El periodismo, una brújula en la pandemia
La pandemia supone una curiosa paradoja para el mundo de la información. Nunca como en estos tiempos los medios de comunicación fueron tan relevantes y consultados, con audiencias récord y credibilidad reconocida, pero han resultado, a la vez, afectados por la crisis de alcance global.
La convulsión acelera un fenómeno que estaba en curso: la migración de los lectores hacia el mundo digital y también hacia el uso del celular, por más que el encierro hogareño nos encuentre rodeados de una variedad de dispositivos. Tres datos fundamentales de estos días: el tiempo de lectura en los sitios de noticias aumentó el 47 por ciento en EE.UU. El uso promedio diario de los móviles pasó allí de 3,27 a 4,18 horas. En la tercera semana de abril, el 88 por ciento de los norteamericanos seguían las noticias del coronavirus entre bastante y mucho, según una encuesta del Centro de Investigación Pew.
Las grandes cabeceras informativas, que se destacan por su periodismo profesional, vieron subir las audiencias exponencialmente de la mano de la fórmula que explica el histórico lazo con los lectores: información rigurosa y confiable, análisis de calidad, contenido de servicio y cercanía para contar las historias de los ciudadanos de a pie.
Como ocurre desde hace casi una década, emerge como modelo el coliseo de la prensa de calidad, The New York Times, que duplicó las visitas tan frenéticamente como se multiplicaron los contagios. Ni Donald Trump, con su bullying diario hacia la prensa independiente, pudo lo que el coronavirus para el Times. En solo tres meses, atrajo 600.000 nuevos suscriptores digitales (en todo 2019 captó 719.000), el mayor crecimiento desde que arrancó con este sistema de fidelización en 2011, para totalizar la friolera de 6 millones de suscriptores. En EE.UU. otros vencedores han sido los diarios locales, con récords de tráfico de hasta 150 por ciento, lo que no es de extrañar en este maremágnum, pues son lo que alertan sobre lo que pasa a la vuelta de cada esquina.
La historia enseña que ante fenómenos de fuerte impacto las grandes marcas han sido el refugio natural del lector ávido de información veraz. Una encuesta reciente del Reuters Institute y la Universidad de Oxford entre lectores de Alemania, España, Estados Unidos, el Reino Unido, Corea del Sur y la Argentina revela que una mayoría cree que los medios han ayudado a comprender la crisis y a explicar qué se puede hacer al respecto. Según ese estudio, en materia de confiabilidad los medios aventajan a las redes sociales por 33 puntos porcentuales; a los sitios de video, por 30; a las aplicaciones de mensajería, por 35, y a los motores de búsqueda, por 14.
La historia enseña que ante fenómenos de fuerte impacto las grandes marcas han sido el refugio natural del lector ávido de información veraz
Sobran en el mundo los ejemplos de buena praxis periodística. Le Monde sacudió a la opinión pública francesa con una investigación que reveló las razones por las que Francia tenía mil millones de barbijos en 2011 y apenas 160 millones al comenzar la pandemia. Estado de S. Paulo forzó, al ir a la Justicia, al presidente Jair Bolsonaro a que mostrara los resultados de tres exámenes de coronavirus que se negaba a entregar. En EE.UU., tanto el Post como el Times han combatido ferozmente la desinformación que emana de la Casa Blanca.
La extraordinaria demanda por conocerlo todo sobre el Covid-19 y el hecho de tratarse de información de primera necesidad han llevado a los diarios de mayor trayectoria a dar acceso irrestricto a sus notas en la web, limitadas hasta ese momento por los llamados "muros de pago". Así como históricamente los diarios se sostuvieron por la elección del lector del ejemplar en papel, con todo su valor como fuerza de la tradición, el presente y el futuro de la industria se proyectan, en buena parte, en las suscripciones digitales.
Netflix y Spotify, entre otros, fueron precursores para enseñar el camino. El lector está dispuesto a pagar por contenidos de calidad. Decisión que puede responder a una amplia variedad de motivos: desde las plumas de los grandes columnistas, la fuerza del periodismo de investigación, ahora fortalecido por el de datos, la comunión con una línea editorial y, hoy, también por esas raras avis propias de las redacciones centenarias, aquellos profesionales a los que el coronavirus tomó menos desprevenidos, los periodistas especializados en temas de salud y ciencia, voces autorizadas que lo dimensionaron antes que nadie, ya sea por estar familiarizadas con las publicaciones especializadas o por su contacto periódico con las eminencias del mundo de la salud. En ese club de entendidos, con sus más de 35 años de periodismo sanitario, aporta claridad en LA NACIÓN Nora Bär, palabra acreditada en cuestiones médicas.
Los diarios en papel mantuvieron su distribución en todas las plazas del mundo, a pesar de enfrentarse a una tormenta perfecta, pues el temor al contagio hace que algunos prefieran mantenerlos a distancia, aun cuando la Organización Mundial de la Salud afirmó recientemente que no encuentra evidencias de que el virus se contagie a través de objetos. A su vez, la aguda recesión se tradujo en una importante baja en el soporte publicitario que busca distinción y prestigio para sus marcas.
¿Qué otra cosa nos dice, acaso, el fenomenal impacto qué causó días atrás el
Pero el notable crecimiento en las audiencias no es otra cosa que un reconocimiento a su ascendencia y gravitación. Por una razón. Se les admiten años de autoridad como brújula ordenadora de lo que acontece. Algo así como un sello de calidad que garantiza jerarquizar lo importante, descartar lo secundario e interpretar lo que sucede fuera de todo sensacionalismo. Son los grandes formadores de la agenda informativa. ¿Qué otra cosa nos dice, acaso, el fenomenal impacto qué causó días atrás el Times al publicar una tapa íntegra con 1000 nombres de víctimas en Estados Unidos si no de la fuerza indeleble de la palabra impresa?
La pandemia instauró también un cambio brutal, nunca visto, en la dinámica de trabajo de las redacciones, que en los últimos años pasaron a reportar en tiempo real las 24 horas, los sietes días de la semana. Hoy se opera con pequeñas dotaciones "en base". Cronistas y editores escriben y configuran diagramas y páginas web desde sus casas, con tantos otros cubriendo los hechos donde estos ocurren, en calles o dependencias oficiales. El intercambio presencial, tan característico como indispensable, ha dado paso a una sucesión de reuniones virtuales. El País, de Madrid, edita todos los contenidos con la redacción completamente vacía, mientras en la castigada Nueva York el Times anunció el regreso de sus equipos al edificio de Manhattan para la primera semana de septiembre.
La crisis descubrió iniciativas innovadoras. Media docena de entrevistas en vivo, por Zoom, arrojaron resultados más que interesantes como oferta periodística. Las vivencias de los corresponsales en el exterior, la situación en las provincias contadas por los cronistas allí acreditados, las vicisitudes de argentinos varados en diversos confines del mundo, el sufrido día a día de las personalidades del espectáculo y la mirada de actores políticos y económicos, reunidos bajo la controvertida disyuntiva de "economía o salud", alcanzaron 100.000 reproducciones solo para uno de esos eventos. Una resonancia parecida mereció la recopilación de textos y entrevistas de grandes periodistas a protagonistas de la Argentina y el mundo reunidas en cuatro sucesivos suplementos dominicales.
Vivimos un tsunami de información casi con tema único a nivel planetario, pero asoman claros signos de cansancio. Por más empeño en retratar historias que busquen la luz al final del túnel, misión que en estas páginas semana a semana cumple la experta en temas internacionales Inés Capdevila, la realidad abruma con su carga de desolación. Demasiada toxicidad, necesidad de distraerse, de mirar otra cosa. Netflix, con sus 160 millones de suscriptores en 189 países, supo capitalizar la cuarentena con un aumento del 16 por ciento en su consumo. YouTube no se queda atrás, con un incremento del 15%, pero el dato más novedoso lo aportó la plataforma Disney+, que alcanzó los 50 millones de abonados en todo el mundo a solo cinco meses de su lanzamiento, muy por encima de las proyecciones de la compañía. Su llegada a la Argentina está prevista para antes de fin de año.
Son tiempos turbulentos, de cambios vertiginosos. Pero, con toda su carga de incertidumbre, el futuro también trae consigo la fórmula del camino a seguir. Periodismo de calidad, innovación permanente, información equilibrada y verificada, valores que han llevado a LA NACIÓN, en medio de la caída de ingresos por publicidad, que tanto compromete a la industria cultural de que es parte, a liderar con 320.000 seguidores el ranking de suscripciones digitales entre los países de América Latina y España, ubicándose así entre los veinte principales diarios digitales del mundo.
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