El riesgo de confundir realidades con deseos
Uno de los errores más graves que se puede cometer en política es negar la realidad o confundirla con las expresiones de deseos. Es posible que en eso radiquen muchos de los daños que se autoinflinge el Gobierno con notable frecuencia. Eso también podría explicar los recurrentes desaciertos de los dirigentes opositores y de los más fanáticos antikirchneristas.
Las flamantes elecciones porteñas acaban de dejar muestras que permiten comprobar de que a ambos los afecta el mismo virus.
En el caso del Gobierno fue notable cómo se dinamitaron en unas pocas horas los esbozos de admisión de la realidad que significaron los gestos de tolerancia de su candidato biderrotado, al felicitar públicamente al ganador como no había hecho en primera vuelta, y de la propia Presidenta,al llamarlo telefónicamente a Mauricio Macri para saludarlo por su victoria.
Poco después los dos principales voceros oficiales, Florencio Randazzo y Aníbal Fernández, se encargaron de confirmar que poco y nada había cambiado para el oficialismo: afirmaron que Macri no tiene ningún mérito en su triunfo y que al Gobierno no le cabe ninguna responsabilidad en la derrota de Filmus. Según su tesis, Macri sólo ganó por la influencia de los medios, especialmente los diarios LA NACION, Clarín y Perfl (sic).
Si la afirmación no resiste ningún análisis político ni de opinión pública medianamente serio, más grave parece que tanto Fernández como Randazzo omitan una obviedad: en la Capital se da la mayor pluralidad y diversidad mediática del país y, sobre todo, existe la mayor densidad de medios afines al Gobierno del país. Es decir que a los porteños no sólo le sobran opciones para informarse sino que son los que más expuestos están al relato oficial. Aún así eligieron a un jefe de gobierno que se ubica en las antípodas de ese relato.
"Las flamantes elecciones porteñas acaban de dejar muestras que permiten comprobar de que a ambos los afecta el mismo virus"
En el caso de la dirigencia opositora y de los más fanáticos antikirchenristas la confusión entre lo que pasa y lo que les gustaría que pasara tampoco es menor. Tanto el arrollador triunfo de Macri como la demoledora derrota de los kirchneristas Filmus, en Buenos Aires , y Agustín Rossi, en Santa Fe, han llevado sus expresiones de deseos de que Cristina Kirchner sea derrotada en las elecciones presidenciales al grado de infalible profecía, cuya realización sólo depende del paso del tiempo. Todo lo que se diga en sentido contrario es publicidad K.
Olvidan los dirigentes antikirchneristas y sus seguidores que no existe ninguna encuesta seria que avale, actualmente, sus augurios, pero sobre todo niegan (u olvidan) que, al menos hoy, para las elecciones presidenciales no existe ningún candidato no oficialista que se erija como una opción real de poder, en medio de un mar revuelto e indiferenciado de postulantes. Olvida (o niegan), también, que esa sea una diferencia sustancial con lo que ocurrió en las elecciones porteñas y santafecinas tanto en 2007 como en 2011, donde la oposición sí ofrecía una opción real de gobierno. Además, tampoco hoy existe un horizonte probable de polarización que dé sustento a sus ilusiones.
Por si quedan algunas dudas sobre los datos de la realidad que fundamentan estas últimas líneas, va a aquí un adelanto: el último Indice de Confianza en el Gobierno que elabora la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, bajo la dirección del politólogo Sergio Berensztein se ubica en uno de los niveles más altos de la gestión de Cristina Kirchner y muestra una suba de 8% respecto del mes anterior. Los datos fueron relevados entre el 7 y el 15 de julio, es decir, después de los escándalos de Schoklender y de la triunfal primera vuelta de Mauricio Macri. Nada de eso afectó la imagen del Gobierno, que, por el contrario, mejoró en la percepción general.
Esas son la fotos de hoy, aunque a muchos no les gusten. No necesariamente deben ser la película de mañana. Lo que es difícil es que el kirchnerismo logre una mejor performance en las elecciones porteñas y que la oposición tenga un candidato presidencial con posibilidades de triunfo mientras confundan lo que pasa con lo que desean que ocurra.
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