomar su propuesta de convocar a un diálogo con la oposición. Pero esta vez con una novedad: el interés en que Mauricio Macri sea la contraparte. Oscar Parrilli, sobre quien Cristina ejerce el poder de un ventrílocuo, dijo que no descartaba un encuentro bilateral. “Está claro que para que haya algo concreto tiene que ser una conversación entre Cristina y Macri. Son los dos liderazgos claros que hay en la Argentina”, dicen en el entorno de la vice, en un inédito giro discursivo y sin mencionar que ese mensaje busca exponer el previsible rechazo opositor. Allí piensan no solo en una foto de tregua, sino en lo que llaman “acuerdos económicos mínimos”.
Semejante contorsión tiene una explicación política de fondo: Cristina está verdaderamente preocupada por lo que interpreta que es un creciente clima de inestabilidad social que puede derivar en un estallido, alentado por actores sin terminales políticas claras y fuera de cualquier control. Una cosa es la militancia propia en las calles; otra muy distinta los inorgánicos sin referencias. Ella asocia acciones como las de la agrupación Revolución Federal, el ataque de Sabag Montiel, el mensaje mafioso al juez Jorge Gorini, las intimidaciones virtuales a Alberto Fernández y a Macri, la amenaza de bomba al canal América. Es la misma Cristina que en la noche del ataque acordó con el Presidente hablar de los discursos del odio generados por la oposición, los medios y la Justicia. “Hubo una evolución en su mirada”, justifican sus intérpretes sin reparar en contradicciones.
El diálogo imposible
Esa propuesta, tal como están parados los actores, luce imposible. En público Macri antepuso la Constitución para sentarse a dialogar como si fuera kryptonita para los kirchneristas. En realidad el expresidente no le encuentra ninguna razón a ese diálogo por entender que la diferencia de ideas y miradas transforma en inconducente cualquier esfuerzo. Está convencido de que el oficialismo no logrará enderezar la economía y que perderán catastróficamente las elecciones. “A ellos se les rompió algo. La gente se dio cuenta de que hacen promesas falsas”, diagnosticó entre sus íntimos. Incluso a veces piensa que el FDT puede salir tercero, detrás de Javier Milei. Hace tiempo que Macri dejó de espiar el escenario electoral desde la ventana, aun cuando mantenga la incógnita sobre una eventual candidatura. Esta semana se volvió a juntar con Jaime Durán Barba después de mucho tiempo. Almorzaron en su oficina de Olivos y el asesor ecuatoriano -que hoy trabaja en la zona de influencia de Rodríguez Larreta- le contó el escaso impacto que tuvo el ataque de Cristina en las preocupaciones de la gente. Macri repite entre los suyos que si él se postula, gana en la interna y en consecuencia volvería a ser el próximo presidente. “El problema es que no sé si quiero volver a la jaula de oro”, los desalienta. Imagina un mandato más tortuoso que el anterior, aunque esta vez esté convencido de no hacer gradualismo y profundizar las reformas inconclusas. En su cuenta incluye lo que imagina como un gran triunfo electoral, más “una alianza natural” con Milei en el Congreso. El 70% de Larreta por otras vías.
Todas estas evaluaciones hacen mucho ruido en el resto de Pro, donde todavía no digieren el almuerzo de Happening. Larreta está convencido de que Macri busca ser candidato, pero piensa que no concretará porque sabe que no podrá gobernar. Macri, a su vez, en charlas cerradas, habla del jefe porteño como un “populista light” que no sabe para qué quiere ser presidente. Lo cierto es que se identifican como rivales y por eso Larreta ahora deja trascender que si fuera necesario lo enfrentaría. Para limar asperezas tienen previsto cenar mañana. Y en el medio está Patricia Bullrich, quien no volvió a hablar más con Larreta y está dispuesta a maximizar su ofensiva porque ve vulnerable a su rival. Justamente uno de los temas que Larreta le reclama a Macri es que fije reglas de juego y contenga a la exministra. Pero el expresidente se muestra prescindente: “Está bien que los dos expresen sus ideas y debatan. No veo desordenada la interna”. En el campo de batalla los dos ya buscan definir los soldados de cada bando. Larreta viene de reunir 150 dirigentes para demostrar su capacidad de fuego. Bullrich no se queda quieta: acordó con Joaquín de la Torre y coquetea con los radicales.
Hay un solo tema que todos siguen con igual atención: la posibilidad de que el oficialismo avance con la suspensión de las PASO. Esta semana diputados de tránsito intenso en el Congreso reportaron un diagnóstico crítico. “El FDT tiene los votos para voltearlas”, fue el mensaje. La postura de los tres legisladores que responden a Juan Schiaretti confirmó los temores. Sería un gran problema para la oposición. Si ni siquiera podían hasta ahora articular cómo serían las PASO entre ellos, mucho peor si hay que volver al viejo sistema de los afiliados. Algunos creen que podría beneficiar a los radicales, por su volumen histórico. Otros piensan que reforzaría el poder de decisión de Macri dentro de Pro. También debería festejar Milei. Es un gran instrumento de confusión que tiene el Frente de Todos para disimular sus déficits.
En el oficialismo admiten que su perspectiva electoral es muy negativa, un diagnóstico que desde hace tiempo comparte Cristina. La inflación del 7% de agosto fue mayor de la que esperaban en la Casa Rosada y fue digerida con dificultad. En el Palacio de Hacienda entienden que era esperable después del julio desastroso y del aumento de tarifas. Está claro que la estabilización financiera y monetaria que logró Sergio Massa desde que es ministro encuentra una barrera mucho menos maleable en la economía real. “Hay una demanda que no logramos resolver. Hace mucho tiempo que a la gente no le alcanza la plata. No alcanza con la épica. Antes de fin de año algo vamos a tener que compensar”, analiza un ministro que camina seguido el conurbano. No son pocos los economistas que siguen pensando que con las medidas que adoptó, Massa solo está logrando postergar decisiones amargas, que oscilan entre una devaluación o un incremento mayor de la inflación. Una alerta para el neopragmatismo camporista. Esto reanimó algunos debates internos en el kirchnerismo, donde hay actores poco convencidos de la dosis de ortodoxia que se está aplicando. Por eso Cristina salió rápido a fijar postura. Recibió a Massa el mismo día en el que se conoció el índice de inflación y antes de que presentara el presupuesto. En la criptología kirchnerista eso significa que se mantiene el aval al giro económico. En La Cámpora ya venían incómodos con el exhibicionismo licencioso de Massa en su gira por EE.UU. Después Hugo Yasky y Roberto Baradel dejaron esos comentarios al nivel de la irrelevancia al posar junto con el embajador Marc Stanley.
Los puntos oscuros
El mismo jueves de la charla de Cristina con los curas se cerró la primera etapa de la investigación por el ataque en Recoleta. El procesamiento de Sabag Montiel y de su novia Brenda quedó sellado con la gran cantidad de evidencias de cómo habían planificado el atentado. Pero ahora se abre el tramo más espinoso: determinar si hubo algún tipo de cooperación o incentivo de otros actores desde los márgenes de grupos radicalizados o de ciertos servicios multipropósito.
En el Gobierno hay dos miradas del hecho. Alberto Fernández, cultor confeso del minimalismo, sostiene que se trata de marginales aislados con desequilibrios psicológicos. También hay un factor social que interpela al propio peronismo: reflejan a un colectivo de jóvenes del conurbano, nacidos en democracia, que quedaron en los márgenes del sistema. Pero el kirchnerismo está en otro registro. Así como no hicieron ningún mea culpa por las fallas en el dispositivo de seguridad que ellos administraban, hoy están espantados al percibir que durante diez días hubo un grupo de lúmpenes rodeándoles la manzana sin que se dieran cuenta, mientras ellos pensaban que solo había militancia festiva. El 6° piso de Juncal y Uruguay era un colador, los dos atacantes estaban buscando alquilar un departamento enfrente, los copitos aparecieron en todas las fotos y en los días previos Sabag Montiel y Brenda ya habían abortado un intento de asesinato. Como nunca antes tambaleó el manejo contradictorio del kirchnerismo en materia de seguridad e inteligencia. En el Gobierno admiten las serias limitaciones operativas que tiene la AFI para detectar riesgos de este tipo. Peor es la situación de la Policía Federal, porque además quedó bajo sospecha. Cuando ocurrió el hecho, el jefe de la fuerza, Juan Carlos Hernández, estaba en Singapur, por lo cual en los primeros días el caso quedó en manos del superintendente de investigaciones, Alejandro Ñamandú. Fue cuando se perdieron los registros del celular de Sabag Montiel sin dar intervención a los especialistas del área de peritajes de comunicación de la fuerza.
Aníbal Fernández quedó exculpado cuando Cristina lo recibió y le aceptó las explicaciones. Pero Máximo Kirchner, uno de los más preocupados por la seguridad familiar (después del ataque recibieron amenazas nuevas telefónicas), está convencido de que hay federales y algunos servicios al menos comprometidos en encubrir pistas para que no aparezcan supuestas conexiones. A eso se habría referido el abogado kirchnerista Gregorio Dalbón cuando dijo que “el enemigo es tropa propia”.
En La Cámpora hay varias cosas que no cierran. Según ellos, el negocio de los copitos no podía ser fuente de sustentación para todo el grupo, además de que fue un negocio reciente que tiene la particularidad de ser ambulante y escurridizo. Además, Nicolás Carrizo, jefe de la banda, incurrió en varias contradicciones, por lo cual esperan que también sea procesado. No convencen las extrañas intervenciones de Sabag y su novia en Crónica TV porque dicen que esas apariciones reiteradas se pagan y ellos supuestamente no tenían dinero. Incluso genera sospechas la entrevista que dieron en Telefe, que para algunos “fue un modo de blanquearse públicamente y evitar represalias, aunque no sabemos de quién”. También tienen la lupa sobre Ximena de Tezanos Pinto, la dueña del 6° piso, no solo porque recibió a militantes de Revolución Federal, sino porque le alquiló un cuarto a la abogada de esa agrupación. Quienes están al frente de la investigación coinciden en las sospechas de que puede haber vínculos de los actores del ataque con instigadores o financiadores, pero son más cautos por la falta de evidencias. Su gran expectativa está en la información que puedan recabar de los celulares.
Mientras tanto en el Gobierno emerge incipiente otra inquietud: ¿qué hará a partir de ahora el kirchnerismo si la causa de Vialidad se encamina hacia una condena contra Cristina? ¿Apaciguar para evitar más desbordes o enfrentar un eventual fallo adverso en las calles? De las respuestas a esos interrogantes dependen la institucionalidad republicana y también la paz social.
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