Alberto Fernández definió los cambios junto a sus íntimos: dejó un tendal de enojos pero nadie jugó a fondo para entrar al Gabinete
El Presidente insistió en nombramientos de su confianza, por encima de los deseos del cristinismo, los movimientos sociales y la CGT, que de todos modos no ofrecieron resistencia
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“A esta altura tiene más costo estar dentro el Gobierno que afuera”. El análisis, surgido de boca de un asesor y funcionario oficialista, sirve poner un marco a los tres nombres elegidos por el presidente Alberto Fernández para cubrir de manera veloz los casilleros que dejaron, con sus renuncias, Juan Zabaleta, Claudio Moroni y Elizabeth Gómez Alcorta, en un nuevo y obligado reacomodamiento de piezas en el gabinete nacional.
Y más allá de las silenciosas negativas de varios candidatos de peso a sumarse a la gestión (Carlos Tomada, hoy embajador en México, ni siquiera consideró la posibilidad de volver al Ministerio de Trabajo), flotó la sensación de que, esta vez, fue el Presidente y su círculo íntimo el que, sin presiones excesivas del cristinismo y con “autonomía”, eligió a las tres ministras que, en teoría, lo acompañarán en los catorce meses que quedan hasta el fin de su mandato, en diciembre de 2023.
El enojo con las designaciones era bastante palpable, y en varios ministerios ya hablan de “un Gobierno en retirada que se encierra en sí mismo”. De las tres elegidas, hay dos albertistas cercanas e “históricas”, como Victoria Tolosa Paz y Kelly Olmos, más un guiño a un gobernador aliado como el puntano Alberto Rodríguez Saá, a través de la flamante ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Ayelén Mazzina.
“Es lo que va quedando”, ironizó una fuente oficial, que preanuncia incluso próximas salidas del gabinete, todas con el objetivo de buscar cobijo de cara a 2023. ¿Juan Manzur vuelve a Tucumán y Gabriel Katopodis a San Martín? “No hay orden de retirada por ahora”, comentaron cerca de uno de esos dos miembros del gabinete.
“Esta vez decidió Alberto, para bien y para mal”, dijo otra fuente que asistió a las deliberaciones, de las que participó casi con exclusividad el círculo íntimo que en el que se refugia el Presidente, integrado por Juan Manuel Olmos, Santiago Cafiero, Julio Vitobello y la portavoz Gabriela Cerruti. Otros viejos amigos del Presidente no formaron parte de las negociaciones ni dieron su opinión.
Más allá de las definiciones puntuales, el cristinismo no pudo -o no quiso- imponer nombres adicionales. El experimentado abogado laboralista Héctor Recalde, cercano a la vicepresidenta Cristina Kirchner, no tuvo como prioridad entrar a un ministerio como el de Trabajo, y eligió centrarse en la elección de consejeros de la Magistratura, el próximo martes 18, en la que será candidato del oficialismo.
La CGT, según comentan en el oficialismo, fue otro de los sectores que tampoco quedó conforme, ya que además de no ser consultada con la elección de Raquel “Kelly” Kismer de Olmos prefería en ese puesto a alguien de su riñón, como la abogada de Gerardo Martínez, Marta Pujadas. “Esto va a traer problemas con los Gordos e Independientes”, anticipó un exfuncionario, conocedor del tablero sindical, mientras distintos funcionarios veían detrás del nombramiento de Olmos a su homónimo, el actual vicejefe de gabinete, también parte del PJ porteño.
Ni hablar del enojo de los movimientos sociales de diversos pelajes, que pretendían, con el aval del cristinismo, a Mariano Cascallares o a Ariel Sujarchuk en el Ministerio de Desarrollo Social antes que a Tolosa Paz. La diputada y excabeza de lista del oficialismo en las elecciones legislativas de 2021 sostuvo un encuentro previo con Emilio Pérsico, titular del Movimiento Evita, en el que -según fuentes de ese movimiento- no habría dejado conforme a su interlocutor. “A Tolosa Paz la impulsó Cafiero y terminó ganando la pulseada”, aseguraban, sin rodeos, desde movimientos sociales afines al albertismo y un despacho afuera de la Casa Rosada, sin ocultar ambos su fastidio.
Los ingresos de Tolosa Paz y Olmos, que tendrán cada una no pocos obstáculos por superar en sus primeras semanas de gestión, suman caras “amigables” a un gabinete hoy con escaso margen de maniobra, más allá de los poderes otorgados desde el 3 de agosto al ministro de Economía, Sergio Massa, quien según fuentes oficiales no participó de manera activa de los movimientos previos a las designaciones del fin de semana largo.
Tampoco la vicepresidenta Cristina Kirchner, que esta vez -y más allá de las declaraciones de algún dirigente afín que candidateó a Tomada- no ejerció poder de veto (nunca tuvo buena relación con Tolosa Paz, por caso) ni incidió en la decisión final. “Nadie, en el fondo, quiere sumarse a un velorio o pagar costos excesivos”, describieron con crudeza desde el propio Gobierno la realidad de una gestión con fecha de vencimiento y no pocos desafíos políticos, económicos y sociales para las horas que vienen.
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