El rompecabezas de Javier Milei: se profundizan las internas y disputas de poder en la cúpula del oficialismo
Sin una estrategia colectiva o una conducción política unificada, se multiplican los cortocircuitos en la estructura de La Libertad Avanza; tensiones en el Gabinete, el Congreso y el territorio
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El presidente Javier Milei llegó hasta la cima del poder de la mano de una organización política frágil. Él mismo admitió hace pocos días que su desembarco en la Casa Rosada se había producido gracias a una “triple carambola”. El aura de outsider, su prédica económica y su cruzada contra la “casta” le bastaron para triunfar en las urnas y dar un inesperado salto a la política grande.
Sin embargo, gobernar no es ganar, menos aún en un país con altos niveles de complejidad y conflictividad. Milei se topó con esa máxima en la semana pasada, cuando la multitudinaria marcha para reclamar por mayor presupuesto para las universidades encendió las luces de alerta en el tablero de la Casa Rosada sobre la tolerancia social al ajuste en las cuentas públicas. Sin mayorías en ambas Cámaras del Congreso ni la presencia territorial de gobernadores o intendentes propios, el líder de La Libertad Avanza lidia con el reto de dotar de gobernabilidad a su gestión en medio de una grave crisis en materia económica y frente a la creciente presión de grupos estratégicos para poner bajo asedio a las autoridades oficiales y lograr concesiones.
Las diferencias internas en la heterogénea fuerza que condujo a Milei hasta la Presidencia se hicieron más visibles desde el 1° de marzo, tras la apertura de sesiones ordinarias y el fracaso del tratamiento de la ley ómnibus en el Congreso. A las prematuras deserciones de exsocios electorales, las peleas por el reparto de los cargos públicos o los enfrentamientos en distritos estratégicos se sumaron los enredos y forcejeos entre altos funcionarios de la cúpula del Gobierno a la hora de desactivar conflictos, como ocurrió días atrás con la masiva protesta universitaria.
Por primera vez desde que asumió su cargo con un amplio apoyo popular, Milei debió enfrentarse a una situación de crisis. Hasta ahora Milei había delegado la “rosca” y la mediación en otros actores relevantes de su administración, como Santiago Caputo o Guillermo Francos e, incluso, su hermana Karina, cuya figura está custodiada por Eduardo “Lule” Menem. No obstante, Milei tuvo que intervenir esta semana para aplacar las disputas internas en su Gabinete, donde conviven “halcones”, “palomas” y “talibanes”, según la descripción que hizo días atrás el propio jefe del Estado ante la prensa.
¿Halcones vs. Palomas?
La pulseada más tensa es protagonizada por Sandra Pettovello, a cargo del Ministerio de Capital Humano, que agrupa secretarías clave como Trabajo, Desarrollo Social, Educación y Cultura, y el enigmático jefe de Gabinete, Nicolás Posse. La cartera de Pettovello se convirtió en un hervidero a medida que escalaba la disputa con los rectores de las universidades por la demora en el giro de los fondos. La respuesta oficial pareció tardía e impuesta. Maximiliano Kezceli, que estaba a cargo de legales, y Gerardo Marcelo Hita, que se desempeñaba como director del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, abandonaron sus puestos en la antesala de la marcha universitaria. Si bien Pettovello, que supo estar cerca de la Ucedé Capital, pero cuenta con escasa experiencia en política, confesó a sus allegados que se sentía desbordada, Milei cerró filas en su defensa. Al igual que a Luis Caputo o Patricia Bullrich, una “talibán” con caudal de votos propios, el Presidente considera a Pettovello como una de los “Messi” de su equipo de gobierno. Es decir, cree que es intocable, por lo que la sostendrá en su puesto. Milei atribuye la resistencia que provoca Pettovello a sus auditorías de supuestos “curros” de la “casta” en dependencias estatales y no a su inexperiencia en el manejo de los resortes del poder para neutralizar reclamos.
En Capital Humano se respira un clima de desasosiego y desconfianza. Son pocos los secretarios que pueden moverse con autonomía y no temen quedar envueltos en una “casa de brujas” ante eventuales filtraciones en la prensa. De hecho, Carlos Torrendell (Educación) recién quedó al frente de la discusión mediática por los rectores tras la marcha. Hasta ese momento, Alejandro Álvarez, subsecretario de Políticas Universitarias, era el encargado de negociar con la asistencia de Santiago Caputo, el consejero más admirado por Milei y flamante bombero de la gestión.
“No hay conducción, pero el problema no es Milei. Más allá de que confronta en público, él es pragmático en la intimidad. El tema es que puso a gente sin experiencia para gestionar o hacer política”, comenta uno de los colaboradores del Presidente. Como Karina Milei, la ministra Pettovello suele rodearse de leales para atravesar los periplos de la gestión de la cartera más caliente, ya que nuclea las presiones de distintos sectores sociales y sindicales. En el Gobierno relativizan su disputa subterránea con Posse, pero fuentes libertarias con llegada a los despachos oficiales describen una relación desgastada y plagada de desencuentros.
Con influencia e interés en áreas decisivas y sensibles, como Salud -donde orbita el influyente Mario Lugones- o inteligencia, Posse también tuvo roces con Francos al calor de la negociación con gobernadores y bloques dialoguistas por la ley bases. El ministro del Interior propició que Posse se involucre en las discusiones con los opositores para validar los acuerdos y no sufrir más desplantes en la interlocución por los giros de Milei y su mesa chica.
Si bien participó de varias reuniones con mandatarios provinciales o emisarios de Pro, la UCR o Hacemos Coalición Federal, Posse delegó en José Rolandi, secretario ejecutivo de gobierno, la tarea de puntear la letra fina de la nueva ley de bases y el pacto fiscal con los bloques opositores. Rolandi se instaló en el Congreso y se ganó la confianza de los dialoguistas.
La seguidilla de conflictos en la gestión -las renuncias en Capital Humano- y el impacto de la convocatoria de la marcha de los universitarios volvieron a poner a Posse en el ojo del huracán. “Era el supergerente de equipos y Santiago Caputo tuvo que intervenir en las reuniones con la CGT, los gobernadores o el conflicto con las universidades”, despotrica uno de los adversarios internos de Posse. El ministro coordinador ya había quedado en la mira de sus pares tras el escándalo por la suba de sueldos en el Ejecutivo. ¿Hubo diferencias con Milei, su íntimo amigo desde su paso por Corporación América? Es un rumor que corre en las filas de LLA.
Con ese trasfondo, Santiago Caputo volvió a oficiar como negociador. El encargado de imprimirle épica al relato libertario tejió tras bastidores para acordar con universitarios y sindicalistas. Está claro que sale fortalecido y aumenta su radio de acción en la gestión de estructuras de poder frente a un silencioso Posse, quien luce desinteresado de la tarea de la articulación política.
Volvió la semana pasada a Buenos Aires el mentor de Santiago Caputo. Se trata del omnipresente Rodrigo Lugones, exdiscípulo de Jaime Durán Barba, quien mantiene lazos estrechos con Pro. Otro protector de la identidad del Presidente y asesor todoterreno del gobierno libertario, cuyo espíritu conquistador encontró un freno esta semana en las calles y el Congreso.
El otro Caputo, “Toto”, se mantiene al margen de las disputas de poder en el Gabinete. Pese a su alto perfil en las redes sociales, no tiene interés en la construcción política y solo monitorea los números o el reparto de fondos para evitar que se reactiven las expectativas inflacionarias. No obstante, Federico Sturzenegger, autor intelectual del mega decreto de necesidad y urgencia de Milei para desregular la economía, reanudó la guerra fría con Caputo cuando dijo que disentía de la orden de frenar los aumentos de las prepagas o negociar con los jefes de la CGT con una visión más contemplativa.
Rupturas y tensión en los bloques
Tras la marcha universitaria, Milei debió intervenir para articular puntos de vista en el Gabinete y abandonó la intransigencia. No solo ordenó negociar con los rectores y hacer concesiones para dar cauce al malestar, sino que reconoció la protesta era por razones “nobles”. Sus enemigos políticos lo interpretaron como una señal de debilidad. En cambio, Milei cree que funcionó como un “principio de revelación” y que salió fortalecido por los apoyos opositores que tuvo la protesta.
Pese a que cuenta con una fracción mínima en Diputados, Milei habilitó concesiones y cambios en el texto de la ley bases por las variadas presiones de los bloques dialoguistas para garantizarse un eventual primer triunfo legislativo. Lo necesita para dar señales a los mercados sobre la sostenibilidad y seguridad jurídica de sus reformas y, sobre todo, empujar la reactivación económica.
El giro pragmático de Milei no sorprendió a los colaboradores más íntimos y antiguos socios de Milei, quienes recuerdan que supo construir vínculos en el Congreso con hombres de la política, como Cristian Ritondo, Florencio Randazzo o Rogelio Frigerio, a quienes valora pese a sus críticas a la “casta”. Incluso, Milei ha dedicado palabras respetuosas en la intimidad a Miguel Pichetto, uno de los protagonistas de la discusión por la reforma laboral. Quienes frecuentaron a Milei sospechan que las trabas a su acercamiento a Macri o los operadores políticos con experiencia nacen del círculo íntimo presidencial. Él, repiten en LLA, evita involucrarse en el arte de la “rosca”.
El bloque de diputados de LLA convive en un clima de internas. El choque entre Oscar Zago y Martín Menem, un escudero de Karina Milei dejó un tendal de heridos. Tras el desprendimiento de Zago y dos diputados, aún está pendiente la resolución del affaire de Marcela Pagano, quien sigue al frente de la Comisión de Juicio Político mientras se recupera de los problemas de salud que sufrió tras los chispazos. ¿Seguirá en la bancada? Los oficialismos no suelen romperse, pero LLA no sigue las lógicas del poder. Los siete senadores libertarios también transitan en un mar de dudas y diferencias. “Los diputados del oficialismo fueron espectadores en la negociación de la ley”, grafica uno de los jefes de los dialoguistas.
Si bien Milei podría conseguir la media sanción en Diputados de la nueva ley de bases y el paquete fiscal, el escenario luce más ajustado en el Senado. Quienes visitaron a Victoria Villarruel en los últimos días la notaron inquieta. Tras explicitar sus diferencias con Karina Milei, sigue aislada en la Casa -por el palacio legislativo- sin capacidad para cerrar acuerdos para garantizar lealtades a la hora de votar. “No le conceden ni mover a un delegado del PAMI. No puede ordenar”, alerta un dirigente que la conoce. Su consejero de campaña y exoperador todoterreno, el diputado Guillermo Montenegro, ya no incide en su círculo de poder.
La pelea en el territorio
Mientras su hermano lidia con las urgencias de la gestión, Karina Milei, secretaria general de la Presidencia, encara una operación compleja: conseguir que La Libertad Avanza sea un partido nacional. Apuntalada por la renovada ambición de los Menem y asistida por la cartera de Francos, Karina, la funcionaria más temida en el seno del Gabinete, choca con la “vieja guardia” de los libertarios en la pulseada por quedarse con el sello, un instrumento decisivo para el armado de listas. En silencio, construye poder y coquetea con una eventual candidatura. “Karina y los Menem buscan reclutar empleados, no dirigentes políticos”, dicen sus detractores.
Sin una estrategia colectiva ni una mesa política, se desató una guerra de tribus del mileismo en los territorios más poblados, como Córdoba, Buenos Aires, Mendoza o la Capital. En el rompecabezas de LLA hay libertarios fieles a Karina y exlugartenientes de Milei. No es casual que tanto en el parlamento porteña como en la legislatura bonaerense ya hubo cortocircuitos y fracturas. Ramiro Marra recuperó, sin anestesia, la jefatura de bloque en la ciudad con la asistencia de Zago y frenó la ofensiva de Karina Milei y su soldado, María del Pilar Ramírez.
El incipiente armado de LLA -que encabezan una tropa de novatos que forjaron vínculos de amistad con Karina- en el fortín de Pro puso en guardia al macrismo. Saben que no hay “cuadros” ni una amenaza latente, y por ahora les inquieta más la demora en la entrega de los fondos de coparticipación. “Es un error armar el partido a nivel nacional. Javier quiere trabajar con Macri y Pro. La elección de 2025 es distrital, los gobernadores van a tener ventaja y no vamos a tener a Milei en la boleta”, advierte un dirigente libertario con peso territorial.
Si había dudas sobre el poder de fuego de Karina por la llegada al Presidente, la publicación del organigrama del Estado -donde se ubica por encima de Posse- ratificó la influencia de la secretaria general en la mesa chica. Escoltada por el clan Menem, parece resistir la idea de los antiguos armadores de Milei de acordar con Pro para garantizarse una estructura propia y una red de apoyos o figuras taquilleras en todas las provincias. Por lo pronto, Bullrich trabaja para ganarse la confianza de los Milei.
El mapa libertario también se resquebraja en Buenos Aires. LLA se divide en ese vasto terreno en dos bandos: los soldados “leales” y los desterrados. Carlos Kikuchi, exarmador nacional, no solo rompió la bancada en diputados, sino que se alista para resistir en Buenos Aires, donde la articulación está a cargo de Sebastián Pareja y Nahuel Sotelo. En los Concejos Deliberantes también se multiplican las pujas de poder entre exlibertarios con origen en el massismo y el peronismo. “Son los traidores”, dicen los fieles a Karina Milei.
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