Un refrán cubano cifra el dilema del ministro de Economía: hace anuncios secundarios, pero no hay soluciones para los problemas de fondo; la gran incógnita del FMI
- 23 minutos de lectura'
Escuchá el análisis como podcast
Trataremos de discernir lo principal de lo accesorio en esta nueva etapa del Gobierno, cifrada en la presencia de Sergio Massa en el Ministerio de Economía. Su llegada empezó con algunos problemas inesperados. ¿Por qué inesperados? Porque lo que cabía pronosticar, era algún déficit de carácter técnico en la gestión de Massa. No es economista, no tiene antecedentes en el manejo de la economía y no consiguió a un macroeconomista que compense esa carencia. En cambio, lo que se suponía que iba a estar despejado como problema iba a ser la política. Porque se supone que Massa tiene dominio de esa disciplina, tiene experiencia en el manejo del poder. Sin embargo, empezó, en términos políticos, con el pie izquierdo.
Primer problema. Él mismo indujo, a través de su aparato de comunicación -que es poderosísimo-, a que se hable del “superministro”, de cómo él había vencido con el solo anuncio de su designación las expectativas negativas que había alrededor de la gestión de Silvina Batakis. E inclusive hizo todo lo posible para que se interpreten algunos movimientos financieros -por ejemplo, la baja en la cotización del dólar libre- como producto no de factores externos sino como una consecuencia casi prodigiosa de su futura presencia en el Ministerio de Economía.
Esta creación de expectativas daba a pensar que cuando él anunciara el miércoles un paquete de medidas iba a haber algo imprevisto, sorprendente. Algo que verdaderamente confirmada que estábamos ante otro ciclo en materia económica. Sin embargo, los anuncios de Massa fueron bastante pobres. En general, un calco de lo que venía diciendo y tratando de hacer Batakis. Salvo un detalle, la eliminación de subsidios en materia de energía en relación con el consumo de electricidad y de gas en los hogares. No solamente se iba a limitar el subsidio por los ingresos de los consumidores sino también por el nivel de consumo cualquiera sea su capacidad económica. Por ejemplo, más allá de 400 kW, se le va a cobrar al consumidor tarifa plena. Esto fue casi la única novedad verificable de lo que anunció Massa el miércoles. Entonces, el primer error fue crear tantas expectativas cuando había tan poco para satisfacerlas o cubrirlas.
El segundo error que uno no esperaba de Massa es que promoviera a un colaborador, Gabriel Rubinstein, sin haber chequeado sus antecedentes inmediatos, que estaban caracterizados por una crítica demoledora y sistemática las ideas económicas de Cristina Kirchner. Cuentan que a Cristina alguien le hizo llegar esas declaraciones de Rubinstein y, obviamente, se enojó mucho. No tanto porque la criticara, sino porque Massa postulara a alguien sin haber tenido en cuenta que la estaba agrediendo a ella. Y todos sabemos que hay una debilidad hoy en la vicepresidenta que impide que le sigan faltando el respeto.
Quiere decir que Massa empieza defraudando en aquello que más expectativa generaba por parte de él, que es la ductilidad política. Esto obviamente no es central. El tema es otro. Hace ya muchos años, Andrés Oppenheimer escribió un libro la vida política en Cuba. Se llamó La hora final de Castro. Allí cuenta su experiencia de muchas visitas a la isla para recabar información. Revela que, al final de todas esas visitas, él fue a comer con un periodista y en esa comida le dijo: “El balance que hago yo después de haber estado tantas veces en Cuba para este libro es que lo que uno supone desde afuera, que es que hay una opresiva limitación de la libertad de expresión, no es para tanto. Da la impresión que acá se puede hablar de todo”. Y el cubano le dijo: “No te equivoques, Andrés. Acá se puede jugar con la cadena, pero no tocar al mono”. Es decir, se pueden decir muchas cosas secundarias, accesorias, pero a lo esencial -criticar al corazón del régimen- no se puede ir. Esta imagen de jugar con la cadena sin tocar al mono hasta ahora viene describiendo lo que es la gestión de Massa. ¿En qué sentido? Hay anuncios energéticos, anuncios sobre jubilaciones y sobre obtención de fondos financieros. Pero el centro del problema, que es la destrucción de la moneda que hace que la gente deje de lado al peso y vaya a cualquier cosa que se parezca al dólar, queda como una cuestión marginal. La consecuencia de todo esto es una brutal de la caída de reservas. Ahí está el mono que, hasta ahora, Massa parece no estar dispuesto a tocar. Sólo juega con la cadena.
El problema del Gobierno, de los argentinos y de Massa, es la destrucción de la moneda por exceso de emisión, que deriva en inflación. Hay un estudio reciente confeccionado por Fernando Marull, con base en información de Economía, sobre las reservas netas del Banco Central en contraposición con las metas del programa pactado entre Guzmán y el FMI.
Si bien puede verse allí cómo se cumplieron dos metas previas, en este momento el BCRA tendría que estar con reservas netas de 6425 millones de dólares y tiene solamente 1458 millones. Ahora, no es el único punto que hay que mirar. También es necesario tener en cuenta las reservas líquidas, que es el efectivo que tiene disponible el BCRA para intervenir en el mercado y responder a las demandas de dólares de los importadores, consumidores, etc. Y estamos en reservas netas negativas de -6.516 millones de dólares. Este es el tema. Esta caída es la que le pone velocidad a la crisis.
Massa, hasta ahora, ha planteado artificios bastante vidriosos, incomprobables y probablemente impracticables. Mientras tanto, este problema genera una cantidad de inconvenientes inmediatos. El primer inconveniente es cómo mira el FMI lo que está sucediendo. No solo porque no se cumple la meta -que sería una cuestión a estas alturas casi protocolar- sino porque, además, el Gobierno se está quedando sin reservas. La pregunta que se pueden hacer desde el Fondo es: ¿tiene sentido seguir entregando dólares, al precio que los entrega el BCRA, cuando no tiene reservas? Dicho de otra manera, los técnicos del Fondo se pueden interrogar de esta manera: cuando en septiembre nos sentemos con la Argentina para revisar metas y el cumplimiento del programa, ¿podemos desembolsar los fondos necesarios sin pedirle a Massa una devaluación? Este es el gran signo de interrogación.
Cuando uno indaga, conecta esto con lo que está pasando con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El presidente del banco, un representante de Estados Unidos llamado Mauricio Claver-Carone, de familia cubana. Como todos sabemos, tiene un enfrentamiento con el Gobierno porque éste le atribuye, capciosamente, cuando él estaba en el FMI, haber ayudado a la Argentina para que gane Macri y pierda Alberto Fernández. Esto provocó que Fernández asuma una especie de cruzada contra Claver-Carone, que puede estar de mal humor sobre la Argentina.
Coincidentemente con esto, hay un desembolso del BID para la Argentina de 500 millones de dólares que no se produce. Y el Gobierno, autocomplacientemente, dice: “No se produce porque Claver-Carone nos quiere castigar por la pelea que tenemos”. Cuando uno mira bien, no es esa la cuestión. Ahora Massa, en contra de lo que opina Alberto Fernández, se amigó con Claver-Carone. Y aun así, esos 500 millones de dólares están congelados. ¿Por qué? Porque en el BID se están preguntando si el acuerdo con el Fondo está vigente. Este es el gran interrogante. Y lleva a un razonamiento claro: pareciera que en otras instituciones, como el BID, ya dieran por caído el programa con el FMI. Entonces habría que reformular la política económica -y acá el tema de las reservas es central- para que se pueda recomponer la relación crediticita con el Fondo Monetario Internacional. Es un tema muy importante para Massa y para todos los que están observando la economía argentina.
Él trata de resolver este inconveniente con una cantidad de anuncios controvertidos. ¿Por qué? Porque esta caída de reservas, y la perspectiva de que este Gobierno no va a poder seguir vendiendo dólares a este precio porque ya no tiene dólares, impacta sobre el mercado y, sobre todo, en el comercio exterior. El que tiene dólares o tiene cosas que valen dólares -por ejemplo, los granos- piensa: “Yo no voy a vender mis granos. Voy a esperar a que el precio del dólar se corrija. Porque esta gente no tiene dólares y va a ir a una devaluación”. Y aquel que importa se apura a importar e importa más. Piensa: “Yo voy a aprovechar este dólar barato que me da hoy el Gobierno. No voy a esperar a lo que estoy viendo, que es que vamos a una devaluación”. Esta dinámica es la que lleva a una gran retracción de los productores agropecuarios a liquidar sus cosechas y es lo que llevó a las cerealeras, cuando Massa les fue a pedir 5000 millones de dólares, a decirle que no los tenían. Y nos los tenían porque también les falta mercadería porque hoy no es negocio vender granos. “No nos venden soja, dicen las cerealeras. Tenemos las plantas de procesamiento de soja vacías en el momento en el que, habitualmente, más están trabajando”.
El Gobierno todo esto lo enfrenta con una gran resistencia a devaluar. Tanto que, en el mundo de los profesionales de la economía, circula la versión de que Massa le ofreció a una economista mujer, muy prestigiosa, si quería hacerse cargo del viceministerio de Economía. Y ella le dijo: “Mirá, yo para hacerme cargo del lugar que no puede asumir Rubinstein tendría que realizar una devaluación de la moneda, subir notoriamente la tasa de interés para hacer más atractiva la tenencia de pesos y, sobre todo, contar con un programa fiscal consistente, sólido, que le dé garantías al que tiene pesos de que el Estado se puede financiar de manera más sana. De otro modo, la dinámica se convierte en un círculo vicioso de devaluación tras devaluación”. Esa economista hoy no es viceministra de Economía. Quiere decir que no le aceptaron el planteo. Es indicativo de lo que hay en la cabeza del Gobierno: evitar todo lo posible lo que pareciera que es inevitable. ¿Qué pasa cuando hay una dinámica inevitable en la economía? ¿Qué debe hacer el funcionario, el político, el que está al frente de la gestión? ¿Hasta dónde esperar?
A partir de acá, aparecen muchas leyendas urbanas en el mercado -impulsadas por Massa, que las dice públicamente, casi con nombre y apellido-. La primera es que va a venir plata de estados árabes, que le van a dar a la Argentina un crédito que no le da la banca internacional. Se trataría de un fondo soberano de Arabia Saudita, gobernada por el monarca Mohamed bin Salmán, que todos sabemos que tuvo una gran crisis internacional por la muerte de un periodista en el consulado de Arabia Saudita en Estambul. En aquel momento, se estaba por realizar la reunión del G20 en Buenos Aires. Macri no solo recibe a Salmán, lo pone a su derecha y, desde el gobierno, realizan gestiones para blindar al rey de Arabia de una eventual captura internacional. Negocian hasta con Interpol y se le da una inmunidad especial en la Argentina. Este hombre llegó y estaba con un agradecimiento completo hacia Macri. Lo declaró poco menos que el mejor amigo de Arabia. Aprovechando esto, Macri le dijo si no podía hacer un aporte de 10.000 millones de dólares al problema de reservas que tenía la Argentina. Lo mandó a hablar con sus funcionarios. Conclusión, los árabes estaban dispuestos a hacer negocios, pero con inversiones en la economía real. Y dijeron: “Para desembolsos financieros somos más conservadores que un banco de New York”. Con Qatar pasa lo mismo. Con lo cual, es un gran interrogante que esa plata venga.
En cuanto a los bancos comerciales, se sabe que cuando el Gobierno se aproximó a ellos para conseguir fondos, le dijeron: “Nosotros vamos a tomar como garantía los bonos en dólares que tenga el Central. No todos, un tercio de esos bonos, al 20% de su valor nominal, que es lo que hoy valen en el mercado. Es decir, a lo sumo podremos darte 2000 millones de dólares y todavía no sabemos con qué tasa”. Esto es importante, no solamente porque va desmintiendo que sea tan fácil reforzar las reservas del Banco Central, aparentemente para no devaluar. También porque lo que está detrás de estas gestiones es el final de la saga kirchnerista de pensar que el endeudamiento es intrínsecamente malo y que hacerlo en dólares es una perversidad política. Massa viene a romper con ese mito que forma parte central del discurso de Cristina Kirchner.
Además de esta enorme dificultad que tiene la Argentina para conseguir dólares, hay otro problema que tiene que ver con el mercado de pesos. Ya no es que la gente no quiere tener pesos; los que tienen títulos en pesos no quieren tenerlos. Hay un inconveniente grave con la moneda. Desde el Tesoro llaman a compañías de seguros, fondos comunes de inversión y bancos para que compren títulos del Gobierno. Hay hasta algunas desprolijidades: a veces llaman funcionarios de la Anses, que es cliente del Gobierno. Es decir, tenedor de títulos y no colocador. Llama quien debería estar velando por el patrimonio de los jubilados, en lugar de estar haciéndole el trabajo a Massa en los mercados. Es cierto, podría ser solo una desprolijidad por el nivel de urgencia que tiene el Gobierno.
Al mismo tiempo, el secretario de finanzas Eduardo Setti le empieza a decir a los que tienen bonos en pesos que quiere canjearlos por otro bono, más largo, probablemente con menos tasa. Acá aparece otro problema, ya no del financiamiento en dólares sino en pesos: es importante porque si no tengo este financiamiento tengo que emitir más moneda. Una primera dificultad es que muchas instituciones le dicen al Gobierno: “Manejo plata de terceros, no puedo dar de baja un bono que vale diez por un bono que vale ocho. Me expondría a demandas de quienes me confiaron sus ahorros”. La segunda dificultad es que muchos bancos e instituciones financieras le explican al Gobierno: “No puedo tener más títulos públicos en pesos, tengo muchos; si querés que te compre, le devuelvo las Leliqs al Central”. Con lo cual el Central, para comprarlas, debería emitir. Así terminamos en el mismo problema que queremos evitar. Es decir, el financiamiento del Tesoro emitiendo títulos termina en más emisión del Banco Central, más destrucción de la moneda, más presión sobre el dólar. Este es el mono. Todo lo demás es la cadena.
Dentro de este panorama aparecen algunos datos inquietantes. Hay expertos en finanzas que se preguntan qué hace Daniel Marx dentro del Gobierno, un experto en reestructuraciones de deuda. ¿Irán a restructurar algo? Otros dicen que está ahí por otra razón: que está muy ligado a Massa. Hay una versión, muy consistente, mucha gente conocedora del negocio la hace suya, que dice que la relación de Marx con Massa proviene de que su consultora, Quantum Finanzas, era la que colocaba en el mercado fondos de Aysa. La empresa de aguas que maneja Malena Massa tiene una gran liquidez y eso se habría gestionado financieramente a través de Quantum, que es de Marx. Es una versión muy verosímil.
El problema de la moneda no está resuelto. Al mono nadie lo toca y por lo tanto puede haber una escalada inflacionaria superior a la que vemos. Por supuesto, la cuestión no es solamente la devaluación, hay un problema en el corazón que es fiscal, porque toda esta emisión se debe a la borrachera de gasto que ha tenido el Estado todos estos años.
Massa encara la cuestión fiscal desde el punto de vista de los subsidios energéticos. Es una de las palancas disponibles que tienen los ministros de Economía para reducir en alguna medida el gasto. Ahora, vamos hacia el problema del aumento de tarifas. Habrá que ver si todo esto se puede implementar y qué efecto político tiene. No solamente hay gente que pudo no haberse enterado del retiro del subsidio. Hay problemas de orden práctico, como el del inquilino que paga la luz correspondiente a una boleta que está a nombre del dueño, que es millonario. Esto se multiplica en cantidad de problemas.
Cristina Kirchner no se viene negando gratuitamente al tema de las subas de gas y de electricidad. Sabe muy bien que esas subas han provocado estallidos políticos en muchos países de la región y también en el mundo. Si recordamos, el desenlace del gobierno de Dilma Rousseff empieza con un problema de precio de servicios públicos. El estallido chileno arranca del mismo modo, al igual que el colombiano, justamente ligado a un aumento de luz y gas con el mercado segmentado como en la Argentina.
Es verdad que es prácticamente el único recurso inmediato que tiene el Gobierno para reducir en alguna medida el extraordinario gasto que plantea el problema de déficit, de financiamiento, la inflación y el desbarajuste macroeconómico que tenemos. Massa ha decidido inocularse el problema energético que, hasta ahora, era un problema de funcionarios de Cristina. Darío Martínez venía con la bendición de Máximo Kirchner; Federico Basualdo es el hombre que hizo saltar como un fusible a Guzmán. Ahora, tal vez con astucia, Cristina Kirchner dice: “¿Massa quiere Energía? Que se lleve todo y que quede él al frente del ajuste”. Massa se llevó todo y puso al frente de la cartera a una experta salteña en minería.
Detrás de la designación de Flavia Royón hay un entramado político importante que puede hacernos entender la gestión de Massa en otras dimensiones. Primero, estamos hablando de una funcionaria sin antecedentes energéticos. Se sabe que, durante 15 años, trabajó en la industria frigorífica, en una empresa de Jorge Brito padre, el fallecido presidente del Banco Macro, estructuralmente ligado a Salta y a Massa. Pero, a lo mejor, no haya que mirar a los Brito para entender qué significa Royón. Durante mucho tiempo estuvo al frente de una institución formada por el gobernador Juan Carlos Romero llamada Pro Salta, que era una organización privada de promoción de inversiones con apoyo de la provincia. De ahí pasó a la Secretaría de Minería de Salta, y se especializó en un gran negocio que se abre allí, el del litio, una gran novedad que tiene la Argentina hoy. Para dar una idea, una empresa china, Ganfeng, acaba de comprar un salar, que contiene un yacimiento de litio, a la empresa argentina Pluspetrol de la familia Rey. Pagó 980 millones de dólares. Por este mismo lugar hubo una oferta de otra empresa de 700 millones de dólares. Y otros chinos, compitiendo entre sí, ofrecieron por la mitad del yacimiento 400 millones de dólares. Quiere decir que hay interés en el mercado internacional del litio, ligado a la fabricación de baterías, fundamentales para la industria electrónica.
El ojo está puesto en el norte argentino, en Bolivia, pero sobre todo en Salta, en donde, a diferencia de Jujuy y Catamarca, el litio no fue declarado un mineral estratégico y, por lo tanto, tiene menos regulación por parte del Estado, lo que lo vuelve más atractivo desde el punto de vista de la inversión internacional. Massa trae a la mesa de decisiones de Economía, tal vez con la fantasía de unificar Energía con Minería, a Flavia Royón, que venía de administrar este negocio provincial, manejado por el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz. Es en el interior del país el principal aliado de Massa. Ahora hay una alianza en el sector minería entre Massa y el gobernador de Salta. Esto es interesante porque hay alguien que ha hecho gala de estar ligado a Massa, que ha aparecido en la asunción como una especie de estrella, que es José Luis Manzano, exministro del interior, exdiputado nacional. Manzano tiene una gran expectativa en los negocios en litio, que desarrolla en Catamarca y en Jujuy. Muchos observadores del mercado minero se preguntan: “¿Está Manzano detrás de esta jugada política? ¿Está Massa? ¿Qué tiene que ver Daniel Vila, socio de Manzano, en los negocios del Litio? En su momento existió el plan Bunge/Born: ¿No estamos ahora ante un plan Vila-Manzano? ¿Qué hay detrás de Massa? Esto es importantísimo para mirar el negocio de la energía y sobre todo esta decisión de haber puesto el área energética debajo de alguien que se dedica a la minería. También, es un tema importante desde el punto de vista geopolítico. En el orden militar de la Defensa, hay una figura importante para América Latina que se llama Laura J. Richardson, generala jefa del Comando Sur. Esa señora hace poco tiempo, en una reunión en Miami dijo: “Acá hay una jugada geopolítica detrás de algunos minerales, uno es el litio. Hay un avance de China sobre el litio en América Latina en el triángulo del litio -Argentina, Bolivia y Chile- para socavar la democracia de los Estados Unidos”. De eso estamos hablando.
Massa no solamente trae a Royón, sino que produce cambios en el área energética. Habíamos anticipado que el preferido de Massa ahí -y también de Manzano, que se lo dijo a gente de Cristina Kirchner- era Federico Bernal. Quedó al frente del área de Hidrocarburos de la secretaría de Energía, debajo de Flavia Royón. Un hombre ligado a Cristina Kirchner que es probablemente, dentro del kirchnerismo, el de mejor relación con las empresas. No solamente con Manzano, también con Pampa de Marcelo Mindlin y con la familia Eskenazi, enemistada con Cristina Kirchner, pero muy ligada a Massa.
Massa no pudo quedarse con YPF, tampoco con Enarsa, donde pasan los temas centrales de Energía como la importación de combustibles y la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. Este último es un tema urgente. El mundo demanda gas, que ha subido de precio a niveles que provocan crisis políticas -basta ver lo que pasa en Alemania- y la Argentina no tiene cómo aprovechar sus reservas porque no tiene un gasoducto para sacarlo. En YPF empiezan a hablar de que ellos tienen un proyecto para hacer otro gasoducto que iría desde Vaca Muerta a Bahía Blanca y ahí una planta de licuefacción, para poder vender gas internacionalmente en el 2025. Mientras tanto, el problema de la demanda de gas sigue siendo crucial en el mundo y a nosotros nos encuentra sin organización, sin capacidad de que un negocio rinda, sin que un activo potencial se transforme en riqueza. La Argentina nos enseña que la riqueza no está basada en recursos naturales sino en las instituciones que son capaces de transformar esos recursos en desarrollo efectivo. En este campo va a estar interviniendo Cecilia Garibotti que queda al frente del área de Desarrollo Estratégico de Energía. Es la hija de Asunción Arias, una funcionaria importante en el kirchnerismo que tuvo a su cargo la construcción del gasoducto.
De nuevo, se toca la cadena. Pero no se toca al mono. Es importante el tema de los subsidios desde el punto de vista fiscal. Pero hay otro tema: el gasto en asistencia social. En un cuadro de un informe publicado por Idesa sobre la cuestión fiscal, con datos del Ministerio de Economía, se realiza una comparación del primer semestre del año 2022 con el mismo período de 2019, cuando el Gobierno llegó al poder.
Vemos lo que ocurrió con las jubilaciones, licuadas a un 3%; un aumento de las asignaciones familiares del 10% y un aumento de los planes sociales de casi un 300%. Quiere decir que se multiplicó por cuatro. Este es un problema fiscal enorme porque toca un nervio político complicadísimo. Estamos mirando un entramado político que se viene formando desde hace 22 años en la Argentina de organizaciones sociales, representadas por gente que no se sabe quién la eligió, es decir con falta de institucionalidad, a quienes el Estado les delega la administración de la pobreza. No la solución de la pobreza: sólo la administración. Hay un título muy interesante de un trabajo realizado en el CIAS, que es el instituto que conduce Rodrigo Zarazaga, que se llama “Vendiendo paz social”. El aumento de los planes asistenciales es la venta de paz social. No estamos diciendo que no haya un problema social en la Argentina, obviamente que lo hay con un 40% de pobreza, pero hay un negocio que es extorsionar al Gobierno con la posibilidad de conflicto social a cambio de recursos. Ahora, esto lo viene denunciando Cristina Kirchner, que en su momento alimentó este problema. Macri tiene también gran responsabilidad en esto. Todo gobierno no peronista se ve más amenazado por el estallido social y paga. Acá hay un problema del que Massa no habla muy claro. Si bien habla de transformar los planes en trabajo, no se sabe cómo va a resolver este gran problema fiscal sin un gran conflicto político.
Todo esto se inscribe en un problema general de orientación del Gobierno. En medio de este drama, que es de financiamiento y, por lo tanto, de relaciones con el mundo, es relevante cómo se planta la Argentina a nivel internacional. Ya citamos lo que dijo la generala Richardson respecto del litio y las inversiones chinas. Al mismo tiempo en el que el Gobierno alimenta esas inversiones y Massa espera tener recursos desde China, desde YPF lo llevan a al embajador de los Estados Unidos, Mark Stanley, a Vaca Muerta, para atraer inversiones norteamericanas. Como si no hubiera una relación entre política exterior e inversión, sobre todo cuando uno está llevando a un embajador y no un empresario. Es decir, a un gobierno.
Sabino Vaca Narvaja, embajador de la Argentina en China, -muy enamorado de ese país- censura desde su cargo -habrá que ver si la censurada se enteró- a Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, por un viaje a Taiwán para “hacerle cosquillas” a Pekín. Tras la crítica del diplomático, muchos salieron a cruzarlo en la Argentina.
Ahora bien, hay que prestar atención a un detalle. Los chinos están enojados. ¿Por qué? No por miran las declaraciones de Vaca Narvaja, que les resultan previsibles. Están enojados porque hubo 160 países que hicieron un pronunciamiento en contra de Pelosi a favor de lo que llaman “una sola China” –que implica que Taiwán pertenece a la China continental- y no estaba la firma de la Argentina. El Gobierno argentino no se pronunció, a pesar de que en febrero se firmó un acuerdo en el que la Argentina se comprometió a mantener ese principio de “Una sola China”. Por eso los diplomáticos chinos están diciendo: “Esperamos que Massa venga el mes que viene a pedir recursos. A él le vamos a hacer decir una sola China, que es lo que no quieren decir ahora”.
Mientras tanto, con Estados Unidos persiste un problema: la política de derechos humanos. La Argentina que era muy calificada en estos términos, hoy está muy descalificada. Tanto que llama la atención que esté el representante argentino en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, Federico Villegas, peleando por ser el Alto Comisionado de la ONU, en reemplazo de Michelle Bachelet. ¿Cómo? La Argentina que defiende a Nicaragua, Venezuela, regímenes como el boliviano, amigos de Putin y China, ¿pretenden ser los que examinan y calibran el problema de los derechos humanos en el mundo?”. No nos sirve de nada tener todos esos amigos. Nicolás Maduro habló recientemente sobre el robo de un avión venezolano por parte de la Argentina y Diosdado Cabello insiste en que Alberto Fernández fue el supuesto ladrón. ¿De qué nos sirve mancharnos en materia de derechos humanos si después igual tenemos conflictos con aquellos regímenes a los que no queremos denunciar? Ni siquiera con Venezuela podemos ser amigos.
Otras noticias de Nota de Opinion
- 1
El Colegio de Abogados de la Ciudad repudió la fiesta del fiscal Ramiro González
- 2
Escala la pelea en la Corte Suprema: Lorenzetti estalló contra sus colegas, que le respondieron con dureza
- 3
Alarma en la Corte Suprema. La Justicia investiga una serie de llamados a comisarias de alguien que se hace pasar por Horacio Rosatti
- 4
Elisa Carrió pidió indagar a Sergio Berni acusado de contaminar la escena del crimen de Nisman