El pacto social simula la unidad y posterga diferencias
A los pocos días del triunfo en las PASO que lo posicionó a las puertas del poder, Alberto Fernández activó un comité para avanzar en un acuerdo de precios y salarios con empresarios y sindicalistas a partir del 10 de diciembre. Hoy, a casi dos meses de las primeras conversaciones, el candidato del Frente de Todos cree tener casi todos los hilos atados para escenificar esta suerte de pacto económico y social en caso de ser elegido presidente.
El acuerdo con los sindicatos simuló ayer estar resuelto. Fernández bendijo la unidad sindical y hasta celebró el deseo imposible de la CTA de regresar a la CGT. Sin querer apostar todavía por un interlocutor sindical único, como lo hizo Néstor Kirchner, Fernández habilitó así una pelea subterránea por el liderazgo de este nuevo rearmado de poder.
El regreso de los gremios de cualquiera de las dos vertientes de la CTA al redil cegetista es poco probable. Fueron superados ya los enojos por las acusaciones de "burócratas" y menemistas. Pero la resistencia en la CGT prima en la pulseada por la representación de los trabajadores. Nadie imagina en una misma mesa al colectivero Roberto Fernández con el metrodelegado Néstor Segovia. Además, algunas organizaciones ceteístas no cuentan con los requisitos indispensables, como tener la personería gremial, si se mira el detalle estatutario.
La CTA no será además incluida hasta no resolver la interna cegetista puertas adentro. El 22 de agosto de 2016, cuando nació el triunvirato, votaron 1582 congresales sobre un total de 2191. En cantidad de sindicatos fue así: se unieron 124 sobre 213 organizaciones confederadas. Es decir, quedaron afuera 89 gremios. Proyectan hoy en la CGT que la reunificación dejaría afuera a menos de 20 organizaciones. Hasta el macrista Ramón Ayala, jefe de los ruralistas de la Uatre, ya exploró un acercamiento a través del gobernador tucumano, Juan Manzur.
El paso más importante se concretó hace dos semanas en la sede de los estatales de UPCN. Allí se abrieron las negociaciones entre "los Gordos" (grandes gremios de servicios) y el influyente sector "independiente" con el moyanismo. Fue más para complacer el pedido de Fernández que un deseo real de unidad sindical. El candidato les había pedido a Héctor Daer y a Hugo Moyano una suerte de tregua, al menos hasta diciembre, para darle impulso al pacto social.
Andrés Rodríguez, el anfitrión, ubicó de un lado a Daer, referente de "los Gordos", y del otro a Moyano, el jefe del ala disidente. Al término de la reunión, el camionero se excusó de hablar con la prensa y evitó la conferencia conjunta con Daer. Envió a Omar Plaini como vocero de su sector. A Moyano lo guía aún la desconfianza.
El recambio de autoridades en la CGT está previsto para agosto de 2020. La intención de los sectores de más peso es ungir a Daer líder único, sin la compañía del barrionuevista Carlos Acuña. El moyanismo, sin embargo, pretende adelantar los tiempos y diseñar una nueva conducción después de la elección presidencial del 27 de este mes. Moyano avisó que está dispuesto a relegar las aspiraciones de su hijo Pablo de encabezar la central obrera, aunque sugirió un cargo de privilegio para Camioneros. Su desconfianza a "los Gordos" y a Luis Barrionuevo lo empujaron ayer a respaldar la movida de la CTA kirchnerista para regresar a la CGT después de 28 años. Moyano, con la CTA, cree que podría recuperar influencia interna, equilibrar los apoyos y ganar poder de fuego.
Daer, en tanto, tendió puentes con otros sectores cegetistas que tributarían para él. Sumó a la tropa del taxista Omar Viviani, a los gremios de la energía y a los transportistas que no responden al moyanismo. Nadie hablará de confrontación interna, sino de la necesidad de unificarse. La pelea se abrirá después del comicio presidencial.
Para el pacto social Fernández también terminó de anudar su aval con los empresarios tras su visita a la UIA. Ya había cosechado el visto bueno del presidente de la entidad, Miguel Acevedo, cuando lo sumó en septiembre a la comitiva propia para una prueba piloto que se hizo en Tucumán, con otros hombres de negocios y la CGT. Uno de los temas más espinosos que está en la agenda es el de la necesidad de activar una reforma laboral. Los empresarios quedaron satisfechos con la respuesta del candidato, que habilitará negociaciones sectoriales sin imponer reglas generales de flexibilización. Es un primer paso idéntico al que dio Macri antes de impulsar un proyecto propio a través del Congreso.
Para cerrar por completo el acuerdo con los empresarios falta un paso, cuya gestión avanza por carril aparte: más de un industrial desea reunirse cara a cara con Cristina Kirchner. Necesitan escuchar de su boca cuánta influencia tendrá en las decisiones de Fernández. También, en algún caso particular, hacer las paces tras algún cruce retórico. Con los sindicalistas, Cristina ya tuvo su encuentro de reconciliación. Ahora falta con ellos.
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