Alberto Fernández practica el equilibrismo, dentro y fuera del país
CIUDAD DE MÉXICO.- Atribuible al estrés y el "acelere" del momento, Alberto Fernández sumó algunos kilos a su figura desde que comenzó la maratón electoral que finalmente lo llevará al sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre.
Y aunque se resista a hacer ejercicio físico y a moderar su dieta, como le recomiendan sus asesores, el presidente electo mostró en México sus dotes de equilibrista, con la mira tanto en su posicionamiento regional como en los desafíos que enfrentará en la política doméstica.
"Hago política con lo que hay, no se puede elegir el interlocutor", repitió Fernández en los tres días que lleva en tierra azteca.
Mientras tanto, en sus reuniones políticas como en sus encuentros privados con empresarios, Fernández dejó en claro, con altas dosis de pragmatismo, que la búsqueda de una Argentina "estable" y "previsible" será su objetivo primordial en el corto plazo, con la crisis económica apretando el cuello de los funcionarios actuales y los que vendrán.
Una postura "moderada" en relación con Venezuela y la proclamada "integración latinoamericana", compartida de manera pública con López Obrador y respaldada por el cristinismo, formaron parte de su discurso.
Pero a la vez el presidente electo busca que su par norteamericano, Donald Trump, "ayude" a resolver el enorme problema de la deuda y asegura que "con el FMI hay que hablar, sí o sí".
Felipe Solá, que suena como canciller, habló de la necesidad de no conformar un "club ideológico" en política exterior, y aunque esas declaraciones no lo conformaron del todo, Fernández también apunta a la "sensatez", alejado, al menos en las formas, de los discursos más combativos del chavismo, la Cuba que diseñaron los Castro y buena parte de quienes consideran a Cristina Kirchner la "dueña de los votos" del domingo 27.
Con un péndulo parecido juega Alberto Fernández en la construcción de poder propio "para gobernar", tanto en la relación con sus socios como con el gobierno de Mauricio Macri.
Al tiempo que elogia el "diálogo constructivo" logrado con Mauricio Macri, Fernández se queja de los que "cada tanto dicen alguna barbaridad" y torpedean aquello que considera el tránsito hacia un traspaso ordenado del poder. Se refiere a miembros del Gobierno, como la ministra Patricia Bullrich, pero también a incondicionales de la expresidenta Cristina Kirchner que continúan agitando la grieta y la necesidad de "tomarse revancha" contra Cambiemos.
En ese torbellino, y de manera algo caótica, Fernández diseña su esquema de poder. Parece claro que entre los economistas Cecilia Todesca y Matías Kulfas estará el nombre de su "ministro fuerte" de Hacienda, lejos de la división de tareas entre siete áreas impulsada por el presidente Macri.
Felipe Solá -con una presencia protagónica-, Daniel Arroyo y María Eugenia Bielsa también recibieron guiños durante la estadía mexicana de Alberto Fernández, aunque las uñas de viejo armador obligan al presidente entrante a "preservar" los nombres para que no sean destruidos por propios y extraños antes de tiempo.
No hay previstas incorporaciones de figuras del gobierno de Cambiemos. "Algunos tienen un precio demasiado alto", dicen a su lado.
"Los políticos también somos seres humanos", dice Fernández, no solo para defender su veta artística, sino además para justificar su vocación de polemista con el papel de la prensa, a la que le pide y pedirá "seriedad" para "no afectar" la marcha del gobierno, que tendrá por delante ante sí numerosos desafíos en lo económico. Un contrapunto con la necesidad de informar de los medios que, sin dudas, tendrá nuevos capítulos en los agitados meses que vienen.
Mientras piensa en una salida del laberinto económico que heredará para no caer en una inflación desbocada, Alberto Fernández hace equilibrio. De su talento para mantenerse sobre la cuerda floja dependerá su futuro.
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