El "mundo perfecto" de Rodríguez Saá
En La Punta, el 95% de la gente vive en casas de planes estatales, hay Wi-Fi gratis y autopistas; Cristina allí sólo sacó el 22%
LA PUNTA, San Luis.- Esta ciudad es distinta. Porque tiene un estadio de fútbol para 15.000 personas, donde jugaron Messi y Ronaldinho. Porque tiene una universidad con pabellones con forma de hangares gigantes, donde se enseña robótica y desarrollo de software. Porque tiene un estudio de cine equipado con la última tecnología, donde grabaron Norma Aleandro y Federico Luppi. Porque es el pueblo más joven de esta provincia, la única de todo el país en la que no ganó Cristina Kirchner.
Para buena parte de los vecinos de La Punta, la explicación del éxito electoral del gobernador Alberto Rodríguez Saá, que obtuvo aquí el 69 por ciento de los votos frente al 22 de la Presidenta, no reside en el estadio, usado muy de vez en cuando y casi nunca para partidos de relevancia. Tampoco en la universidad, a la que llaman así pese a que sólo otorga títulos terciarios no reconocidos por la Nación. Menos en el set de cine, deshabitado desde hace dos meses.
El secreto, coinciden, está en los barrios. Allí, las viviendas sociales, de estructura idéntica pero con mejoras que le fue haciendo cada familia, llegan hasta donde alcanza la vista. De colores pastel, todas tienen living, cocina, baño y dos dormitorios, y están equipadas con electricidad, gas de red, cloacas, agua potable y servicio de Wi-Fi, gratuito en toda la provincia. A cambio de una cuota fija de entre 60 y 90 pesos por mes, en un plan de 30 años, en esas casas vive el 95 por ciento de los 13.000 habitantes de La Punta.
La ciudad fue inaugurada de cero en diciembre de 2002 por el hoy senador Adolfo Rodríguez Saá, en un lugar en el que antes sólo había un monte. Está ubicada a 20 kilómetros de la capital provincial, donde trabaja y consume la mayor parte de los vecinos de La Punta.
Calificada por la oposición local como una gran puesta en escena para proyectar a la provincia hacia el resto del país, hoy tiene un centro pequeño, sin una actividad acorde con las autopistas siempre iluminadas y a las obras que la rodean, más destinadas a atraer al turismo que al goce de los habitantes locales. Ellos sí disfrutan a diario de calles en las que no se ven cables (todas las conexiones están bajo tierra), de esqueletos de árboles secos convertidos en esculturas de color lila y amarillo, y de estructuras de metales retorcidos que representan planetas, asteroides y cometas.
"Apostar por San Luis fue lo más acertado que hicimos", dice Sandra Carreras, ama de casa de 37 años y madre de seis hijos, mientras barre la entrada de su casa, en el barrio Lafinur. Cuenta que llegó a esta ciudad en marzo de 2002, desde San Rafael, Mendoza, con su marido, los chicos, bolsos con ropa y dos colchones. Habían perdido la casa y un negocio como consecuencia de la crisis. Dos días después de haber llegado, los dos habían conseguido trabajo. Hoy, son dueños de un quiosco y de dos minimercados. "Mis hijos estudian, el gobierno provincial les subsidia los boletos y cuando pasan de año les dan estampillas que después pueden cambiar por plata", agrega, mientras le acaricia la cabeza a León, el menor, que mira como hipnotizado el girar de una mezcladora.
Dante Monla, el albañil que les está construyendo una rampa de cemento para el auto, cuenta una historia con parecidos. "Acá se vive bien. En mi casa tengo cuatro computadoras, tres que les dio a mis hijos el gobierno provincial y una que compramos nosotros", detalla, con el lomo arrebatado por el sol. Dice que, antes de dedicarse a la albañilería, él y su mujer trabajaron como agentes de seguridad comunitaria, en el Plan de Inclusión Social.
Lanzado en 2003, ese programa albergó hasta a 50.000 personas y le permitió al gobierno provincial alcanzar (y mantener hasta hoy) uno de los índices de desocupación más bajos de la Argentina (del 2,3%). En la actualidad, tiene unos 14.000 beneficiarios, que trabajan seis horas diarias, en tareas que les asigna el gobierno provincial, como ser guía del estadio de fútbol o desmalezar los costados de las rutas. Todo a cambio de 700 pesos.
El intendente Darío Rosas Curi, un abogado que en 2007 ganó las primeras elecciones del municipio y que ahora busca su reelección, sostiene que los testimonios de los vecinos son la mejor demostración del éxito del "modelo San Luis", marca registrada de los hermanos Rodríguez Saá, en el poder desde 1983. "Todo se basa en una administración eficiente, que se replica en los municipios. Por ley, los empleados públicos no pueden superar el 3 por ciento de la población y al menos la mitad del presupuesto debe destinarse a obras", argumenta, en la inauguración de un tramo de autopista que lleva a otra de las maravillas del lugar, una réplica en tamaño real del Cabildo, con su propia Pirámide de Mayo.
Rosas Curi se queja de la discriminación que sufre San Luis de parte del gobierno nacional. No cuenta que luego del impulso que recibió la provincia en los años 80 y 90 por la ley de promoción industrial, hoy es uno de los distritos más beneficiados por los fondos de coparticipación que se distribuyen de manera automática: con apenas el 1 por ciento de la población del país, se queda el 2,3 por ciento de la torta nacional.
Ajeno a la guerra de números, en el pueblo cuesta encontrar a alguien que hable mal de "El Alberto". La única foto de Cristina Kirchner está en la vidriera de un local ubicado frente a la plaza principal, de forma circular. "Toda esta ciudad es una pantalla. Los beneficiarios del plan de inclusión son empleados municipales encubiertos que cobran sueldos bajísimos por actividades no productivas", dice Laura Pascual, candidata a intendente del kirchnerismo. Ella también cumplió en La Punta el sueño de la casa propia. Pero dice que está desengañada: "Hacen obras de decorado para vender a San Luis a nivel nacional. Pero es una provincia pobre, dominada por una familia que es dueña de todo".
Algo parecido opina Leandro Iacoponi, un sanluiseño de 22 años que acaba de salir de una clase sobre microprocesadores, y comparte unos mates con sus compañeros en el comedor de la universidad. Es un lugar luminoso, equipado con mesas y sillas relucientes, y ubicado en un pabellón contiguo al del Parque Informático de La Punta, donde operan empresas como Mercado Libre, Indra y Unitech. "El problema es que el gobernador no deja entrar nada de la Nación", dice, y revela que en esa casa de estudios está prohibido formar un centro de estudiantes.
Enseguida le salen al cruce algunos de sus compañeros, que le muestran como prueba de su error las notebooks que recibieron de la Anses. "La educación acá es muy buena y accesible. Sólo gastamos en comida y en pasajes", afirma Alvaro Cuello, de 20 años. Vino en colectivo, pero no tuvo que esperar en la parada: los micros cuentan con un sistema de GPS que permite a los usuarios chequear por Internet cuándo pasará el próximo colectivo por su parada.
Otro invento cosmético, se retuercen los opositores, convencidos de que la única parada que le interesa al gobernador es la que señale su llegada a la Casa Rosada.
DIARIO DE RUTA
La sucesión impensada
Novedad. La campaña de San Luis presenta una novedad que no se daba desde 1983. Por primera vez, no se presenta un Rodríguez Saá para gobernador. El elegido para la sucesión de El Alberto es su jefe de Gabinete, Claudio Poggi. Eso no quiere decir que los hermanos no compitan: el gobernador es candidato a presidente, y su hermano Adolfo, a senador.
Motoquero. En La Punta contamos con la guía de Eduardo Sánchez, un pediatra de 55 años, de pelo largo y con dos aritos en su oreja izquierda. Amante de las motos, le presentó al intendente una idea que, a su juicio, destacará a la provincia a nivel nacional: crear el primer hogar de tránsito de motoqueros del país.
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