El país de las oportunidades desperdiciadas
Las idas y vueltas de la Argentina para adquirir dosis de Pfizer abrieron una oportunidad providencial para Uruguay; el caso retrata los problemas de gestión de la administración Fernández
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La explosiva llegada de la segunda ola del Covid-19 ofrece un nuevo capítulo de la saga “La Argentina, país de oportunidades desperdiciadas”: la frustrada negociación entre la administración de Alberto Fernández y Pfizer BioNtech ofrece un argumento de alto impacto con una impensada derivación.
Rodeada desde hace meses de misterio, hermetismo, sospechas y acusaciones, nunca esclarecidas, el acuerdo con el consorcio farmacéutico norteamericano-alemán, que no llegó a buen término, le permitió al gobierno de Uruguay recuperarse, parcialmente, del gran retraso que padecía en la adquisición de vacunas hasta principios de este año. Ironías de la historia y contraste de modelos de gestión.
Las idas y vueltas argentinas para adquirir las decenas de millones de dosis, que el laboratorio tenía comprometidas por haber sido el país una de las principales sedes de la experimentación, significó una providencial ventana de oportunidad que el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou no dejó pasar, con una gestión personal y directa.
“Somos un chiquito entre dos gigantes, solo nos queda colarnos entre ellos”, decía Lacalle Pou. Lo que no preveía, seguramente, es que la Argentina se lo hiciera tan fácil
Ocurrió al mismo tiempo que el exministro de Salud Ginés González García mantenía empantanado, desde hacía casi dos meses, el vínculo con Pfizer, según relataron altas fuentes públicas y privadas argentinas y uruguayas. González García no actuaba por cuenta propia: Fernández había delegado en él toda la cuestión de las vacunas, pero no estaba ajeno a las negociaciones.
Lacalle lograba concretar así la táctica que se había propuesto: “Somos un chiquito entre gigantes, solo nos queda colarnos entre ellos”. Lo que no preveía, seguramente, es que su vecino rioplatense, uno de los “gigantes” de referencia, se lo hiciera tan fácil.
Tal vez esto ayude a echar luz sobre la desmesurada (y nunca suficientemente explicada) reacción de Fernández frente a Lacalle en la cumbre de presidentes por el 30° aniversario del Mercosur, donde el uruguayo planteó una flexibilización del bloque. Fue hace solo 20 días. Diez días después de que llegara a Uruguay el primer embarque de las vacunas de Pfizer.
La actuación de Lacalle ofrece un notable contraste con la del presidente argentino. No solo por la celeridad con la que actuó y logró el acuerdo, sino por haber tomado personalmente las riendas de las negociaciones para obtener la vacuna. También por la velocidad con la que recompuso el desaguisado que habían causado funcionarios del Ministerio de Salud de su país al rechazar (también) la vacuna de Pfizer.
En la última semana de diciembre, pocos días después de que él mismo estableciera el vinculo para obtener las dosis, el presidente uruguayo echó al coordinador de Relaciones Internacionales y Cooperación del Ministerio de Salud Pública (MSP) por haberle expresado de forma “unilateral” e “inconsulta” a representantes de Pfizer que Uruguay no estaba interesado en adquirir sus vacunas.
González García no se fue el 20 de febrero pasado por no haber logrado concretar la llegada de las vacunas que podrían haber evitado el nuevo confinamiento educativo y otras restricciones. Su salida se debió al escándalo del vacunatorio vip, lo que llevó a una fuente al tanto de las frustradas negociaciones a ironizar: “Lo de Ginés es como lo de Al Capone, que fue preso por evadir impuestos. Al lado de lo de las vacunas que no llegaron, lo otro es una anécdota”. Así se escribe la historia.
Las diferencias
La secuencia de los hechos realza aún más todas las diferencias. Mientras Uruguay se demoró por haber confiado la compra de vacunas al consorcio internacional Covax, que impulsa la OMS para la adquisición equitativa de insumos, la Argentina se jactaba de haber iniciado negociaciones tempranas con laboratorios privados.
La demora argentina en ambos casos es la contracara de lo hecho por Uruguay. En poco más de 15 días el estudio de Nueva York que contrató sin demoras Lacalle, acordaba con Pfizer BioNTech las cláusulas del convenio, que empezó a dar sus frutos el 17 de marzo
Sin embargo, una maraña de intereses, dudas y conflictos intraadministración fue dilatando algunos acuerdos, como el de Pfizer. Al mismo tiempo, se privilegiaron otros convenios, cuyas optimistas promesas se desvanecieron con el paso del tiempo. Es el caso de la vacuna de Astra Zeneca que se produjo en el país, pero se envasa en México y que aún no ha llegado por inconvenientes durante la investigación, falta de insumos y problemas de logística. A veces lo barato sale caro.
Los estrechos vínculos del dueño del laboratorio local, Hugo Sigman, con los más altos funcionarios del gobierno nacional permitieron instalar mantos de sospecha que aún no han sido esclarecidos por la administración Fernández. El ascenso en el Ministerio de Salud de Sonia Tarragona complica más las cosas. La ahora funcionaria fue, entre 2007 y 2015, directora de la Fundación Mundo Sano, presidida por Silvia Gold, esposa de Sigman, al mismo tiempo que se desempeñaba en la universidad Isalud, creada por González García. Las puertas giratorias y la ocupación de todos los lados del mostrador no son patrimonio del gobierno de los ceos.
También habrían operado afinidades geopolíticas o simpatías ideológicas del lado argentino, que no se advierten en la otra orilla. La acelerada adquisición de la vacuna rusa Sputnik V, cuando todavía se desconocían resultados claves del proceso experimental, y la de la china Sinopharm no se explicaría solo por la necesidad desesperada de contar con las vacunas ante la amenaza de la llegada de la segunda ola. El agua ya inunda parte de nuestras costas y las vacunas siguen escaseando. Lo que explica las restricciones que anunció el Presidente.
Las negociaciones anunciadas ayer por Alberto Fernández para adquirir la vacuna que está en proceso experimental en Cuba otorgan verosimilitud a la interpretación política y refuerza hipótesis.
En Uruguay, el ascenso vertical de casos en los dos últimos meses del año, que llevaron a Uruguay de país modelo a ser hoy uno de los estados con más muertos en proporción a su población, activó todas las alarmas y aceleró la búsqueda de vacunas sin importar su origen. Por eso, Lacalle salió a ejercer la diplomacia presidencial y afrontar la gestión personal (ista) de las negociaciones. Nada que sorprenda a los uruguayos, que conocen la saga familiar. Su padre ya lo había hecho cuando fue presidente.
El plan de vacunación uruguayo ya incluye tres vacunas de diferente origen, a las de Pfizer se suman la china Coronavac y la de AstraZeneca, desarrollada en Inglaterra.
El contraste que este episodio expone entre el patrón de actuación de Fernández y de Lacalle no parece fortuito o fruto de las casualidades. Otra gestión parece mostrar la existencia de diferencias estructurales. Es la que involucra al laboratorio estadounidense Moderna.
La demora argentina en ambos casos es la contracara de lo hecho por Uruguay. En poco más de 15 días el estudio de Nueva York que contrató sin demoras Lacalle, acordaba con Pfizer BioNTech las cláusulas del convenio, que empezó a dar sus frutos el 17 de marzo. Ese día llegaron las primeras 50.000 dosis de las dos millones contratadas, que ahora son tres millones más.
Podría ser otro caso de procrastinación de la gestión Fernández, aunque parece ser más un nuevo capítulo de “El país de las oportunidades perdidas”.
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