El Presidente siente que se juega a “todo o nada” en una elección decisiva para su futuro
Alberto Fernández considera que ya dejó atrás la crisis que generó el Olivosgate y decidió compenetrarse para plebiscitar su mandato; mensaje interno y una apuesta que definirá su gestión
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Alberto Fernández decidió jugar a fondo. No hay tiempo para lamentos o arrepentimientos. Ganar la elección significará la revalidación de la gestión y de su gabinete, así lo cree el Presidente. Una derrota, en cambio, significaría el comienzo del fin de una gestión atravesada por las dificultades externas e internas.
Así, en la Casa Rosada admitieron abiertamente que las PASO, en primera instancia, pero fundamentalmente los comicios del 14 de noviembre serán determinantes para el futuro político del Presidente.
El jefe del Estado considera que ya superó la crisis política que significó la fotografía de los festejos del cumpleaños de la primera dama, Fabiola Yañez. En los números diarios que reciben en la Casa Rosada sobre la imagen presidencial notaron que la caída se frenó durante el fin de semana y que incluso volvió a crecer en los últimos días. Es por eso que decidió poner el cuerpo en el sprint final de la primera etapa de la campaña, que estará focalizada en la provincia de Buenos Aires.
En la Casa Rosada anticiparon que la elección será más cerrada de lo que esperaban, pero confían en el triunfo del Frente de Todos. Las expectativas futuras son mejores. Las proyecciones para noviembre incluyen una campaña de vacunación avanzada y una leve recuperación económica.
“Vamos a ganar por primera vez en 16 años una elección intermedia”, se entusiasmó uno de los hombres de confianza del jefe del Estado. El último antecedente data de 2005 cuando la expresidenta Cristina Kirchner consolidó el primer paso para la construcción del kirchnerismo con el triunfo ante Hilda “Chiche” Duhalde. A eso se suma el escenario global que trajo innumerables dolores de cabeza para los oficialismos que tuvieron que enfrentar la sentencia de las urnas.
Aquellos que siguen su rutina diaria lo describen renovado. “La foto lo golpeó, pero es muy resiliente”, graficó uno de sus funcionarios más cercanos. Parte de ese cambio fue generado por el enojo, sobre todo con los propios. Fernández está molesto con las críticas que brotan desde las otras terminales de poder, como el massismo y La Cámpora. Cerca del Presidente creen que buscan debilitarlo para poder avanzar sobre su equipo, algo que hasta ahora resistió.
Una victoria el próximo domingo le permitiría retomar el liderazgo dentro del Frente de Todos, como ocurrió durante los primeros meses de la pandemia, así lo aseguran en algunos despachos de la Casa de Gobierno. Es por eso que también la presión interna se incrementó en las últimas semanas. Claro, eso sí, como producto de errores propios del Presidente que generaron un fuerte malestar dentro de la coalición de gobierno.
El Presidente también está convencido que un triunfo electoral actuará como dique de contención y le permitirá avanzar con el relanzamiento de su gobierno, algo que sus socios le exigen a través de los medios de comunicación, pero a su tiempo.
En estos últimos días el mandatario buscó retomar la centralidad política y se puso al frente de la campaña. El martes fue el único orador en Tecnópolis ante gobernadores, funcionarios y candidatos del oficialismo. “La clave fue el mensaje de campaña que bajó”, explicaron cerca del mandatario. Ahí marcó el camino para lo que queda en esta etapa: polarización a fondo con Juntos por el Cambio, siempre con Mauricio Macri como eje de las críticas, y un mensaje de que comenzó la recuperación económica.
En ese escenario, Fernández se recluyó sobre los propios. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis; el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, y los incondicionales Juan Pablo Biondi y Julio Vitobello, son algunos de los que trabajan sobre los efectos que podría generar la victoria del Frente de Todos.
“Revalida la gestión de Alberto. Pone en valor todo lo que se hizo durante la pandemia”, explicó un hombre con acceso diario al despacho presidencial.
Ellos serán la punta de lanza que respondió al pedido que les hizo el mandatario de salir “estas dos semanas a generar una explosión de confianza en los argentinos”. Este fin de semana los ministros volverán a la calle. El objetivo es mostrar a un gobierno cercano a la gente, según explicaron desde el comando de campaña.
Así, mientras el Presidente recorrió Hurlingham junto a Juanchi Zabaleta, otros ministros se movilizarán en los distritos donde viven. Algunos de ellos como Nicolás Trotta (Educación) y Matías Lammens (Turismo y Deporte), ya avisaron que caminarán Vicente López y la Ciudad, respectivamente. Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo), dos que están siempre en la mira del kirchnerismo duro, también salieron de su zona de confort y se convirtieron en fervorosos militantes de la gestión que integran.
Pero los esfuerzos no son parejos. Otros, en tanto, prefieren mantener el perfil bajísimo que construyeron durante los casi dos años de gestión, como el ministro del Interior, Eduardo de Pedro. El secretismo es un valor para el ministro político, siempre renuente al escrutinio público. En algunos despachos de la Casa Rosada ya se acostumbraron a que, al final de cuentas, siempre son los mismos los encargados de dar la batalla mediática.
El Presidente tiene previstas varias actividades. El martes estará en Mar del Plata, el miércoles visitará la fábrica Penalty junto al embajador Daniel Scioli en Chivilcoy. Y el jueves llegará el cierre, en el Estadio Único de La Plata, con la vicepresidenta como los principales oradores.
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