El riesgo de perder otra enorme oportunidad
La Argentina real conspira una vez más contra la Argentina posible; y la política aparece como la enorme barrera capaz de frenar lo que podría ser un poderoso viento de cola por varios años
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El canciller, Santiago Cafiero, lo escuchó en forma directa de los empresarios italianos con los que se reunió en Roma. La Argentina vuelve a ser una tierra de oportunidades que, a pesar de la excepcional coincidencia de circunstancias internacionales favorables que se le presentan, despierta más dudas que entusiasmo a la hora de invertir.
Economistas, empresarios y analistas internacionales concuerdan casi sin matices en que hay que remontarse un siglo atrás para encontrar paralelismos del enorme ventanal de oportunidad que se le abrió al país tras la salida de la pandemia, la brutal invasión rusa a Ucrania y la reconfiguración en progreso del orden mundial.
Sin embargo, el riesgo de que nuevamente se desperdicie una coyuntura así resulta demasiado probable. La Argentina real conspira una vez más contra la Argentina posible. Y la política aparece como la enorme barrera capaz de frenar lo que podría ser un poderoso viento de cola por varios años. Más aún cuando ni siquiera se puede dar por segura la continuidad del Gabinete. El juego sigue abierto. Por decisión y defección presidencial.
“El problema es que a la Argentina nadie le cree”. Ninguna expresión puede resumir mejor que esa lapidaria frase con la que remató su análisis sobre la complicada situación nacional uno de los economistas internacionales más admirados por el ala occidental-productivista del Gobierno.
La dijo Jeffrey Sachs en una entrevista con Clarín, publicada ayer, luego de su presentación ante el Consejo Económico y Social. El profesor de Columbia (este sí, de verdad) es asesor externo de la criatura del secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia, Gustavo Beliz, un sempiterno idealista con escasos resultados concretos en su haber.
Así, dos de los funcionarios más escuchados y estimados por Alberto Fernández, como son Cafiero y Beliz, recibieron sin intermediarios un baño de realidad y un llamado de alerta que solo el optimismo que los caracteriza puede atenuar.
Hombres de fe ambos, suelen chocarse con las duras contingencias de la existencia, como la que lo dejó al canciller sin la anhelada reunión y foto con el Papa por una pontificia dolencia en la rodilla. Mala pata. La cuestión material terminó supliendo a la espiritual. Y, como es obvio, no fue tan reconfortante. Aunque como siempre en esos eventos, la gente de negocios procura ser diplomática y matizar exigencias con promesas y halagos, que no les cuestan ni un euro y, a veces, les reportan beneficios.
Cafiero y Beliz, como el Presidente, siempre prefieren ver el vaso medio lleno, aunque los esté ahogando la sed. Confían en que, pese a todo lo que el Gobierno hace y todo lo que no deja, no quiere o no es capaz de hacer, los empresarios y los inversores arriesgarán su capital en un país que ofrece tantas oportunidades (y ahora mucho más) como incertidumbre. Un país que arrastra un récord de descalabros, cambios de reglas y ausencia de previsibilidad difíciles de igualar. Es lo que resumió Jeffrey Sachs.
Los especialistas y analistas coinciden en que los efectos de la guerra de Rusia durarán varios años (plazo que oscila entre el quinquenio y el decenio) y que mantendrán elevados los precios de los recursos con los que Argentina cuenta y podría contar en mayores proporciones si se ordenara y llegaran inversiones. A los granos, carnes y sus derivados, más petróleo, gas y minerales, le suman la economía del conocimiento que hoy provee la convulsionada Europa del Este y que el país podría suplir o complementar en mayor o medida. Todo presentado bajo la conjugación en modo potencial y atenuado por las circunstancias de tiempo y lugar. Es posible, quizá probable y nada está asegurado.
Goles en contra
Uno de los jerarcas de una de las calificadoras de riesgo más importantes del mundo que estuvo recientemente en el país coincidió en sus conclusiones ante interlocutores locales con lo que vienen advirtiendo directivos de fondos de inversión y empresarios de compañías internacionales con algún vínculo con el país, como algunos de los representantes de las empresas italianas que estuvieron con el canciller.
Los temas cambiarios, tributarios y laborales, así como el déficit fiscal y la inflación aparecen en todos las conversaciones en forma de reclamos, advertencias o restricciones para las inversiones.
Detrás de todo eso está la incertidumbre que aporta la política, sobre todo por la interna sin retorno ni solución dentro de la coalición gobernante. El país que el albertismo se imagina, pergeña y a veces intenta concretar poco y nada tiene que ver con el que pretende y trata de imponer el cristicamporismo. Ni hablar con el que pregona Sergio Massa. No son los únicos que intervienen en la puja. El bloqueo y los avances y retrocesos están a la orden del día para espantar a los que evalúan riesgos y oportunidades. Goles en contra que se hace el país.
“Los empresarios manifestaron su preocupación por el acceso al mercado de cambios para pagar deudas o girar dividendos a las casas matrices. También manifestaron sus dudas respecto de si el crecimiento de 2021 había sido un rebote o se iba a sostener”, reveló una fuente que participó de la reunión que mantuvo Cafiero con directivos italianos.
El canciller, fiel a sí mismo, les dijo que la situación de reservas se está regularizando y que hay normativas para las inversiones extranjeras con destino de exportación que facilitan el acceso al mercado de cambios. También que las proyecciones del FMI y del Banco Mundial se siguen corrigiendo al alza, en torno al 4%, y que las previsiones del Gobierno son más optimistas.
El relato oficial choca con realidades que muchos de los interlocutores del canciller conocen de primera mano. No solo registran enormes trabas y prohibiciones de facto para girar dividendos. También existen numerosos casos en los que tienen dificultades a la hora de hacerse de divisas destinadas a importar bienes de capital destinados a producir bienes para el mercado local y exportar. Es el caso de una fabricante de electrodomésticos y de más de una automotriz que por estos días corren el riesgo de tener que parar la construcción de una línea de producción por ese motivo. La generación de nuevos impuestos o cambios imprevistos en las reglas de juego suma escepticismo. La fe no mueve las fábricas.
A esas realidades contantes y sonantes, se suma la crisis de autoridad que muestra el Gobierno. Fernández, Beliz, Cafiero o los ministros de Economía, Martín Guzmán, y de Producción, Matías Kulfas, interlocutores habituales de empresarios, inversores y de funcionarios de otros países, son portadores de una notable capitis deminutio. Lo que ellos prometen siempre es relativizado y puesto a la espera de que la realidad lo confirme o lo desmienta. Y lo último es demasiado frecuente.
“Es difícil saber quién manda y quién y cuándo terminará decidiendo”, fue la conclusión de un poderoso hombre del mundo de los negocios después de recorrer recientemente los más altos despachos oficiales. Preocupante. Sus análisis y los de su compañía suelen definir inversiones de impacto global y de largo alcance.
Lo que más inquieta es que nadie ve que en el horizonte cercano se disipe esa situación de crisis y bloqueo. Y aún quedan por delante veinte meses de gobierno de la sociedad en descomposición Fernández-Kirchner, con el agravante de que en la mitad del tiempo restante todo estará teñido (más que ahora, desde ya) por el año electoral.
Las últimas disputas dentro del oficialismo disparadas por la cuestión judicial y la reaparición de Cristina Kirchner para instalar su agenda y marcar la cancha agravaron la incertidumbre. Un conflicto de poderes, con la Corte Suprema como eje, es un aporte inestimable a la inseguridad y la imprevisibilidad. Nada que ahuyente más al capital.
“Son varios los países con muchas riquezas y enorme potencial, que son pobres y en los que nadie quiere hacer inversiones de riesgo y a largo plazo”, advierte el titular de un fondo que hundió capital en la Argentina y que suele arrepentirse.
Casting de posibles ministros
Las versiones que siguen circulando sobre la estabilidad del Gabinete y los posibles cambios, que continúan incluyendo a Guzmán, están demasiado lejos de aportar alguna tranquilidad. En las últimas semanas al menos cuatro economistas recibieron sondeos encargados por la Casa Rosada.
Las renovadas embestidas del cristicamporismo contra el Presidente y su ministro, más la falta de señales positivas que enviaron varios de los sondeados y la inverterada indecisión de Fernández volvieron a poner en el freezer los cambios. “Pero a Guzmán le espera un semestre sin buenas noticias”, alertó uno de los que integra el casting de posibles reemplazantes.
A todo eso cabe sumar la flacidez preocupante que muestra el albertismo en medio del reagrupamiento del cristicamporismo, como lo expresa la división (no solo formal y por conveniencia) de los bloques oficialistas del Senado.
De los tres ministros, con arraigo territorial por su condición de intendentes, que están en el Gobierno solo uno de ellos se juega el pellejo públicamente por Fernández.
El titular de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, no deja dudas en público y en privado acerca de cuál es el lado de la grieta en el que habita. Aunque sigue fiel al Presidente, el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, sigue apostando a la multilateralidad, con el argumento de que trabaja para sostener unido al Frente de Nadie. En cambio, del lado cristinista de la vida es ubicado el titular de Hábitat, Jorge Ferraresi, a quien hace apenas unas semanas contaban como un neoalbertista fiel. Algunos ahora hasta lo califican de espía.
En tanto, los voceros que salen en defensa del Gobierno tienen la voz cada vez más tenue. Las recientes apariciones públicas de Vilma Ibarra, eterna habitante de las sombras del poder, es un claro ejemplo de ese adelgazamiento. Para adentro y para afuera, ella siempre busca poner paños fríos en la caliente contienda de su jefe con el cristicamporismo. El estrés postraumático dejado por las dos frustradas experiencias de gobierno que vivió más íntimamente parecen seguir operando sobre ella. No se olvida de Chacho Álvarez ni de su hermano Aníbal. Así, se ha convertido en la barrera más infranqueable que encuentran los que siguen empujando a Fernández a emanciparse.
Es evidente que la política aporta demasiados factores de riesgo. Tanto como que las oportunidades no duran para siempre.
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