El plan de Schiaretti: guiar al peronismo hacia el centro político
Sin romper su relación con Macri, con la reelección garantizada en una semana, desde Córdoba tratará de timonear la organización de una fuerza alternativa al kirchnerismo y Cambiemos
Juan Schiaretti utilizará el peso que le dará su rotunda victoria en Córdoba, el próximo domingo, para tratar de organizar una opción de poder opuesta al populismo. "Voy a jugar, voy a jugar", responde a los dirigentes que llaman, insistentes, a este fanático del Racing cordobés, el club del barrio obrero en el que nació hace 70 años (los cumplirá el 19 de junio). En una semana, se descuenta que ganará por tercera vez la gobernación de Córdoba, el segundo distrito electoral del país.
"Hay espacio para hacer algo serio, pero tenemos poco tiempo y muchas cosas por resolver", asume uno de los ministros de Schiaretti. En esas palabras resuena la idea de evitar que una gran parte del peronismo migre hacia el kirchnerismo y en cambio apueste por construir una opción moderada, lejos del populismo y a la vez del macrismo.
El gobernador no dirá nada hasta después de las elecciones cordobesas. Las encuestas en las que más confía lo ubican cerca del 45 por ciento, a unos 20 puntos del segundo, que sería el diputado Mario Negri, y lejos del intendente capitalino, Ramón Javier Mestre, relegado al tercer lugar en esos sondeos. La pelea entre ambos y la consecuente fractura de Cambiemos le ahorró trabajo del peronismo y facilitó la recuperación de una afección cardíaca que Schiaretti sufrió en la primera semana de febrero.
Mauricio Macri confía más en él que en sus socios cordobeses de Cambiemos y no hizo nada para impedir la división. Cada vez que nombra a Schiaretti, el Presidente cita sus frecuentes contactos y su afinidad política. ¿Supone que Schiaretti le devolverá el favor de la ruptura ahora que se acerca el armado final de la oferta electoral? Los pocos hombres de confianza que rodean al gobernador solo hablan de su papel para ordenar una primaria de Alternativa Federal, distante de Cristina, pero también de Macri.
Schiaretti está convencido de que el Presidente no resignará su candidatura a la reelección para habilitar un juego más amplio con el peronismo como el que planteó el radical Alfredo Cornejo. "No se baja ni a palos", les insiste a sus amigos.
Acostumbrado a las señales más que a las palabras, Schiaretti armó un frente electoral a imagen y semejanza de la construcción que hace Roberto Lavagna. En el frente del peronismo cordobés esta vez también figuran el socialismo y GEN. En un segundo plano, que debería ser mirado con más atención, Cristina Kirchner levantó la lista de Unidad Ciudadana para favorecer a Schiaretti y evitar exponer una vez más la pobreza de su fuerza en Córdoba. Aun en el mejor momento del kirchnerismo, esa provincia fue donde menos votos recaudó.
Economista de profesión, fuertemente enfrentado al kirchnerismo durante su primer mandato (que coincidió con el conflicto con el campo), Schiaretti comparte con Macri la necesidad de alejar el fantasma de Venezuela. Es, sin embargo, pesimista sobre la situación de la economía y cree que la Argentina tiene por delante años muy difíciles. Más cerca políticamente de Lavagna que de Sergio Massa, el gobernador tiene una mirada más ortodoxa que las soluciones económicas que postula el ministro de Duhalde y Kirchner.
Una fatalidad
Los planes políticos de Schiaretti cambiaron en los días finales del último invierno.
-Si vos querés jugar el partido nacional, yo vengo y soy candidato a gobernador. Esta vez te toca a vos, Gringo.
-Lo voy a pensar, José.
El último acuerdo no pudo cumplirse. José Manuel de la Sota murió en un accidente de tránsito, el 15 de septiembre pasado. Sin reemplazos a la vista, frente a la fatalidad de perder al líder de la política cordobesa, Schiaretti eligió garantizar la hegemonía del peronismo en esa provincia antes que ir por una candidatura presidencial. Sin quererlo, se había quedado con la jefatura absoluta de Córdoba y al frente del grupo de gobernadores del PJ federal. Desde ese lugar, construyó en los últimos años una llamativa afinidad con Macri. Al fin, ambos comparten la misma clientela electoral en su provincia, que en un turno apoya a Schiaretti y en otro puede inclinarse por Macri.
Tomada la opción de quedarse en Córdoba, Schiaretti repite que no dará un salto nacional a último momento. "Los cordobeses no me lo perdonarían jamás", les repite a quienes le insinúan la posibilidad.
La segunda reelección de Schiaretti puede incluir para el peronismo el premio extra de ganar la intendencia capitalina (40% del padrón) por primera vez desde 1973, época en la que el Gringo (su único apodo) militaba en la izquierda peronista y De la Sota, en el sector ortodoxo. Más por la torpeza de la división del radicalismo que por voluntad del peronismo, con el triunfo de Martín Llaryora en la ciudad de Córdoba se quebraría un pacto de De la Sota con el radicalismo que sirvió para debilitar al partido de Luis Juez, que ahora milita en Cambiemos: las intendencias para la UCR y el gobierno provincial para el PJ.
Antes de ser el socio de De la Sota, Schiaretti fue uno de sus adversarios de la mano de la efímera incursión de Domingo Cavallo en el peronismo cordobés. Del entonces ministro tomó distancia cuando Carlos Menem lo nombró interventor de Santiago del Estero, en 1993. Ministro y vicegobernador, Schiaretti alternó con De la Sota hasta sumar, con el que logrará el domingo, seis mandatos consecutivos del PJ. Esa serie fue abierta por De la Sota el 20 de diciembre de 1998, cuando venció a Ramón Mestre. Gobernaba Carlos Menem.
El dominio del delasotismo siguió al ciclo de cuatro mandatos del radicalismo (tres seguidos de Eduardo Angeloz y uno de Ramón Bautista Mestre), que había consolidado la idea de que Córdoba era inoxidablemente radical. Pero la caída en desgracia de Angeloz, en 1995, y el precio que Mestre pagó por el fuerte ajuste que realizó, abrieron el camino para De la Sota, que de tanto insistir logró ser gobernador luego de dos intentos fallidos. "Vos vas a ser gobernador, tenés que insistir", le había dicho alguna vez Angeloz a De la Sota. Uno y otro fueron los líderes de sus partidos y las caras políticas de Córdoba. Mestre fue el obligado reemplazo que encontró Angeloz y Schiaretti, el aliado confiable que eligió De la Sota. Si Angeloz y De la Sota intentaron hasta donde pudieron ser presidentes, Mestre y Schiaretti eligieron administrar la provincia. A estos últimos también los une la obsesión por la obra pública y les tocó arreglar desmanejos económicos. Schiaretti aprendió del error de Mestre de pretender disputarle poder a Angeloz y nunca pulseó con De la Sota, que además jamás intervino en el manejo de la provincia mientras gobernaba Schiaretti.
Isla, cordobesismo y Cataluña
Schiaretti mantuvo la brecha abierta por Angeloz y profundizada por De la Sota: la añeja idea de que Córdoba siempre tiene un sello propio. Cuando se convirtió en candidato presidencial de un Alfonsín acuciado por la inflación, Angeloz promocionó en 1989 su gobernación diciendo que Córdoba era una "isla". De la Sota lanzó su frustrado intento de posicionarse como sucesor de Cristina Kirchner, en 2011, la noche en la que ganó las elecciones para su tercer mandato. En ese discurso instaló otra palabra que tiene el mismo significado que "isla": habló del "cordobesismo".
Schiaretti sigue ese camino que bordea sin remordimientos el chauvinismo. Fue él quien contagió a Macri, que cada vez que visita Córdoba dice que es como Cataluña. "Si ustedes tuvieran mar se habrían independizado", bromeó en una de sus últimas visitas. Como una inexplicada paradoja mediterránea, Schiaretti levantó como ícono urbano de la capital cordobesa un faro. Desde lo alto de una cierta veteranía, el gobernador espera guiar hacia el centro a los barcos boyantes del peronismo.
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