El ocaso kirchnerista, entre espejos rotos y un Lula de cartón
El oficialismo traza paralelismos entre el brasileño y la situación de Cristina Kirchner
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La Argentina kirchnerista tiene un problema con los espejos. A los que tiene a mano, los rompe. A los que tiene más lejos, los malinterpreta. Entre estos últimos está Lula, en cuyo reflejo el kirchnerismo quiere ver la imagen de Cristina Kirchner. Pero esa impresión es tan falsa como el Lula de cartón que Axel Kiccillof subió al escenario el sábado en La Plata para celebrar por anticipado un triunfo del brasileño en las elecciones del próximo domingo.
Entre los espejos cercanos está la PASO que ahora el kirchnerismo amenaza con desarticular justo cuando la sociedad se muestra más incognoscible que nunca: o escatima su rostro y va menos a votar o muestra rasgos inesperados, la marginalidad anticasta y la rabia, por ejemplo, que irrumpen y cambian el sentido del presente. Las PASO significan muchas cosas pero en época de encuestas desconcertadas, es el mapa más fiel posible de los deseos de los votantes, al menos de los deseos políticos. Lo más cercano a un censo de lo que quiere el ciudadano en edad de votar. Que el kirchnerismo busque frenarlas significa varias cosas. En principio, que su visión está concentrada en un solo punto del horizonte político, el poder, la puja interna y su identidad antes que la representación popular. Sin las PASO, toda oferta electoral se vuelve más verticalista y alejada de los representados. Entre ese espejo institucional a punto de romperse y el espejismo de Lula, el kirchnerismo lo distrae de lo real.
Mientras en 2006, el Lula real, no el de cartón con el que sueña el kirchnerismo, tomó la decisión de no salvar a Varig, la aerolínea brasileña que en la práctica oficiaba de aerolínea de bandera, que recibía subsidios millonarios del Estado y tenía un déficit insostenible, Aerolíneas Argentinas sigue siendo una de las compañías estatales más deficitarias y más defendidas por el kirchnerismo. En 2021, 25 de las 33 empresas públicas fueron deficitarias y recibieron $322.639 millones del Estado para poder afrontarlo. Tres de esas empresas son responsables del 69% del déficit que tienen las empresas públicas y son las que se quedaron con más recursos del Estado para financiar su desbalance. Aerolíneas Argentinas es una de esas tres.
En Lula, el kirchnerismo cree ver un oasis de equivalencias con la vicepresidenta, hecho de liderazgo popular, de regreso triunfal después de atravesar el calvario de una justicia injusta y de combate al “neoliberalismo”. Así lo explicó Kicillof en las puertas del edificio Néstor Kirchner de la Facultad de Periodismo platense: “La comunión que hay en términos de proyecto económico y social, casi diría a nivel latinoamericano, un proyecto político con Lula”, sostuvo y extendió esa intepretación a la región: “Si a eso se suma lo que ocurrió en Chile, lo que ocurrió después en Colombia, lo que pasa en México, buena parte de nuestra región, incluso en los países que parecían más liberales en sus políticas permanentes como es el caso de Colombia o de Chile, se ha visto que muy lejos de una ola neoliberal, hay un reverdecer de los movimientos que responden al campo popular”.
Es curioso cómo los espejos de países vecinos distorsionan la perspectiva kirchnerista. Las comparaciones son odiosas pero algunas, además son imprecisas. De Lula y Brasil a Chile y Boric, una lectura que imagina una comunión de ideas y deja de lado datos clave. Si ese reflejo equívoco incluyera información contante y sonante, desconcertaría al kichnerismo. La interpretación del gobernador bonaerense se sostiene a fuerza de simplificar la realidad como lo haría un adolescente precioso de centro de estudiantes.
Por un lado, el realismo económico de Lula está lejos de la ideologización enceguecida del kirchnerismo. Hay un ejemplo elocuente. El kirchnerismo sigue insistiendo con el tema de la soberanía de los cielos y la aerolínea de bandera. Machaca con ese latiguillo y lo aplica a la defensa de una Aerolíneas Argentinas re estatizada en su gestión y deficitaria sostenidamente.
La aerolínea estatal, nacional y popular es una bandera central de los años de hegemonía kirchnerista y también de este período de ocaso. Pero los datos lo dejan claro: no todo Estado soberano cuenta con aerolínea estatal de bandera. Brasil, por ejemplo, nunca tuvo una aerolínea de bandera que fuera propiedad del Estado.
La sinonimia entre soberanía de los cielos, aerolínea de bandera y empresa aerocomercial estatal es una operación ideológica con postulados nacionales y populares pero no es un dato necesario de la realidad. Esa concepción está datada históricamente: 1950, presidencia de Juan Domingo Perón. Aerolíneas Argentinas surgió ese año como un monopolio aéreo estatal en los vuelos domésticos y como aerolínea de bandera para los vuelos internacionales, expresión de la matriz conceptual e institucional que se delineó en la Constitución peronista de 1949. El rol central atribuido al Estado a la hora de proveer servicios públicos determina desde entonces la ideologización en el análisis de la viabilidad de Aerolíneas, su función social y la cuenta de resultados.
Cuando se está haciendo patria y justicia social, no importa el déficit: esa es la coartada kirchnerista del desbalance fiscal. El mismo Kicillof que mira al kirchnerismo en el espejo de Lula, lo dejó claro hace unas semanas en Permagino: “Lo digo sin ningún prurito: hacemos obras no rentables, no tenemos la calculadora ni analizamos un balance”.
Mucho más racional y pragmático, en ese 2006, cuando Lula presidente retiró todo apoyo estatal a Varig, que contaba con fuertes subsidios estatales para financiar su déficit, sostuvo: “No corresponde al gobierno salvar a una empresa quebrada”. “Hace 8 años que oigo hablar de esta historia y cada vez me aparecen con una deuda mayor”, sostuvo. “¿Por qué Varig tiene un problema operativo? Ése no es un problema del gobierno”, afirmó. En ese año, la deuda de Varig alcanzó los US$3.250 millones y empleaba a 11 mil personas. A pesar de ese costo social, Lula presidente decidió no salvar a la aerolínea emblemática. Con esa racionalidad del Excel, Lula hizo más justicia social que el kirchnerismo.
"“Lo digo sin ningún prurito: hacemos obras no rentables, no tenemos la calculadora ni analizamos un balance”"
Axel Kicillof
Las diferencias con la Argentina kirchnerista son abismales. En Argentina, en 2021, las transferencias del Tesoro a las empresas públicas para financiar su déficit operativos representaron el 1,8% del PBI. El panorama se repite desde 2007, con un crescendo de transferencias del Tesoro a empresas públicas, todo para sostener esa operación deficitaria, con un pico en 2014 cuando llegó al 2,4% del PBI.
La presidencia de Cambiemos tiene un punto a favor en ese aspecto, con un descenso en esas transferencias, que en 2019 bajaron al 0,7% respecto del PBI. Así surge del informe “Empresas del Estado en la Argentina”, una auditoría de 59 empresas públicas elaborado por la Coalición Cívica y liderado por el auditor general de la Ciudad de Buenos Aires, Juan José Calandri. El análisis se basó en las Cuentas de Inversión publicadas por el gobierno nacional en 2015, 2019 y 2021.
En 2021, Aerolíneas le demandó a los argentinos transferencias para cubrir $33.736 millones de déficit. A pesar de ese espejo, en abril de este año, Kicillof insistió con su defensa: “Hoy contamos nuevamente con una línea de bandera que iguala y que toma decisiones que contribuyen a la economía y la calidad de vida”.
La distancia entre Lula y Cristina Kirchner es mayor la que hay entre la gigantografía de Lula y el Lula real. La referencia de Kicillof a la “comunión” con Chile también pierde en el contraste con la realidad. El plebiscito en el que los chilenos rechazaron por un 62% el texto de la nueva Constitución, sesgada hacia la izquierda, fruto, a su vez, del sesgo de una Asamblea Constituyente desacoplada de una representación más fiel de una ciudadanía, revela un Chile mucho más moderado. Contrario a la ficción oficialista, la Argentina kirchnerista va a contramano de los espejos de la región y de los comportamientos de esas sociedades.
En el plano cercano del debate en torno a las PASO, también es llamativo el empeño con el que el oficialismo le da la espalda a la gente. Esa consistencia autoinfligida habla de un ocaso en su capacidad de querer mirar a la ciudadanía de frente, verla en serio y luego, representarla.
Suspender las PASO va en sentido contrario al del pueblo que el kirchnerismo dice representar: es sobre todo privilegiar al poder interno y minimizar la participación ciudadana en la determinación de las candidaturas. La casta política decidiendo a puertas cerradas.
En ese punto, Javier Milei y los diputados libertarios enfrentan un dilema. La agenda libertaria que más resultados les da es la económica: cuando buscan ampliarse hacia portación de armas, donación de órganos o, incluso, sistema voucher para la educación, pierden apoyo popular. Cuando vuelven al redil del liberalismo económico y el discurso anti Estado, Milei crece en las encuestas. El cuestionamiento a las PASO por el gasto que implica va en esa línea. Pero en la dimensión institucional de mayor participación ciudadana, acompañar al kirchnerismo en la suspensión de las PASO los deja del lado de la casta. Implica una merma en el ejercicio de libertad de los votantes.
Con el toqueteo a las PASO, el kirchnerismo entró en una fase instrumental. Si ya no tiene qué darle a la gente y así conquistar su voto, sólo queda manipular la caja de herramientas institucionales. Ahora que la competencia nacional se presenta como perdida, queda al menos la capacidad de alterar las reglas del juego electoral cuando ya nada se puede aportar a las fichas y al tablero, a la sociedad y la economía. Una especie de estrategia a la Alberto Fernández pero en escala cristinista electoral y nacional: cuando no se tiene el poder de ganar, al menos se ejerce el poder de obstruir.
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