El Presidente priorizó la muñeca política de Massa sobre la “doctrina Guzmán” para lograr el apoyo de la oposición
Fernández cedió ante las pretensiones de la oposición; el rol del presidente de la Cámara de Diputados y la distancia del titular del Palacio de Hacienda; la decepción del jefe del Estado por la oportunidad perdida
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Sin margen, el Presidente cedió a las exigencias de la oposición. La política, con Sergio Massa como principal articulador, fue el vehículo que le permitió a Alberto Fernández resolver un problema que lo exponía a una crisis definitiva. Contra reloj, en medio de un clima signado por la incertidumbre, el presidente de la Cámara de Diputados le ofrendó al jefe del Estado la noticia que esperaba: el proyecto con el acuerdo con el FMI tendrá un respaldo mayoritario en la Cámara baja.
Massa ingresó sonriente a las 20.30 a la Casa Rosada. En el primer piso lo esperaba el Presidente. La redacción final del proyecto será de un solo artículo en el que se facultará a Fernández a negociar con el Fondo sin necesidad de alcanzar un acuerdo en el Congreso. No habrá programa, ni plan económico y mucho menos cambios en la política tarifaria. Esa fue la exigencia de la oposición desde el primer momento, algo a lo que el ministro de Economía, Martín Guzmán, siempre se negó.
“Es incomprensible. Por primera vez el Congreso tiene la oportunidad de opinar sobre la deuda y renuncian a eso. ¡Qué querés que te diga!”, se lamentaron en la Casa Rosada.
Si bien Guzmán había anticipado que era necesario un apoyo de todas las fuerzas políticas al programa integral, cerca del mandatario anticiparon que el cambio no afectará el respaldo del directorio del organismo multilateral de crédito.
Massa, que asumió todo el protagonismo con la venía de Fernández, priorizó avanzar con los cambios necesarios para que la iniciativa sea apoyada por la mayoría de los legisladores del oficialismo y de Juntos por el Cambio. Así, le ganó la pulseada a la “doctrina Guzmán”, como bautizó el diputado santafecino Luciano Laspina (Pro) la presentación que el titular del Palacio de Hacienda realizó esta semana ante el plenario de comisiones.
Las últimas 48 horas fueron una montaña rusa para el oficialismo. El cruce comunicaciones fue incesante. Del Congreso a la quinta presidencial de Olivos. De la Casa Rosada a Houston, donde viajó de urgencia el titular del Palacio de Hacienda. Y de vuelta a Balcarce 50, pero esta vez en la planta baja, donde habita la guardiana de la firma del Presidente, Vilma Ibarra. También estuvo involucrado durante todo el proceso el jefe de asesores presidencial, Juan Manuel Olmos.
Los borradores con los cambios al proyecto de ley fueron y vinieron hasta esta noche. Pese a los tironeos, desde la Casa Rosada mantuvieron siempre el optimismo. “Tenemos el número”, resumió uno de los principales asesores de Fernández por la tarde. Aún estaba lejos la resolución final.
Mientras los tiempos se acortaban peligrosamente ante la falta de resolución, Massa fue a almorzar a la Casa Rosada. Si bien se especuló que la razón era discutir con el Presidente las opciones sobre la mesa, fuentes cercanas al titular de la Cámara baja aclararon que fue por la visita al país de su amigo personal, el presidente de la República Dominicana, Luis Abinader.
Eso sí, antes de la comida, que abandonó antes de comer el postre, Massa le expuso las propuestas que le presentaron los tres bloques de la oposición. Ahí, el Presidente le dio luz verde para cerrar con la oposición el cambio. Después de eso, volvió al Parlamento donde se encerró con los principales líderes opositores. Ahí, tras las consultas del caso, se selló el acuerdo.
A más de 8000 kilómetros de distancia, Guzmán intercambió su mirada con el Presidente. En menor medida también intercambió llamados y mensajes con Massa. “Martín y el Presidente siempre están alineados”, deslizaron fuentes oficiales, para minimizar el impacto sobre el ministro de Economía.
En medio de la escalada de los precios de la energía por la invasión de Rusia en Ucrania, Guzmán viajó de urgencia a Houston donde mantuvo una intensa agenda con petroleras globales, entre ellas Total, Chevron, Shell y Equinor. El ministro se mantuvo en contacto permanente con Fernández y Massa, aunque se despegó del resultado en el Parlamento. La mala relación entre el trigrense y el economista volvió a quedar expuesta.
“Es una discusión del Congreso. Él cerró el acuerdo, un buen acuerdo, ahora depende del Parlamento”, resumieron cerca de Guzmán.
Cerca de las 21 Massa dejó la Casa Rosada. Se subió a la camioneta y marchó rumbo al Congreso con la respuesta del Presidente: sí. “Tenemos arreglado todo. Faltan algunas cositas y tenemos que terminar de armar todo”, resumieron cerca del titular de la Cámara baja.
El Presidente se aferra al acuerdo con el FMI para relanzar la gestión. Como definió Ibarra en una entrevista con LA NACION el último domingo, es un momento bisagra. Es por eso que, pese a lamentarse por la oportunidad perdida para que el Congreso debata por primera vez la deuda, el final de un día atravesado por la incertidumbre, las reuniones y negociaciones, Alberto Fernández respiró aliviado.
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