El peronismo se parte en La Matanza: surge una candidata que desafía a Fernando Espinoza y a La Cámpora
Se trata de Patricia Cubria, diputada y pareja del líder del Movimiento Evita, Emilio Pérsico; dice que “el verticalismo no existe más” y que no ve a la agrupación de Máximo Kirchner en los barrios
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La carrera hacia 2023 está lanzada y La Matanza se convierte en un tubo de ensayo que anticipa la contienda por el liderazgo del peronismo. En el principal distrito del conurbano bonaerense, considerado el bastión histórico del PJ, el Movimiento Evita comenzó a caminar el territorio con el ambicioso objetivo de desbancar del poder a Fernando Espinoza. La rebelión interna es encabezada por una figura desconocida para el establishment político: la diputada provincial Patricia Cubria, pareja del dirigente social Emilio Pérsico.
Como reflejo de su cercanía al presidente Alberto Fernández, el Movimiento Evita matancero aboga por la realización de una PASO que contenga a todas las tribus del Frente de Todos. Es lo que sus dirigentes hubieran querido que sucediera el año pasado, pero esa herramienta para dirimir candidaturas fue objetada por el intendente y descartada por Máximo Kirchner, que preside el PJ bonaerense y que mantiene un acuerdo político con Espinoza y la vicegobernadora Verónica Magario, la exintendenta del bastión peronista.
“Eran 4.000 avales los que necesitábamos, pero como sospechábamos de lo que podía llegar a pasar, presentamos 15.000″, dice Cubria. Y añade que no imaginó nunca el despliegue y la repercusión que alcanzaría el Frente Vecinal: “Era una lista más y terminó con el intendente no solo boicoteando la posibilidad de que se presente, sino poniéndose él mismo de primer candidato a concejal”. Desde el espacio decidieron no llevar adelante acciones legales ante la justicia electoral. Solo se limitaron a denunciar “proscripción antidemocrática” y a resaltar la “mezquindad política” de Espinoza.
Mientras camina por un polo productivo de la “economía popular”, en el barrio Santos Vega de Lomas del Mirador, y a la espera de un acto organizado por la rama de vendedores ambulantes de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), Cubria se muestra convencida de que aquel escenario plagado de arbitrariedades quedó atrás. En diálogo con LA NACION, afirma que en el Frente de Todos “el verticalismo no existe más” y que el kirchnerismo no volverá a tener “la lapicera” en 2023. “No soy albertista ni kirchnerista, soy peronista”, dispara. Y consultada por el vínculo con La Cámpora en el distrito, responde: “Acá no los vemos”.
–¿No están en los barrios?
–No, nunca estuvieron. Nosotros no los vemos. Acá en La Matanza no tienen mucha presencia territorial, por eso no hay mucho diálogo. Capaz que están en los locales de Anses, atendiendo. O en lo que es la estructura de vacunación.
–¿Piensa que los va a tener enfrente el año que viene?
–Ojalá que no. Creo que ellos tampoco quisieran estar con Fernando [Espinoza], pero aceptan por disciplinamiento. No les queda otra. Y nosotros le vamos a dar la opción de que puedan venir.
–¿Los recibirían?
–Sí, a todos. Yo no tengo prejuicios en lo más mínimo. Si lo que queremos es algo bueno para La Matanza, cualquiera es bienvenido. Lo que sí, no vamos a aceptar maltratos ni ninguna de esas cosas, aunque igual no suelen suceder. Cuando uno busca sumarse a algo nuevo, por lo general viene con cargas positivas.
–¿Cuando dice “maltrato” se refiere al estilo de hacer política?
–Claro. Si viene un dirigente a querer darme órdenes, le diría que no tiene nada que hacer acá.
La historia
Cubria nació en Córdoba y se crió en La Rioja. En su temprana adolescencia pisó por primera vez la provincia de Buenos Aires, lugar del que nunca más se fue. Definida a sí misma como “una hija adoptada del conurbano”, desde 2011 es legisladora bonaerense. Llegó a esa banca con 29 años, pero con una larga trayectoria de militancia que arrancó en las filas del movimiento piquetero, a finales de los 90. “Iba contra Menem y desde un lugar muy antipolítico en términos institucionales”, señala al recordar aquellos años. Fue en el marco de esa crisis social histórica que conoció a su futuro “compañero” de vida, Emilio Pérsico.
“Tuvimos primero una relación orgánica, de mucho respeto y admiración. Después nos enamoramos”, relata “La Colo”, apodo con el que es conocida Cubria en el mundo militante. Su ingreso a los llamados Movimientos de Trabajadores Desocupados, en el contexto del estallido de 2001, significó el primer acercamiento formal que la actual dirigente tuvo con el fundador de Quebracho. “Nos sumamos al MTD Evita, a la mesa de conducción de algunos frentes, sobre todo en Zona Norte, hasta que con el impulso de Néstor [Kirchner] se crea el Movimiento Evita en 2003”, rememora.
Alrededor de esa época, ambos ingresan a la gestión de la vicejefatura de Gabinete del gobernador bonaerense Felipe Solá. Fue allí, entre pasillos ministeriales, donde empezó a gestarse la pareja política. “Ya son 16 años de amor y política con Emilio. Somos como dos locos que están las 24 horas poniéndole vida a la militancia”, dice Cubria, con quien Pérsico tuvo su décimo hijo, “Nestitor”, bautizado por el mismísimo Papa Francisco.
Hasta mudarse definitivamente a La Matanza, Cubria y Pérsico peregrinaron por distintas zonas del conurbano. Fue recién en 2017 cuando lograron asentarse en su actual casa, en Isidro Casanova, cuyas paredes encierran parte de la historia argentina: se trata de una suerte de búnker construido en los 70 para resguardar al montonero Mario Firmenich. Hecho de cemento armado y con habitaciones circulares para mayor defensa ante posibles disparos, el exguerrillero nunca lo ocupó y el inmueble quedó en estado de abandono durante casi 40 años. “El Pepe’ había quedado exiliado y sin aportes jubilatorios. Entonces, entre comprarle a cualquiera y ayudar a un compañero, decidimos comprársela a él”, cuenta la dirigente.
Frente Vecinal
“Yo soy de las que piensa que, más allá de la responsabilidad institucional o política en la organización, siempre hay que estar a cargo de algún territorio”, sostiene Cubria, y lo grafica con una metáfora futbolera: “Así como sos hincha del club de tu barrio, también tenés que militar en donde vivís”. Primero fue la incursión territorial, junto a las demás organizaciones de la UTEP. Después vino “la cuestión política”. “A partir de conocer La Matanza, empecé a ver la situación y a reunirme con otros dirigentes, que me fueron convenciendo de lo que teníamos que hacer”, cuenta.
A más de un año de las próximas elecciones, el objetivo explícito de Cubria es “ampliar y fortalecer” la experiencia del Frente Vecinal. Un espacio que, como le gusta aclarar, no fue solo idea suya, sino de todos los sectores que lo integran en su conjunto. Desde el sindicalismo, con Heraldo Cayuqueo de la Uocra Matanza a la cabeza, hasta comerciantes y personalidades del ámbito intelectual vinculados a la Universidad Nacional de La Matanza (Unlam), pasando por miembros de la Iglesia Católica. Todos actores que, en palabras de la dirigente, “no solo no son tenidos en cuenta por el municipio, sino que muchas veces hasta son combatidos en el territorio”.
“Naturalmente, nos fuimos juntando todo los que somos castigados por el municipio. Y en ese juntarnos, aparecieron cosas mucho más importantes y trascendentes que el mero ‘antiespinocismo’”, comenta Cubria a LA NACION. Y precisa que esa red de alianzas lograda en los últimos tiempos era, hasta hace no mucho, “absolutamente impensada”.
–¿Está decidida a ser candidata a intendenta o la podemos ver el año que viene en una lista de diputados?
–La idea es disputar la intendencia. Ya di mucho como diputada para los compañeros de la provincia de Buenos Aires. No dejo mis tareas nacionales en el Evita, pero esta vez quiero trabajar acá en La Matanza. Tenemos que oxigenar al peronismo local. Y, sobre todo, destapar esa olla de participación, porque hay un montón de sectores que tienen muchísimo potencial y tienen que poder expresarse en el Estado municipal. Este espacio existe y va a seguir existiendo. Quiera o no quiera Espinoza, esto está vivo y está creciendo. Y tarde o temprano va a tener expresión. Si no seré yo, será otro compañero, pero va a tener expresión, de eso no tengo dudas. La Matanza es peronista y popular. Por eso, antes que votar a una opción neoliberal, la gente va y vota al peor peronista que exista. Eso es lo que tiene que dejar de suceder.
–¿Tiene un candidato a gobernador bonaerense preferido?
–La verdad que no. Pero estoy convencida de que hay que transformar la gestión de la provincia de Buenos Aires. Hoy está muy lejana, gobernada por no-bonaerenses hace muchos años. Y a esos no-bonaerenses tampoco los reemplaza necesariamente un intendente.
–¿El Evita va a jugar con Alberto Fernández a nivel nacional?
–Si decide ser candidato, sí. Por ahí es otro. Puede ser que el mismo Alberto vaya a las PASO con un candidato propio, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no hay destino municipal si no hay un gobierno nacional que continúe. Y nuestra prioridad es que continúe el Frente de Todos. ¿Quién será el candidato? La verdad que no lo sé y tampoco me estaría importando mucho. Mientras el proceso continúe con una estabilidad que nos permita seguir creciendo, estamos conformes. Hoy, la dirigencia política es una representación lastimada de la post crisis de 2001, que no termina de cicatrizar y que en muchos casos se alejó de la sociedad. Antes del 17 de octubre no había un Perón. Eso me permite todavía creer en que los procesos los van haciendo los pueblos. Y si los pueblos vamos construyendo algo más justo, aparecerá un liderazgo nuevo.
–¿Un liderazgo que no es el del Presidente?
–Que no es el de ninguno de los que está hoy. Yo no soy albertista ni kirchnerista. Soy peronista del Movimiento Evita. Y si hay alguien a quien admiro, es a mis compañeros y compañeras.
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