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El gobierno satelital de Alberto Fernández gira en torno a un sol –para algunos, un sol negro- que es Cristina Kirchner.
Un gobierno satelital con preocupaciones completamente diferentes a la agenda de la gente común. En el Gobierno hablan de “guerra de guerrillas contra la Justicia”, persecución a jueces y periodistas, disciplinamiento a empresarios, la designación de un cruzado como Martín Soria en el ministerio de Justicia, definido por quiénes lo conocen como un patotero y una persona peligrosa cercana al bajofondo del poder.
¿El perfil de Soria resuelve problemas o los agrava?
Para empezar le resta aliados al oficialismo en el Congreso para sancionar la reforma judicial que busca Alberto. Con Soria de ministro se amplió la brecha en diputados de los que no la votarían, sobre todo desde los bloques federales (Weretilnek).
En el medio del drama de la pandemia, la falta de vacunas y una crisis económica terminal, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, se dedica también a chicanear a opositores, como si estuviera en un centro de estudiantes.
Macri presentó hoy su libro “Primer tiempo”, una presentación que para muchos es la preparación para un segundo tiempo en la política.
Pero hablábamos de dos agendas: la del gobierno satelital de Alberto, desesperado por satisfacer a Cristina a quien nunca logrará satisfacer, y la de la gente.
¿Cuál es la agenda de la gente?
Nos estamos quedando sin stock de vacunas. Hay aumento de casos de Covid (un 11 por ciento). Varios especialistas vaticinan que podríamos arrancar con la segunda ola. Hoy el infectólogo Roberto Debagg alertó sobre una novedad: un derrame viral en el cono sur de la cepa de Manaos.
La agenda de la gente es simple y dramática: un dilema de vida o muerte.
En el AMBA quedan vacunas para pocos días y el Gobierno, después de tantos papelones, ya no dice cuándo llegarán más dosis al país. Ya no da más fechas. La Ciudad tiene stock para inocular hasta el sábado. En la Provincia tienen para 15 días.
El Gobierno ya se gastó la mitad del presupuesto de este año para la vacunación y apenas pudo vacunar a menos del 1 por ciento de la población. Se compraron 15, 5 millones de dosis, según el oficialismo, pero hasta ahora llegaron 4 millones. El Gobierno explicó también que pagó dosis que no recibió y que “ya van a llegar”.
Carla Vizzotti dijo: “Todo lo que parece lento nunca en la historia fue tan rápido”. Ahora ya no es la sensación de inseguridad sino la sensación de lentitud. No es que las vacunas lleguen lentamente sino una sensación de lentitud que tenemos los argentinos.
El Gobierno comparó comprar vacunas con comprar un auto: “Compras y tal vez se demoran en entregarlo”. Es un ejemplo poco feliz: es que si no te llegó el auto viajas en colectivo, perderás más tiempo, pero con el Covid si no tenés la vacuna podés perder la vida.
Hay que desmontar un mito que el Gobierno se encarga de alimentar para encubrir su inoperancia: que no hay vacunas en el mundo.
No es cierto. Contábamos aquí que un importante jugador de la medicina privada me contó que el gobierno de Estados Unidos está ofreciendo a países de América Latina 20 millones de vacunas a unos 20 dólares: de estado a estado.
¿Por qué el gobierno argentino no las compra? Y tengo otra pregunta: ante la emergencia, ¿no podría Larreta comprarlas para la Ciudad? ¿Algún acuerdo se lo impide?
¿Vuelven las restricciones?
Tenemos que mirar lo que pasó en Formosa cuando el zar Gildo Insfrán quiso volver a encerrar a la gente. ¿Formosa es una vista previa de lo que podría pasar en el AMBA si se vuelve a fases iniciales de la cuarentena?
Hoy Alberto Fernández se reunió con los gobernadores para evaluar la reposición de algún tipo de restricción a la circulación, no antes de la segunda quincena de abril. Como en todos los temas, el Gobierno tira la pelota para adelante, procrastina. Fernández, como CEO de Cristina, se muestra como un CEO procrastinador.
Un país colapsado está girando en torno a las necesidades de la mujer más poderosa de la Argentina.
“La expresidenta no está bien, no sé si alguna vez lo estuvo”, dice Macri en Primer tiempo, el libro que presentó esta tarde.
Hoy me acordaba de las seis horas de conversación que grabé con él en 2016, durante primer año de gobierno, mientras hacía el libro “M”, una biografía coral sobre el macrismo que se publicó en 2017.
Había pasado un año desde su asunción y mirá lo que decía Macri de su última conversación con Cristina Kirchner (por el frustrado acto de traspaso del poder) y lo que pensaba de ella.
En Primer tiempo, Macri parece desarrollar esta tesis: mi momento fue un proceso de deconstrucción del populismo, que no se puede resolver en apenas cuatro año. No se trata de un fracaso sino de un proceso de aprendizaje y de transformación. Es decir, vendrán otros tiempos.
En 2016, le pregunté si Juntos por el Cambio era un proyecto de poder o si, por el contrario, él podría ser un paréntesis entre dos peronismos. Y entonces respondió lo para él sería un fracaso al final de su primer mandato.
Y mientras la oposición –o una parte de ella- tuvo hoy su liturgia, Máximo Kirchner y Sergio Massa tejen una sociedad que, si prospera, vamos a empezar a hablar de ella.
¿De qué se trata? ¿Sabés cómo le dicen los kirchneristas a Alberto Fernández? ¿Te imaginás si Larreta, hablando con periodistas se refiriera a Mauricio como “Macri”?
¿Qué quiero decirte con esto?
Madre e hijo ya no piensan en Alberto como un sucesor de sí mismo, sino como un funcionario que no funciona. La Cámpora preparaba su proyecto de poder para 2027. Pero ahora lo aceleró.
Tenés que mirar lo que pasa en la provincia de Buenos Aires. Ahí hay una clave.
El hijo de Cristina se encamina a convertirse en el jefe del peronismo bonaerense. ¿Qué significa? El primer capítulo de la colonización del conurbano, territorio donde reina su madre, porque con ese cargo va a poder manejar la lapicera de las listas electivas de este año. Además, tiene un juez electoral aliado: Ramos Padilla.
¿Qué busca Máximo? De mínima ser gobernador en 2023, por eso hoy tenés una relación tensa entre Máximo y Kicillof. ¿Y Massa? Nunca abandonó su obsesión: en ese esquema, muy prematuro aún, busca la presidencia con su nuevo aliado, Máximo.
Mientras tanto, Alberto va a un programa que se llama Fuego amigo y, cuando empieza a responder una pregunta, le suena la música del Titanic.
Todo tiene que ver con todo.
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