Jonathan Lett sostiene que “pasados 40 años deberían ponerse a un lado las diferencias políticas”; niega una vocación ofensiva en relación a los ejercicios militares
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MOUNT PLEASANT (Islas Malvinas).- El comandante espera, de pie, en el jardín delantero de su casa en la base militar británica en las Islas Malvinas. Gorra calada y camisa blanca manga corta, pese al viento frío que corre esta mañana soleada, se acerca sonriente en cuanto estaciona el auto. “Llámeme Jonathan”, dice, mientras extiende su mano.
El pedido de entrevista de LA NACION pasó por la embajada británica en Buenos Aires, el Foreign Office y varios estamentos del Ministerio de Defensa en Londres, pero Jonathan Lett, Comandante de las Fuerzas Británicas en las Islas del Atlántico Sur, tal su nombre formal, con jurisdicción sobre las Malvinas, las Georgias y Sandwich del Sur, las Orcadas, Tristán da Cunha, Ascensión y Santa Helena, quiere bajar tensiones.
“El propósito de la base es enteramente defensivo, para defender las islas de cualquier amenaza potencial”, afirma, sin identificar a la Argentina como esa amenaza potencial. Pero deja claro su mensaje: “A menudo somos acusados de militarizar el Atlántico Sur, pero nuestras fuerzas aquí están en su nivel operativo mínimo requerido para afrontar cualquier potencial amenaza”.
“También somos acusados de amenazar a la Argentina y a la región, recurriendo a este enclave. ¿Con 1000 soldados? Creo que con eso ya dije todo”, plantea, antes de negar que los ejercicios militares que se desarrollan en la base sean una provocación. “¡Tengo soldados! ¡Los hacemos donde sea que estemos! No es que esté enviando un mensaje, pero no estaría cumpliendo con mi deber como comandante de esta base si no lo hiciera”.
Lett prefiere remarcar el compromiso de la base -de la que no permiten tomar fotografías- en la búsqueda del submarino ARA San Juan y otras misiones similares. “Transcurridos cuarenta años [desde la guerra] deberíamos poner a un lado nuestras diferencias políticas y trabajar juntos para salvar vidas en el mar”, dice, antes de clarificar que la voz principal en las islas son los isleños. “No somos una fuerza de ocupación”, remarca.
-¿Qué rol tuvieron en las tareas de búsqueda y rescate del submarino ARA San Juan?
-Yo no era el comandante de la base en ese momento, pero soy un oficial naval y, como tal, la trágica pérdida de 44 vidas puedo decirle que la sintió todo el personal naval alrededor del mundo. En aquel momento, yo era el enlace del Reino Unido ante el Comando Sur de Estados Unidos, en Miami, así que desde aquel puesto hicimos todo lo que pudimos para coordinar el flujo de información entre Estados Unidos, nuestra base aquí y el oficial de enlace de la Argentina. Sé, también, que el 17 de noviembre, el Reino Unido ofreció el apoyo de todas sus fuerzas en el Atlántico Sur para la búsqueda porque era lo correcto. Transcurridos cuarenta años [desde la guerra] deberíamos poner a un lado nuestras diferencias políticas y trabajar juntos para salvar vidas en el mar.
-¿El HMS Protector participó en la búsqueda del ARA San Juan?
-Así es. Luego sumamos a un buque de patrullaje, un avión C130, una aeronave Voyager y desplegamos un equipo especial de rescate de submarinos, integrado por nueve militares, a bordo del primer avión militar que aterrizó en la Argentina, en Bahía Blanca, desde la guerra, mientras que asistíamos con la búsqueda desde esta base y desde Comodoro Rivadavia. Fue una colaboración bastante extensa.
-¿Fue esa la operación militar conjunta más amplia desde la guerra de 1982?
-Sí. No se definió formalmente como tal, pero fue lo más cercano porque ustedes, nosotros y todo el mundo queríamos encontrar el submarino y a sus tripulantes vivos. El reloj corría y era muy importante que respondiéramos rápido.
-¿Esta base colaboró en otras misiones de búsqueda y rescate de embarcaciones argentinas?
-Hubo algunas, sí, pero de menor escala. Fueron pequeñas embarcaciones, cerca o alrededor de las Falklands, pero la más relevante fue cuando todavía estaba asignado al Comando Sur de Estados Unidos y ocurrió lo del avión de carga chileno C-130 que volaba desde su país a la Antártida. Se perdió en diciembre de 2019, con la trágica muerte de 38 militares y científicos, y se desplegó un operativo similar. Chile, la Argentina, Uruguay y el Reino Unido unieron fuerzas para buscar sobrevivientes y, luego, de los restos. Desplegamos un buque, un avión de búsqueda y colocamos un equipo de enlace en Chile para asistir.
-¿Ve posible que las fuerzas armadas de la Argentina y el Reino Unido participen en ejercicios militares conjuntos, tras estos operativos de socorro?
-Déjeme primero aclarar que el HMS Protector no es un buque militar, sino que es de patrullaje, en particular en la Antártida, y fue el primer buque que se sumó a la búsqueda del ARA San Juan sin ser argentino. Pertenece a la Armada británica, pero está pintado de rojo y blanco y tiene un rol pacífico, centrado en la asistencia a la investigación científica británica en la Antártida. No es un buque de guerra, ni está pintado de gris. Incluso, después de lo ocurrido con el ARA San Juan, el HMS Protector visitó Buenos Aires en 2018. Fue muy bueno. Lo mismo pasó con su antecesor, el HMS Endurance, que fue el primer buque de guerra británico que visitó la Argentina tras la guerra. Estuvo en Buenos Aires en 1997; en Mar del Plata, en 1998, y otras dos veces en Buenos Aires.
-Le insisto. A cuarenta años de la guerra, ¿ve posible un acercamiento militar entre ambos países?
-Cada vez que se encuentran los militares de ambos países, la coordinación es muy buena. Y tras las tareas de búsqueda del C130 chileno se habló, no de un ejercicio conjunto, pero sí al menos de una conferencia donde las fuerzas de la región se reunieran para evaluar juntos qué lecciones podíamos aprender de las búsquedas del ARA San Juan y el C-130, pero desafortunadamente no se concretó por la epidemia de Covid-19. Es algo que queremos concretar, pero requiere la autorización de las máximas autoridades políticas. Ese tipo de ejercicios militares pueden concretarse cuando hay voluntad política. Recuerde, por ejemplo, que ambos países emitieron un comunicado conjunto en 2016 con diez puntos. El octavo era sobre temas de Defensa y la necesidad de trabajar más juntos para afrontar amenazas globales y promover vínculos más estrechos entre nuestras fuerzas. Eso no ha ocurrido, pero la puerta está abierta, sí, absolutamente.
-¿Cuál es el sentido de mantener una base como esta, en las islas, en la actualidad?
-El propósito de la base es enteramente defensivo, para defender las islas de cualquier amenaza potencial. A menudo somos acusados de militarizar el Atlántico Sur, pero nuestras fuerzas aquí están en el nivel operativo mínimo requerido para afrontar cualquier amenaza potencial y ese nivel está bajo revisión constante. Déjeme contextualizarlo: mi fuerza es creíble y capaz, pero es relativamente pequeña. El personal militar está por debajo de las 1000 personas. Si lo comparamos con cuántos argentinos estuvieron en las islas en 1982…
-Más de 10.000.
-[Asiente] Más de 10.000 soldados para defender las islas y yo ahora tengo menos de 1000. También somos acusados de amenazar a la Argentina y a la región, recurriendo a este enclave. ¿Con 1000 soldados? Creo que con eso ya dije todo [sonríe]. La otra acusación habitual es que provocamos con nuestros ejercicios militares. ¡Tengo soldados! ¡Los hacemos donde sea que estemos! No es que esté enviando un mensaje, pero no estaría cumpliendo con mi deber como comandante de esta base si no lo hiciera. Si tenés un auto para usar sólo en una emergencia, si no lo encendés de tanto en tanto, no arrancará cuando lo necesites.
-¿Para qué se utiliza la base, entonces?
-Mire, este es mi quinto paso por las islas a lo largo de mi carrera. La primera fue en 1994, como oficial joven, y fue por cuatro meses. La segunda, también por cuatro meses, ya tenía un rango mayor. La tercera, como comandante de una nave, fue por seis meses. La cuarta, al frente de otra nave, también por seis meses. Y ahora estoy aquí desde hace un año y estaré por otro año más. Así que lo siento como un privilegio de estar otra vez aquí, al frente de un equipo de militares y civiles, hombres y mujeres, muy diversos, con cierta capacidad. Tenemos aviones Typhoon, A400M (Atlas C1), Voyager Tanker, helicópteros y sólo una compañía de Infantería. Estamos a 58 kilómetros de la ciudad, pero nos encargamos del aeropuerto internacional, y un puerto de aguas profundas. Pero nuestra relación con la población civil es muy cuidadosa; diría que armoniosa. No somos una fuerza de ocupación.
-¿Hay algo más que esté autorizado a decirme de la base?
-[Mira a su asistente] Es una base grande, pero como le dije, nuestra fuerza se redujo a menos de 1200 personas entre militares y civiles. Tiene su propia población y cuando usted venía para acá, pasó por la escuela que hay dentro de la base. Tiene una pequeña fuerza, pero creíble.
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