El oficialismo apuesta a que los “diputados aliados” puedan renovar sus bancas para alcanzar la mayoría en la Cámara baja
De los 23 diputados que no pertenecen al Frente de Todos ni a Juntos por el Cambio, 16 concluirán sus mandatos a fin de año; los legisladores que se despiden y nuevas figuras que ingresarían
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En su afán de alcanzar la mayoría en la Cámara de Diputados, el oficialismo no solo volcará sus mayores esfuerzos en potenciar el desempeño electoral de sus candidatos; en esta campaña también seguirá muy de cerca el derrotero de sus aliados, aquellos que, con su voto, acompañaron en este último año y medio la mayoría de las leyes impulsadas por la Casa Rosada y que ahora apuestan a renovar sus bancas en las próximas elecciones.
En la actual composición de la Cámara baja, 23 diputados no pertenecen ni al Frente de Todos ni a Juntos por el Cambio, los dos bloques más numerosos. De ellos, 16 –más de la mitad- completarán sus mandatos a fin de año. La mala noticia para el Gobierno es que buena parte de estos legisladores en retirada son aliados casi formales del oficialismo o bien suelen dar quorum en las sesiones más complejas.
El bloque que comanda Máximo Kirchner no desespera. Por delante tiene dos apuestas para alcanzar la tan ansiada y esquiva mayoría en la Cámara baja. La de máxima –aunque improbable–, repetir la hazaña electoral de 2019, con lo cual no necesitaría aliados para obtener quorum propio. Si, en cambio, la cosecha de diputados no resulta tan holgada, la apuesta de mínima será asegurarse como hasta ahora que al menos un puñado de diputados afines le facilite el quorum y la sanción de las leyes.
La estrategia no es nueva: en los albores del gobierno de Alberto Fernández, el presidente de la Cámara baja, Sergio Massa, se encargó de articular una bancada afín con una decena de diputados de distintos orígenes partidarios que le fuera funcional. La comanda el mendocino José Ramón, quien hace pocas semanas atrás formalizó su pase al oficialismo; su mandato vencerá a fin de año pero el peronismo de su provincia no lo incluyó en sus listas; Ramón confía en que finalmente la Casa Rosada lo premie con un cargo nacional por sus servicios prestados.
Junto a Ramón, también rumbeó para el Frente de Todos su compañero de bloque Pablo Ansaloni. Su incorporación no fue ninguna sorpresa ni modifica demasiado el actual equilibrio de fuerzas en la Cámara baja; en efecto, al bloque oficialista le restan todavía al menos media docena de bancas para alcanzar el quorum propio en la Cámara baja.
La partida de Eduardo “Bali” Bucca al bloque de Máximo Kirchner sí resultó, en cambio, una novedad: si bien era un secreto a voces su afinidad con el jefe de la bancada kirchnerista –de hecho, votó varias de las leyes impulsadas por el Gobierno–, hasta último momento se barajó su retorno al redil de Florencio Randazzo, primer candidato a diputado nacional de Vamos con Vos.
“Me da vergüenza ajena”, arremetió Randazzo, quien en 2017 llevó a Bucca a la Cámara baja. El bolivarense, sin embargo, no renovará su banca; se estima que, tras la renovación parlamentaria, ocuparía un cargo nacional.
Su alejamiento desató fuertes reproches internos en el interbloque Federal, espacio que todavía Bucca lidera. Esta bancada aglutina a 11 legisladores de orígenes partidarios diversos aunque, por lo general, críticos del oficialismo: Consenso Federal –que tiene como uno de sus referentes a Roberto Lavagna–; Córdoba Federal, que responde al gobernador Juan Schiaretti; el socialismo y el Frente Progresista.
No solo el lavagnismo reclamó la inmediata renuncia de Bucca como jefe del interbloque: también apuran su salida los diputados schiarettistas, deseosos por desmarcarse cuanto antes del converso; se sabe que en Córdoba, provincia antikirchnerista por antonomasia, cualquier cercanía con el oficialismo resultaría lesiva para sus intereses electorales.
En efecto, al gobernador Schiaretti le espera una dura pulseada electoral en su provincia: de los cuatro diputados que le responden, tres vencerán su mandato a fin de año. Los legisladores schiarettistas supieron tener posiciones ambiguas en las votaciones en la Cámara baja: votaron en contra de aquellas leyes contrarias a su provincia –como el nuevo régimen de biocombustibles, por caso– y resistieron las iniciativas más polémicas del kirchnerismo –como las reformas judiciales–, pero facilitaron la sanción de otras varias al Gobierno, además de dar quorum en la mayoría de las sesiones.
“Tenemos que preservar la gobernabilidad de la provincia”, es la frase repetida de los diputados cordobeses, claves en cada votación en la Cámara baja. Por esa razón Schiaretti decidió jugarse a todo o nada en estas elecciones para renovar las tres bancas en juego: como candidata al Senado irá su esposa, Alejandra Vigo, mientras que Natalia De la Sota es la primera postulante a la Cámara baja.
Una fuerte recomposición interna se augura en este heterogéneo mosaico de legisladores que se ubican en el medio de la grieta, entre el oficialismo y Juntos por el Cambio. Además de los diputados Ramón y Bucca, tampoco renovarán sus bancas Jorge Sarghini, el socialista Enrique Estévez y la tucumana Beatriz Ávila, quien competirá como precandidata a senadora en Juntos por el Cambio; todos ellos son críticos del Gobierno. Los dos diputados de izquierda Mónica Schlottahuer y Carlos Giordano también completarán sus mandatos a fin de año. De no renovar esas bancas, la izquierda se quedará sin representación legislativa.
Unos salen, otros ingresan. A este espacio “del medio”, equidistante del oficialismo y de la oposición, se sumarían, de resultar electos, figuras de peso como el bonaerense Randazzo y la socialista Mónica Fein por Santa Fe, además de De la Sota por Córdoba. Habrá que ver qué perfil adoptarán durante la segunda parte del mandato de Alberto Fernández y, sobre todo, cuán dispuestos estén a aportarles sus votos si, contrario a lo que confía el oficialismo, la mayoría en la Cámara le continúa siendo esquiva.
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