El Papa visitó a la sobrina de una de las dos religiosas francesas que fueron víctimas de Alfredo Astiz
Se trata de sor Geneviève Jeanningros, que vive en una casa rodante en un parque de diversiones a las afueras de Roma; ella dijo que no hablaron de la visita de diputados libertarios al condenado por el crimen de su tía
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ROMA.- Ayer a las 15, cuando el termómetro marcaba 35 grados, el papa Francisco interrumpió su mes de “vacaciones” y salió del Vaticano para ir a visitar a sor Geneviève Jeanningros, monja de la Congregación de las Hermanitas de Jesús y sobrina de Léonie Duquet, una de las dos religiosas francesas desaparecidas durante la dictadura, que fue víctima de Alfredo Astiz. Sor Jeanningros vive desde hace cinco décadas en una casa rodante al lado de un parque de diversiones de Ostia, en las afueras de Roma, donde realiza un trabajo pastoral con personas necesitadas de esa comunidad.
La visita, de carácter privada y de la que informó el Vaticano, tuvo lugar justo en medio de las duras críticas que provocó en la Argentina la visita que diputados nacionales libertarios le hicieron a Astiz y a otros condenados por crímenes de lesa humanidad en el penal de Ezeiza. “No tuvo absolutamente nada que ver con eso”, dijo a LA NACION sor Geneviève, quien aseguró que, si bien ella estaba enterada de lo sucedido en la Argentina, con el Papa no tocaron para nada el tema.
La visita de los legisladores de La Libertad Avanza a genocidas también creó zozobra en Francia, donde Astiz es un símbolo del régimen militar que gobernó el país entre 1976 y 1983 porque tuvo un papel principal en el secuestro, las torturas y la desaparición de las religiosas francesas Alice Domon y Duquet en diciembre de 1977. Astiz está condenado a cadena perpetua.
“El Papa vino por el Luna Park y por el circo, colectivos que han sufrido mucho durante la pandemia y a veces se sienten desatendidos, y para bendecir una estatua de la Virgen protectora del Espectáculo Itinerante y del Circo… Y después se quedó saludando a los chicos en una sala y a ver un pequeño espectáculo de circo que le había preparado”, detalló a LA NACION la sobrina de Duquet, quien mantiene desde hace años una relación muy cálida con el pontífice, que ya había visitado su obra en 2015. Sor Geneviéve, de 81 años, suele ver al Papa el miércoles después de la audiencia general, cuando le lleva a grupos de nómadas, gente del circo y personas LGBT+.
Si bien hoy el vínculo entre ella y Francisco es de amistad, no fue tan así en el pasado. Sor Geneviéve, en efecto, había quedado mal cuando, el 25 de septiembre de 2005, luego de la identificación del cuerpo, su tía fue enterrada en el jardín de la Iglesia de la Santa Cruz, en Buenos Aires, junto a otras madres de Plaza de Mayo entre las cuales estaba Esther Balestrino de Careaga, que había sido profesora de Química de Jorge Bergoglio. En esa ceremonia, si bien hubo personalidades civiles, no asistió nadie del episcopado, algo que le dolió mucho a sor Geneviéve, que decidió entonces, años más tarde, escribirle una carta al entonces arzobispo y cardenal primado de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, y dejársela en el hotel para eclesiásticos donde solía quedarse cuando viajaba a Roma. Aunque no se lo esperaba, después de esa carta, en la que había dejado su número de teléfono, recibió un llamado de Bergoglio, que reconoció su error y le pidió disculpas: “Hermana, hizo bien en decírmelo, así se hace entre hermanos y hermanas”.
Tal como consignó Vatican News, el arribo del Santo Padre al parque infantil de Ostia -donde vive y trabaja la hermana Geneviève desde hace 56 años- estuvo marcado “por el chasquido de dos besos” que se intercambiaron. El Papa, además, llamó cariñosamente a la religiosa una “enfant terrible”. “¡Qué gran alegría nos regala!”, dijo la monja con su acento francés, abrazando al pontífice, que, durante el encuentro, agradeció a todos los circenses, payasos, acróbatas y trabajadores del espectáculo itinerante “por hacer sonreír a la gente”.
La religiosa ofreció su testimonio sobre cómo vivió la desaparición de las monjas francesas en la Argentina en el libro “La verdad los hará libres”, publicado el año pasado por el Episcopado, en el que se revisa la actuación de la Iglesia en esos años oscuros.
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