El plan Toto y la ruta del dinero de Milei
Las cuatro paradas del programa de Caputo: el ajuste y el fin de los feudos empresariales y políticos; aumento de retenciones; bono en dólares para importadores; y levantamiento del cepo
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Todo gobierno se ve obligado a enfrentar una pregunta: ¿A dónde conduce la ruta del dinero? La pregunta es sobre la ruta de posibles actos de corrupción y también, sobre la transferencia de ingresos entre sectores que genera la matriz económica. La cuestión siempre es la misma: ¿Quién se beneficia? La era kirchnerista es un ejemplo claro en los dos sentidos. Esas preguntas también empiezan a marcarle el paso a la presidencia de Javier Milei.
El año que acaba de terminar representó un número redondo en dos procesos clave de la política y la vida de la Argentina. Por un lado, cuarenta años del regreso de la democracia en 1983. Por otro lado, veinte años de la llegada del kirchnerismo al poder nacional en 2003. Pero en 2023 se cumplieron otros dos ciclos cargados de sentido político que pasaron inadvertidos. Uno es otro ciclo iniciado en 1983: el año pasado, se cumplieron cuarenta años desde que Néstor Kirchner se metió en la política santacruceña y ocupó por primera vez un cargo público. A la luz de la larga marcha del kirchnerismo, esa puerta de entrada se volvió significativa: en 1983, Néstor Kirchner se convirtió en presidente de la Caja de Previsión Social de Santa Cruz, una de las clásicas, y principales, cajas políticas. Un primer hito que, con la perspectiva que da el paso del tiempo, marcaría un rumbo: el poder kirchnerista y el uso estratégico de los recursos del Estado para su consolidación hegemónica y para algo más banal, el enriquecimiento personal.
El otro ciclo que cumplió veinte años en 2023 es el que arrancó el mismo año de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación con la creación de Austral Construcciones S.A. en mayo de aquel año: en 2023, también se cumplieron veinte años desde el nacimiento de una de las empresas más investigadas por la justicia como parte de la trama de corrupción kirchnerista denunciada. La constructora del Grupo Báez nació apenas con 12 mil pesos, el monto mínimo exigible como capital social en aquel tiempo, y terminó con activos por más de mil setecientos millones de pesos en sus estados contables. En mayo de 2016, a dos meses de retirado el kirchnerismo del poder, Austral Construcciones fue cerrada.
La convergencia de esos dos aniversarios, la llegada del kirchnerismo y la creación paralela de Austral Construcciones, obligan a rearmar una interpretación: el kirchnerismo como reposición del ideario de la justicia social queda minimizado. En tal caso, esa narrativa terminó funcionando como el envoltorio de los abusos de las arcas del Estado. Los desequilibrios macroeconómicos para financiar el uso político de los recursos del Estado y los niveles de pobreza críticos responden las dos preguntas sobre la ruta del dinero. Quién se benefició, es decir, quién se perjudicó.
La gestión económica de Sergio Massa intensifica esa lógica personalista y de poder: el desequilibrio macro, y más pobreza, para intentar la perpetuidad de una hegemonía política.
La cadena estratégica entre kirchnerismo nacional, desembarco en el conurbano bonaerense, clientelismo, uso del Estado para fondearlo, corrupción como parte de ese proceso y enriquecimiento personal va todo de la mano. Carlos Pagni lo explica mejor en su libro El Nudo. “Néstor y Cristina Kirchner entendieron la nueva ecuación, un poder nacional dominado por la consola bonaerense”, dice Pagni. El objetivo: “la administración de la pobreza” para tener el poder del conurbano.
“Hay que seguir la ruta del dinero” es una máxima de las investigaciones judiciales en torno a delitos complejos. La frase que la sintetiza se le atribuye a Mark Felt, la fuente secreta conocida como “Garganta profunda” que llevó a destapar el escándalo del Watergate. En ese marco, la ruta del dinero K se convirtió en sinónimo de los pasadizos secretos del dinero de la corrupción kirchnerista que investiga la justicia. También, en los privilegios cuestionables de los que hizo uso Cristina Kirchner: la doble pensión de privilegios, que seguirá suspendida por la Anses hasta 2025, o el uso de aviones de YPF para su traslado por motivos personales.
Desde la presidencia, Javier Milei, atento a los símbolos, opone su propia ruta del dinero. Arrancó antes, como candidato, cuando empezó a donar su sueldo de diputado. Y como presidente, cuando viajó a Mar del Plata en vuelo común y, según mostró el gobierno, pagado con fondos propios. Todo para exhibir una opción política que se opone al patrimonialismo de Estado. Milei busca construir una ética política que desande la ruta de los fondos públicos usados como si fueran propios.
La pretensión está clara pero ya enfrenta desafíos. Las facturas sobre su vuelo a Mar del Plata, que involucra a una agencia de viajes estatal, dispararon confusión que todavía no se aclara. Hay dudas sobre cómo solventa el Hotel Libertador, donde vive. Comparado con el affair Insaurralde o el enriquecimiento ilícito del kirchnerismo que se investiga en la justicia, estos casos suenan a poco. Pero cuando se pregona la revolución ética la vara es altísima. Milei mismo fijó el estándar que ahora usan sus críticos.
Sobre el gobierno mileísta recién iniciado no pende la pregunta sobre la corrupción estructural: no es esa la geografía que recorre por el momento la ruta del dinero mileista. En el caso de Milei, la cuestión delicada sobre el dinero es la otra: ¿Quién se beneficia con la nueva matriz macroeconómica y productiva que busca fundar? Las dos preguntas clave son: ¿Qué gastos no se ajustan y a quién no se ajusta? La otra: ¿cómo se reconduce el ajuste hacia la mejora de la vida de las clases medias y los más pobres? Es decir, cómo y cuándo subirá el salario real.
En el mercado, inversores extranjeros y argentinos en el exterior y economistas especializados en el mundo financiero y la macro, empieza a haber una coincidencia: que el “Plan Toto” es un animal de cuatro patas. Una ruta del dinero con cuatro paradas. Una parada es el ajuste y el fin de los feudos empresariales y políticos: todo confluye a dejar de gastar mal y en exceso, a recortar y bajar el déficit. Con ese objetivo, ajuste y desregulaciones van de la mano. Una versión contrarrevolucionaria del “A desalambrar” de Daniel Viglietti: el problema de la Argentina no fueron los latifundios temidos por la izquierda tradicional. El problema, en cambio, fueron los “feudos” alentados por la política kirchnerista, las corporaciones sindicales y empresariales y los regímenes especiales funcionales a esa matriz macro. Lo que Milei y Federico Sturzenegger se proponen es desalambrar esos feudos. Por eso, el régimen de Tierra del Fuego, que todavía no se toca, sigue siendo el gran agujero negro de ese plan: una mancha para esa pregunta de a quién beneficia una política económica.
La segunda parada del Plan Toto es una política de ingresos: cómo resolver la puja distributiva, en lenguaje “colectivista”, para quitarle a los ricos y reactivar en algo la vida de los más pobres. En el Plan Toto, ése rol lo cumple el aumento temporario de retenciones: quitarle algo al sector exportador, beneficiado por la devaluación, para reconducirlo a la contención de los más pobres. Para eso, Milei está dispuesto a pagar el precio de la incoherencia: eso de cortarse un brazo antes que aumentar un impuesto. Un economista ortodoxo abrazando la propuesta con la que insistió todos estos meses la economista Marina Dal Poggetto, mucho más heterodoxa. En las filas del bullrichismo en campaña, la suba de retenciones recibía un no rotundo. Milei, en cambio, la vio.
La tercera parada de la ruta del dinero mileista macro es la más compleja: tiene que ver con el bono en dólares para importadores, el Bopreal. Un “Bonex voluntario” , lo definen algunos inversores, para distinguirlo del Bonex original de 1989, un canje forzoso para reducir la liquidez de los ahorristas. “Leliqs para importadores”, según otros actores del mercado: un modo de evitar que los depósitos en pesos de los importadores endeudados se vayan al dólar. El objetivo es absorber pesos ahora con un bono que promete dólares a futuro, cuando la macroeconomía esté ordenada y pueda levantarse el cepo sin generar riesgo de corrida cambiaria e hiper. El Bropeal es visto como el Plan Leliqs de Caputo.
Hay quienes ven en ese plan un camino hacia la dolarización: con menos pesos en la economía, una dolarización estaría más al alcance de la mano. El riesgo del Bopreal es que no funcione: que los importadores no adhieran al bono. Ese riesgo está sucediendo. La semana pasada, el gobierno esperaba colocar 750 millones de dólares; apenas se adjudicaron 68 millones de dólares. “Cero”, según un argentino de los mercados que sigue el tema día a día. Si la esterilización de pesos vía Bopreal no funciona, ¿qué pasará con el cepo?
En esta visión del mercado, la cuarta parada es levantar el cepo. Es central para el salario real de las clases medias: sin levantamiento del cepo, no hay inversiones ni reactivación de la economía. Pero si el Bopreal no funciona, no está todo perdido según los inversores más optimistas. A valores del dólar de hoy, si se balancean la demanda y la oferta de dólares, se podría levantar el cepo sin tener una disparada. Los mercados lo llaman “markets-clearing price”: al precio adecuado, la demanda y la oferta se equiparan.
Esa conclusión parte de una hipótesis: que la demanda latente de 25 mil o 35 mil millones de dólares con la que se estuvo especulando durante 2023 se daba en un contexto, con el dólar oficial a 350. Desaparecido ese mundo, ya no hay incentivo para esa corrida si llegara el final del cepo. Una hipótesis, claro, no es una certeza.
Tal como venía, la Argentina no podía seguir. Lo único cierto es que se necesitaba un cambio. Tal como arranca, no está claro dónde termina. En estos tres axiomas se puede sintetizar la situación actual. El futuro del gobierno de Milei es una pregunta sin respuesta. Hay que seguir la ruta del dinero.
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