El punto no escrito del pacto de Javier Milei con la corporación política
El Presidente definió de urgencia otro giro en la política monetaria ante el miedo a una corrida; sospechas de conspiraciones en medio de gestos para afianzar la gobernabilidad
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En el transcurso de una semana, Javier Milei pasó de anunciar la fundación de una nueva Argentina a sufrir la zozobra del viejo drama nacional con el precio del dólar. Fantaseó con un destino de prócer en Tucumán. Comandó un desfile militar arriba de un tanque. Denunció un golpe de mercado. Y partió a una cumbre internacional de magnates, desde donde anunció por sorpresa otro giro en su programa monetario.
El gobierno de La Libertad Avanza atraviesa el invierno en una montaña rusa. Gana batallas simbólicas contra “la casta” política, mientras se interna en un denso pantano económico desde que dejó en claro que no va a desarmar el cepo cambiario en el corto plazo.
El temor a una corrida cuando abran los mercados el lunes convenció a Milei y a su ministro de Economía, Luis Caputo, de pasar a un régimen de “emisión cero”. Lo terminaron de definir en las 13 horas y media del vuelo en jet ejecutivo que los llevó desde Aeroparque a un paradisíaco resort del estado de Idaho. Es habitual entre ellos: hablan más en los viajes que comparten que en la rutinaria Buenos Aires.
Milei apostó fuerte. “Cero pánico” dijo que le genera el hecho de que los dólares libres hayan tocado la barrera psicológica de los 1500 pesos. La brecha ya supera el 60%. Él evaluó que no hay una demanda genuina de dólares porque el Banco Central está comprando divisas en el Mercado Único Libre de Cambios (MULC). A su juicio, desde el lunes se va a apreciar una baja de las cotizaciones porque los dólares que compre el Central, los ofrecerá en la ventanilla del contado con liquidación (CCL) y el MEP. Se trata de comprar barato y vender caro: ¿qué dirán los exportadores que dudan si liquidar o no la cosecha?
“El peso va a ser recontra-escaso. Va a ser más brutal la caída de la inflación y eso nos pone más cerca de la salida del cepo”, vaticinó Milei.
A diferencia de otras ocasiones –en las que promete mejoras a 45 años vista– se puso una prueba de fuego a cortísimo plazo. La semana que empieza resultará decisiva no solo para esta nueva jugada de control del dólar, sino también porque debe concretar la operación de canje de los bonos con seguros de cambio (puts) que están en manos de los bancos.
Es una de las tantas bombas heredadas que Milei y Caputo tienen que desactivar. El primer intento de manipular los cables casi termina en explosión, cuando el ministro y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, anunciaron dos semanas atrás la intención de revisar ese statu quo.
Milei se enfureció con el Banco Macro por haber vendido después de aquella comunicación bonos por el equivalente a 1,8 billones de pesos mediante puts, lo que obligó a un salto en la emisión monetaria. Lo asoció a un acto de desestabilización promovido por Sergio Massa, de histórica relación con la familia Brito, dueña de la entidad financiera.
Caputo intentó bajar el tono en público el jueves, después de escuchar la explicación de directivos del Macro. Milei no lo convalidó: redobló la apuesta horas más tarde con nombres y apellidos. “Hoy el Macro es el enemigo para él. Lo anotó en la libretita negra. Javier es así”, dijo un funcionario de la Casa Rosada.
El ataque al Macro le da un tinte político a un problema financiero complejo. De hecho, el crecimiento de la base monetaria posterior al anuncio de Caputo y Bausili fue muy superior a los $2 billones que operó el banco de los Brito, lo que indicaría que no fue el único que jugó de esa manera. La asociación que nuclea los bancos nacionales acusó de “injusta e incorrecta” la denuncia del Presidente y advirtió que “genera dudas sobre la libertad de comercio”.
En los valles soleados de Idaho, Milei sopesó denunciar que se viene otro intento de golpe de mercado. Finalmente, junto a Caputo resolvieron ofrecer una medida que los muestra “acelerando según el plan”. Una narrativa que subraya el rumbo y disimula las dosis ingentes de improvisación con que se atiende la emergencia.
La trampa del cepo sobrevive. Con esa maraña de 43 regulaciones, la recesión puede extenderse dolorosamente. Sin ella, se agiganta el peligro de un salto cambiario que dispare la inflación y le arruine a Milei la misión que cumple con fervor religioso.
La realidad es que la brecha se amplía, los exportadores no liquidan divisas, las reservas no crecen (en julio y agosto disminuirán por la compra de gas al exterior) y el costo potencial para liberar el tipo de cambio siguen aumentando. Es un círculo vicioso: la actividad no rebota, la recaudación se encoge y el Gobierno debe profundizar el ajuste para mantener el equilibrio fiscal.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), que debería aportar el préstamo imprescindible para levantar el cepo, duda sobre el sendero que trazan Caputo y Milei. El ministro ha explicado que se mantendrá el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial al 2% mensual hasta que la inflación llegue a ese nivel. En ese punto, la salida se podría hacer a una cifra más parecida a la cotización oficial que a la del paralelo, sostuvo esta semana.
¿Será el giro abrupto hacia la “emisión cero” el inicio de un plan B para salir del atolladero que les legó la gestión Alberto Fernández-Cristina Kirchner-Sergio Massa? Caputo, fiel a su reputación en el mercado, nunca muestra todas las cartas antes de tiempo.
La “casta” acompaña
La cruzada por contener al dólar y reducir la brecha cambiaria captura la atención de la corporación política, que en un porcentaje muy elevado acompañó la firma del Pacto de Mayo.
En el frío de Tucumán se vivió un desfile de gente previsora: mejor estar cerca de un líder al que las encuestas le sonríen. Milei y su gente administran con especial pericia su doble condición de presidente débil y popular. Aquel que se niegue a aceptar el convite a un acuerdo solo puede esperar que le cuelguen el cartel de conspirador.
El discurso de Milei reforzó esa idea cuando acusó a los gobernadores ausentes de integrar el club de los que quieren boicotear al Gobierno para hacerlo caer. Les ofreció la posibilidad de “redención” si aceptan sumarse a la propuesta libertaria. Fue una prueba acaso inconsciente de que mantiene firme su creencia de que el consenso es una forma de corrupción.
Los firmantes del pacto se resignaron a ser peones de un tablero en el que Milei se puso en el lugar del rey. Se diseñó una coreografía de gobernabilidad muy útil de cara el exterior, donde suelen diluirse los detalles. Pero vista de cerca la foto de unidad es un espejismo a la espera de los resultados económicos.
“El compromiso de los gobernadores depende casi exclusivamente de la aceptación de Milei en la opinión pública. Es un trabajo de largo aliento”, dice uno de los operadores principales del pacto. El comité que debe darle vida a las 10 consignas del acta firmada en la Casa Histórica está lejos de conformarse. No saben bien aún cómo definir a los integrantes y de qué modo ejecutarían su trabajo. Minucias.
Hay un punto no escrito del Pacto de Mayo del que depende la posibilidad de un consenso verdadero: que el plan económico funcione y la esperanza ciudadana se cristalice. A los 18 gobernadores que viajaron a Tucumán se les sumará esta semana el santacruceño Claudio Vidal, que evitó salir en la foto, pero avisó que va a ir a la Casa Rosada a firmar. ¿Cuántos de ellos seguirán de pie al lado del Presidente si las cosas se tuercen?
“Se ordenó el tablero en términos ideológicos”, opina Milei y anuncia una Argentina dividida sin matices entre liberales y colectivistas. Pero no dejará de sonar a caricatura mientras coloque de su lado, por nombrar solo a uno, al santiagueño Gerardo Zamora, que supo ser más kirchnerista que Cristina.
Elecciones a la vista
La precariedad de los vínculos entre los libertarios y su desperdigada oposición queda reflejada en las gestiones electorales para 2025. Karina Milei encabeza el armado de un partido nacional, mientras el asesor Santiago Caputo explora con sigilo posibles alianzas provinciales.
Están corroborando que la mayoría de los gobernadores que firmaron el pacto tienen un plan A y un plan B para las legislativas, dependiente de cómo evolucione la popularidad de Milei. Algunos de ellos se plantean ofrecerle compartir la boleta a La Libertad Avanza y evitarse problemas de pago chico. Pero nadie está en posición de cerrar nada.
El mayor foco de tensión se avizora en la ciudad de Buenos Aires, el bastión del Pro. Los choques de las últimas semanas, incluida la muy comentada incomodidad de Mauricio Macri por el papel que le dieron en la ceremonia de Tucumán, aflojaron un poco en las últimas horas. Milei ordenó no escalar el conflicto, a contramano de su naturaleza. A Patricia Bullrich le pidieron mesura, a pesar de que en la Casa Rosada la sueñan como candidata a senadora por la Capital -todo un desafío al poder de los Macri-.
Curiosamente el diálogo más fluido se da con los peronistas “amigables”. Daniel Scioli, libertario de toda la vida, ha empezado a trajinar ese mundillo, en asistencia a su valedor y jefe de Gabinete, Guillermo Francos. En el Gobierno imaginan a Gustavo Sáenz (Salta), Raúl Jalil (Catamarca), Hugo Passalacqua (Misiones) y Osvaldo Jaldo (Tucumán) como impulsores de un nuevo polo peronista que desafíe al kirchnerismo desde adentro. “No los queremos desunidos, todo lo contrario. Queremos que articulen un espacio nuevo”, dicen.
¿Cómo se conecta esa pretensión oficialista con las versiones de que Cristina Kirchner se propone asumir la presidencia del PJ? ¿O su motivación será otra? Después del receso invernal, la Cámara de Casación definirá si ratifica la condena por corrupción en el caso Vialidad. Si ella estuviera al frente del partido, podría presentar un eventual fallo en su contra como una persecución a todo el peronismo.
Los libertarios disfrutan de las internas de sus adversarios, pero no están libres de ese mal. En Buenos Aires estalló una crisis por los legisladores que entraron en las listas de Milei y ahora apoyan a Axel Kicillof en la creación de una empresa estatal de ambulancias. Por no hablar de la cada vez más indisimulable distancia entre la vicepresidenta Victoria Villarruel y el entorno de Milei, sobre todo con su hermana.
Villarruel integra la lista de figuras a las que Milei prefiere no atacar de frente. Lo mismo que Macri. Y que el papa Francisco. Sabe cuándo ser estratégico: él también lee las encuestas y no le interesa pelearse con aquellos que su electorado ve con buenos ojos.
Al Presidente lo corre el mercado y tiene la presión de probar su capacidad de gestión ahora que el Congreso le dio las facultades especiales que pedía. La corporación política se hizo a un lado, de momento, y Milei, tan dependiente de la épica, necesita nuevas “castas” por domar.
El viernes mientras volaba a Idaho en un avión equipado con banda ancha de Starlink tuiteó contra el presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, por su oposición al proyecto para convertir a los clubes de fútbol en sociedades anónimas. Había comprobado en la burbuja de su algoritmo la horrible repercusión del video en el que el dirigente Luciano Nakis le sacaba a Tapia el sudor de la nuca durante un partido de la Copa América. Envalentonado, dijo desde Estados Unidos que le iba a pedir al flamante ministro Federico Sturzenegger que avanzara en la desregulación del fútbol. ¿Se animará a una guerra frontal contra la AFA?
En el oficialismo, como Nakis, ponen paños fríos. Dependerá en gran medida de cómo salga la Selección Argentina contra Colombia en la final de la Copa y cómo quede la imagen de Tapia después del resultado. Milei se animó a decir en público que le encantaría conocer a Lionel Messi y recibir al equipo si sale campeón. Desde la concentración llegaron señales negativas. No visitaron a Alberto Fernández cuando ganaron el Mundial; tampoco prevén hacerlo ahora.
Lo que nunca estuvo en los planes es que el Presidente viajara a Miami a ver la final. El partido se jugará mientras él esté en viaje de regreso a Buenos Aires. Por suerte, el servicio de Starlink le ofrece conexión de alta velocidad y streaming sin interrupciones incluso a 12.000 metros de altura. Cómo no quererlo a Elon Musk.
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