El número que obsesiona al presidente Milei
Decidió pagar todos los costos de entrada, pero sigue muy de cerca el impacto del ajuste en su imagen; gobernadores en alerta, los ministros que se mudan con Milei y la resistencia que prepara Cristina
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Javier Milei suele decir que ahora trabaja de presidente y le tomó el gustito a imaginarse como un líder en guerra. Su despacho en la Casa Rosada es como un búnker al que va vestido con ropa informal, inspirado por el impacto que le causó conocer el día de la asunción al ucraniano Volodimir Zelensky. Ahí adentro se construye lo nuevo: reuniones de gabinete diarias, decisiones urgentes y algunos momentos de distensión que se transmiten hacia el exterior para reforzar la idea de un cambio histórico.
Con un teléfono que él mismo se enfocaba hacia la cara, Milei comunicó desde allí el viernes que la Argentina está atravesando una hiperinflación y que él está dispuesto a hacer todo para detenerla. Usó una palabra maldita para acentuar un pedido de comprensión. Prometió que “el esfuerzo que recae sobre el sector privado será transitorio”.
Puso el cuerpo para defender el ajuste después de tres días de evaluación del impacto de las medidas ultraortodoxas que anunció Luis Caputo. Se reservó para él la parte de la “esperanza” detrás de las malas noticias que le tocó comunicar al ministro de Economía. Les habló sobre todo a los votantes que lo eligieron como el verdugo de la política y descubrieron demasiado rápido que la casta somos todos. Las “medidas urgentes” incluyeron más impuestos a la clase media, aumentos de tarifas y un destino inevitable de recesión en medio de un incendio de precios. “Decidió pagar todos los costos de entrada. Adaptó muchas cosas, pero cumplió con lo central: la única opción es un shock”, traduce un interlocutor cotidiano de Milei.
El nuevo presidente es un obsesivo de los números. A Caputo lo felicitó delante de todo el gabinete tres días seguidos por la reacción de los mercados al paquete económico. Pero matizó que a él le hubiera gustado que usara más ejemplos con cifras en el anuncio del martes, que se grabó cuatro veces hasta dejar conformes a todos. El ministro le tomó el “consejo” para las entrevistas periodísticas de los días posteriores. También le pidió que explicara cómo compensará a los jubilados, ignorados en la primera comunicación oficial.
A todos los ministros les exigió, incluso con tono enérgico, que fueran consistentes con los recortes y que le trajeran datos bien concretos.
Aunque festejó que haya bajado la brecha cambiaria y que el Banco Central hubiera iniciado una racha de compra de dólares, el número al que de verdad está atento Milei es el de su popularidad. Su amigo y asesor sin cargo Santiago Caputo le alcanzó a diario mediciones sobre la imagen presidencial y el apoyo a la gestión. ¿Cuánto dura la paciencia social? Esa es la pregunta que carcome la conciencia de los libertarios empoderados.
La osadía sin precedente de Milei es avalada por un número similar o superior a quienes lo votaron el 19 de noviembre. Él está dispuesto a sacrificar algo de ese capital en el altar del equilibrio fiscal, pero existe en el Gobierno conciencia de que la crisis los tiene caminando sobre hielo frágil.
“Vienen tres meses muy duros, pero en marzo van a empezar a sentirse efectos positivos”, le dijo a un funcionario al que recibió en la Casa Rosada. Se trata de presentar este primer capítulo del ajuste como “un paréntesis de sufrimiento”, después del cual llegará el plan de estabilización con el que la Argentina pondrá rumbo a la normalidad. Creer o reventar.
Milei se despojó del dogmatismo de su yo electoral. La época en que decía, por ejemplo, que se cortaría un brazo antes de subir un impuesto. Aun así sintió que le debía un viejo rock and roll a su audiencia, desorientada al oír tan cerca el zumbido de la motosierra. Por eso en la reunión de gabinete del viernes ordenó anunciar un recorte algo anecdótico de diversos “privilegios de la casta”. Y también le pidió a Luis Caputo decir que “el objetivo sigue siendo llegar a una dolarización”.
El aprendizaje es acelerado. A fuerza de prueba y error. El poder acentuó la tendencia de Milei de cerrarse en un círculo muy estrecho, cuya llave tiene bien guardada su hermana Karina. “Esto es como el circo romano. Ella sube o baja el pulgar y así te vas moviendo en el entorno de Javier”, explica una figura clave de La Libertad Avanza (LLA).
Cuando el Presidente dice que Karina es “el jefe” no exagera. “Habla poco, pero en cualquier reunión te hace notar que ella está a cargo. Tiene sentido común y hace un tándem indestructible con Javier”, describe un líder opositor que ha negociado cuestiones de Estado con ellos.
Gran Hermano
Fuera de Karina, todos se asumen fusibles. En la montaña rusa de los Milei treparon y cayeron a pique figuras como Ramiro Marra, Carlos Kikuchi o Carolina Piparo. Pero algunos tienen la ventaja de la amistad. Santiago Caputo entra sin golpear la puerta al despacho presidencial. El jefe de Gabinete, Santiago Posse, y la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, tendrán un acceso incluso más exclusivo: la Casa Militar recibió la orden de acondicionar dos departamentos dentro de la residencia de Olivos para ellos. Está previsto que se muden en los próximos días junto con el Presidente a lo que será una suerte de Quinta del Gran Hermano. La disrupción avanza.
Milei tiene al ministro de Economía en línea varias veces al día. Casi todas las demás materias las delega en otros funcionarios, que despachan con Posse. Una sola materia se coló a diario en su agenda: la seguridad. Patricia Bullrich asumió un protagonismo enorme en la primera semana de gobierno cuando anunció un nuevo protocolo para evitar piquetes.
“Ganamos la batalla del mercado. Es clave que también demostremos de entrada que no vamos a entregar la calle”, resumen en el Gobierno.
La advertencia de que el recorte de 5 puntos del PBI puede encender un estado de protesta no llegó solo de los piqueteros del Polo Obrero que aspiran a medirse esta semana con Bullrich. El temor sobrevoló las reuniones del ministro del Interior, Guillermo Francos, con los gobernadores.
El plan Caputo desconcertó a las provincias. “Estamos para ayudar, pero así no podemos”, dice un gobernador peronista. Describe un combo letal. La suba generalizada de retenciones impacta en las economías regionales. El freno a la obra pública golpea al empleo. Y la recesión pincha la recaudación de Ingresos Brutos, mientras el gasto (sobre todo sueldos públicos) se ajusta por inflación.
Milei ofrece compensarlos con la reposición de Ganancias, pero a los gobernadores no termina de cerrarles. Es cierto que ese tributo se coparticipa y que necesitan tapar el agujero que les hizo Sergio Massa con la ley que el actual presidente aprobó efusivamente en septiembre. Lo que no quieren es que se los exponga como culpables de reponer un impuesto que va a talar los ingresos de la clase media.
“A nosotros la gente nos puteó por no haber apoyado la ley y ahora nos va a putear por apoyar la derogación. No es justo”, explican cerca del gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, el primero en pisar la Casa Rosada en la nueva era.
Otro gobernador acota: “No hay plata para aguinaldos y sueldos. No pagás y tenés un incendio. Hay que buscar una solución entre todos”.
Hay una mayoría que presiona porque se reparta la recaudación del impuesto al cheque en lugar de revivir Ganancias. Y piden “clemencia” con el congelamiento de las transferencias discrecionales con las que el kirchnerismo los mantuvo a flote (por no decir con rienda corta) los últimos 4 años.
Axel Kicillof instaló la amenaza de emitir una moneda propia. Al igual que los piqueteros que marchan el 20 de diciembre contra un presidente que asumió el 10, agita fantasmas del 2001. “Él no está en condiciones de hacerlo. Pero los gobernadores del Norte ya están desempolvando la maquinita. Antes que no pagar sueldos, meten cuasimonedas y mantienen la economía en movimiento. Milei se tiene que dar cuenta con qué bueyes está arando”, advierte un gobernador a quien en la Casa Rosada ven como potencial aliado.
Algunos en forma reservada le han pedido al Gobierno que congele los sueldos de estatales nacionales para darles una excusa que les permita “adherir” a la medida y desinflar así la presión sobre la caja. Le piden al rey de los liberales socializar el costo político. Buena suerte con eso.
Los 24 gobernadores verán el martes al Presidente. La sola convocatoria a la reunión expone la conciencia de una debilidad. Milei no tiene una sola provincia propia y necesita apoyos para que su programa no se encalle en el Congreso.
Congreso agitado
La próxima semana se levantarán las cartas de la desregulación del Estado (vía DNU) en la que trabajó Federico Sturzenegger y de las primeras leyes del gobierno libertario, que incluyen un amplio blanqueo de capitales y medidas para habilitar el uso del dólar en operaciones cotidianas de la economía.
El panorama legislativo es delicado. La vicepresidenta Victoria Villarruel se anotó un triunfo en el Senado, donde habilitó una sesión con 38 asistentes para designar a las autoridades de la Cámara, a contramano de la voluntad del kirchnerismo.
Fijó un número que muestra la posibilidad real de sacar leyes, aunque nada es definitivo. El aplauso que Milei pidió para su vice en la reunión de gabinete del miércoles fue un gesto de deshielo en una relación afectada desde la conformación del Gabinete, cuando el Presidente incumplió su promesa de darle a Villarruel el control de Seguridad y Defensa.
La batalla ganada al peronismo expuso la precariedad del armado libertario. “Tenemos 7 senadores y están todos peleados”, describe una figura del oficialismo. La sesión para elegir autoridades estuvo a punto de fracasar porque el formoseño Francisco Paoltroni amenazó con no dar quorum cuando Milei le avisó por un audio que, tal como pedía Villarruel, no iba a ser presidente provisional del Senado, en contradicción con lo anunciado en un comunicado de la primera semana de diciembre. Le pidió que se bajara. En su lugar debía ir el puntano Bartolomé Abdala.
Paoltroni amagó con una rebelión, a la que sumó a la otra senadora de San Luis, Ivanna Arrascaeta. Es la esposa del empresario Rodolfo Negri, enemigo del elegido de Milei. A Negri le dicen “el senador consorte”, porque Arrascaeta lo lleva a reuniones con el argumento de que ella ocupó el segundo lugar en la lista de LLA por una cuestión de cupo femenino.
En el Senado persiste una encendida guerra por el reparto de los despachos en el Palacio, muchos de los cuales permanecen con gente durmiendo adentro para evitar que entren nuevos ocupantes. Casta a full: hay oficinas para pocos y los perdedores deberán irse al anexo que queda cruzando la calle, sobre Hipólito Yrigoyen.
En una de las reuniones preparatorias la senadora Natalia Gadano, de Santa Cruz, dijo que uno de los legisladores salientes le había pedido plata por legarle un despacho de los buenos. La kirchnerista Juliana Di Tullio después lo repitió en la sesión, sin dar nombres y con la intención de instalar una sospecha sobre las nuevas autoridades.
La alianza transitoria entre LLA, la UCR, el Pro y varios partidos provinciales le arrebató al kirchnerismo las autoridades principales y la mayoría en las comisiones del Senado.
Cristina Kirchner encajó el golpe. Pero dio señales de reacción. Difundió un video entrando al Instituto Patria y dejó correr un mensaje en boca de uno de sus laderos: “No está retirada y va a jugar fuerte contra este ajuste salvaje”.
Milei no quiere enfrentarla aún y Villarruel tratará de mantener relaciones de concordia en el Senado. Un gesto del Presidente a Cristina fue haber mantenido el decreto de Alberto Fernández que puso la custodia de exmandatarios en manos de la Casa Militar y se lo sacó al Ministerio de Seguridad antes de que asumiera Bullrich. Le prometió mantenerle su custodio de siempre, Diego Carbone, comisario de la Policía Federal. A eso se refería el Presidente en el acto de asunción cuando le dijo al despedirse: “Quedate tranquila”.
En la Cámara de Diputados también es precario el armado oficialista. A Martín Menem, presidente de la Cámara, le cuesta hacer pie. Su designación dejó heridos a dos experimentados que se ofrecían para ayudar a construir mayorías perdurables, Florencio Randazzo y Cristian Ritondo.
La ventaja de Milei es que enfrente de él hay un mosaico sin orden. El peronismo es un reino de cuentapropistas. El radicalismo eligió a Martín Lousteau con la lógica de ofrecer una oposición que se percibe constructiva pero bien distinta al Gobierno. El Pro quedó atado a la suerte de Milei, como reconocieron en la reunión que encabezó Macri el miércoles. Si a Milei le va mal será difícil despegarse del fracaso; si le va bien, corren el peligro de ser absorbidos por los libertarios. “¿A quién le habla el Pro ahora?” fue la pregunta disparadora del debate del partido, al que no asistieron sus dos candidatos presidenciales fallidos, Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta.
Macri pide paciencia y comprensión hacia Milei. Hubiera preferido un acuerdo distinto con él, de base parlamentaria. Francos aconsejó al Presidente a ir por otro camino, recostado en alianzas eventuales con peronistas huérfanos de liderazgo. Bloqueó la idea de un “segundo tiempo” macrista que pudiera opacar la autonomía libertaria. Pero el puente Milei-Macri está abierto. Nunca se sabe cuándo será necesario cruzarlo en el vértigo que es el rasgo distintivo del nuevo poder.
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