El significado regional de la elección, en un contexto cambiante
La elección legislativa argentina ha tenido lugar en el contexto de una situación política cambiante en América Latina.
Entre el triunfo de la fórmula Fernández-Fernández en la Argentina en octubre de 2019, y la victoria de Pedro Castillo en Perú dos años después, el análisis político de la región tenía un eje muy claro: el retorno del populismo. Tras la preeminencia que había alcanzado la centroderecha en la segunda mitad de la segunda década del siglo XXI, comenzaba a darse un retorno al populismo que dominó políticamente la región entre 2001 y 2015.
La palabra “populismo”, que en Occidente se adjudica a los movimientos de extrema derecha, en América Latina se la utilizó para referirse a los movimientos políticos de izquierda.
Pero desde mediados de 2021, el análisis se ha complejizado y comienza a hacerse en base a la existencia de cuatro líneas político-ideológicas.
Por un lado, hay tres gobiernos que son asumidos como “dictaduras”: Cuba -donde la oposición ha vuelto a la calle-, Venezuela y Nicaragua, donde acaba de ser reelecto Daniel Ortega por cuarta vez consecutiva y con siete candidatos presidenciales de la oposición presos.
Lula, por otro lado, ha comenzado su precampaña para la elección presidencial de 2023 con una definición clave: “la izquierda latinoamericana no debe abandonar la vía democrática”. Plantea, así, una diferenciación clara respecto a las dictaduras de la región. Además, comienza a correrse al centro en el plan preelectoral que ha iniciado. Su viaje a Europa para tomar contacto con la Socialdemocracia es una evidencia al respecto. En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador, también definido como populista, no puede ser asimilado a una dictadura, más allá de su estilo grandilocuente, y en términos ideológicos tiene una línea bastante coincidente con la de Lula.
En Chile, el candidato de la izquierda que llegará a la segunda vuelta tras las presidenciales del 21 de noviembre, Gabriel Boric, también se acercaría a esta línea.
La centroderecha que dominó entre 2015 y 2019 muestra una tendencia decreciente. El Presidente chileno, Sebastián Piñera, termina su mandato con muy baja popularidad y la votación de un juicio político en la Cámara de Diputados. El nuevo presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, a pocos meses de haber asumido, se encuentra sufriendo una crisis de gobernabilidad. Los gobiernos de Luis Lacalle Pou, en Uruguay, y de Mario Abdo Benítez, en Paraguay, se mantienen en esta línea y sin amenazas por delante.
La novedad es la irrupción de lo que en Estados Unidos y Europa se denomina la ultraderecha, que toma a Donald Trump como referencia global, y a Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil, que acaba de afiliarse a un partido de centro. En Chile, un candidato que reivindica a Pinochet puede llegar a la segunda vuelta.
En esa misma línea se ubica Keiko Fujimori, la líder de la ultraderecha peruana, que perdió la segunda vuelta por menos de un punto contra Castillo. Esta línea también ha entrado en la política colombiana, donde expresidentes como Andrés Pastrana y Álvaro Uribe han participado de reuniones internacionales convocadas por el partido español Vox. Parte de la oposición boliviana, liderada por Luis Fernando Camacho, gobernador de Santa Cruz de la Sierra, también parece identificarse con esta corriente.
Hay casos que son difíciles de ubicar en este cuadro. Tal es el caso de los gobiernos de Perú, presidido por Pedro Castillo, y el de Bolivia, por Luis Arce. En estos oficialismos parecerían convivir sectores de izquierda democrática junto a grupos de tendencias dictatoriales.
Puesto en este contexto, el resultado de la legislativa argentina mostraría un triunfo de la centroderecha representada por Juntos por el Cambio y la irrupción de la ultraderecha con el éxito electoral de Javier Milei en la Ciudad de Buenos Aires. El Frente de Todos, en este análisis, parece encajar con la centroizquierda. Pero el peronismo, con su complejidad ideológica que sigue vigente, muestra también sectores reducidos que se insertan en Juntos por el Cambio y grupos que simpatizan con Milei, por otro un lado, y hasta algunos otros que admiran el modelo venezolano y defienden al gobierno nicaragüense.
El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría
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