El recuerdo de los civiles que burlaron el bloqueo inglés
Los tripulantes del Formosa se reúnen todos los años desde 1982
La historia del Formosa es tal vez una de las más electrizantes de las vividas durante la Guerra de Malvinas. Es que no sólo se trata del único barco que logró romper por dos veces, de ida a las islas y de regreso al continente, el bloqueo establecido por la flota británica sobre el archipiélago. También cobró más relevancia porque quienes realizaron esta proeza fueron 41 civiles de la marina mercante argentina que en 1982 trabajan en la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA).
Si a todo eso se le suma el hecho de que el barco debió sortear la persecución de un submarino inglés y que sobrevivió al ataque de tres aviones de la Fuerza Aérea Argentina que, al sur del estrecho de San Carlos, confundieron al Formosa con un petrolero británico y que en la embarcación cayó una bomba que no estalló por milagro, la historia tiene todos los ingredientes para hablar de hazaña.
"La bomba no reventó porque la espoleta estaba mal armada. Así que ese día alguien de arriba nos ayudó", recuerda Juan Gregorio, el capitán que guió al Formosa en aquella histórica travesía.
"Ese día" fue el 1° de mayo de 1982, apenas horas después de que el barco zarpara de Puerto Argentino con destino a la Isla de los Estados. Fue el mismo día en que las fuerzas británicas lanzaron su primer ataque a las islas. Para ese momento, el capitán Gregorio y su tripulación ya habían cumplido la tarea que, en el más absoluto de los secretos, les había asignado en el Edificio Libertad el jefe del Estado Mayor de la Marina, capitán de fragata Carlos Enrique Vento.
El Formosa zarpó del puerto de Buenos Aires el 13 de abril con 3500 toneladas de alimentos y pertrechos militares (combustible para aviones, camiones, tanquetas, cocinas de campaña) que, a la postre, se convirtieron en casi los únicos suministros que recibieron las tropas argentinas que habían desembarcado el 2 de abril.
Gregorio recuerda la llegada al archipiélago, el 20 de abril, con emoción, pero también con un cierto dejo de amargura. "Las islas eran una gran desorganización. Puerto Argentino no tenía un muelle para soportar la descarga de las 3500 toneladas que llevábamos y se tardó 15 días en descargar un barco que se había cargado en 6 días", recuerda. A su arribo, Gregorio fue recibido por el gobernador de las islas, Mario Benjamín Menéndez, al que recuerda como "un generalcito engominado".
Pista de aterrizaje
La descarga finalmente se pudo realizar gracias a la idea de utilizar una pista de aterrizaje desmontable, que el propio Formosa había llevado a la isla, para reforzar el muelle.
El regreso al continente se produjo el 1° de mayo, con el archipiélago bajo fuego enemigo. "Yo salgo a las 10, cuando el almirante Otero me dice: «Ahora puede escapar», y agrega: «Good luck». Cuando me dijo eso, pensé: «Bueno, estás por las tuyas, Gregorio»", dice el capitán, y sonríe. Pero al Formosa todavía le esperaban nuevas pruebas en la desembocadura del estrecho de San Carlos cuando "aparecieron tres aviones y nos tiraron cuatro bombas; dos cayeron a los costados, en el agua, y el buque pegó un salto; una tercera pegó en un palo macho, dejó el paracaídas allí y cayó al agua y explotó", cuenta Gregorio.
Sin embargo, "una cuarta bomba entró en la bodega tres, frente al puente". "Si reventaba esa bomba, el buque se partía por la mitad", asegura el capitán del Formosa. Por último, una de las aeronaves realizó una nueva pasada y disparó una ráfaga de ametralladora.
Gregorio se enteró después de que aquel día fue víctima de lo que se denomina "fuego amigo". "El que tiró esas bombas era el capitán Carballo, de la Fuerza Aérea, con su escuadrilla Trueno", asegura.
La bomba fue trincada con cuñas de madera y bolsas de aserrín en la bodega, y grande fue la sorpresa cuando, ya en Buenos Aires, el personal de Prefectura que concurrió a retirarla descubrió, al girarla, la inscripción "Fuerza Aérea Argentina".
"Para mí había sido atacado por Harriers", jura Gregorio, que, una vez finalizado el ataque, y para calmar a su tripulación, que se había refugiado en el sollado de la nave, le pidió al mozo del Formosa una taza de té con limón. Aquellos hombres se reúnen cada año, en los primeros días de mayo, para recordar la travesía. "Nunca viví nada igual", sentencia Gregorio, condecorado junto a la tripulación del Formosa por su "patriotismo e idoneidad".
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