El mensaje de Milei: ideología, historia, ajuste y épica
El líder libertario es el presidente más claramente identificado con una ideología en los últimos 40 años de democracia y no parece querer sacrificarla en el altar del pragmatismo
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El inicio de toda presidencia preanuncia lo que puede esperarse. El nuevo mandatario goza de la atención de los medios y de la población, de la buena voluntad de los actores políticos, y de la oportunidad de definir prioridades y comenzar la batalla discursiva por la aprobación de su agenda legislativa.
Lo que MileI viene haciendo desde que ganó la presidencia hace tres semanas ha sido muy informativo. Su carácter explosivo y verbalmente violento se tornó sobrio y moderado. Su gabinete se pobló de figuras ajenas a su espacio, y con experiencia en gobierno (Bullrich, Caputo, Giordano, Francos), trayectorias destacadas en el sector privado (Cúneo Libarona, Ferraro, Marín, Posse) o relevante background académico (Mondino, Pettovello). Algunos de ellos provienen del PRO, de la UCR, del PJ cordobés, y hasta de las entrañas del gobierno saliente. En términos de género se ve una paradoja: hasta anteayer el gabinete contaba con 21% de mujeres; hoy tiene un 30% y, además, coloca en la vicepresidencia por segunda vez en la historia a una mujer que no es esposa de un político de mayor jerarquía (la anterior fue Gabriela Michetti; las otras dos vicepresidentas fueron esposas de ex presidentes: Isabel Perón y Cristina Kirchner).
El discurso que el nuevo presidente brindó frente a una muchedumbre en las escalinatas del Congreso confirmó ese estilo moderado, incluso hasta contemporizador en enfatizar que “no venimos a perseguir a nadie” ni a ejecutar vendettas, y con un giro al pragmatismo en invitar a sumarse sin importar “de donde vengan ni lo que hayan hecho”. Algo así como un “indulto” a los miembros de la casta que deseen regenerarse.
De entre las muchas dimensiones de lo que Javier Milei expresó en su mensaje, quisiera destacar cuatro: el lugar central de la ideología, la historia, el ajuste y la épica.
Milei es el presidente más claramente identificado con una ideología en estos cuarenta años de democracia, y no parece querer sacrificarla en el altar del pragmatismo. “Las Ideas de la Libertad” (es decir, el Liberalismo, mucho más que concepciones estrechas como el “anarco-capitalismo”) aparecieron en la doctrinaria referencia al “derecho a la vida, la libertad y la propiedad” (frase central del padre del liberalismo, John Locke), en la alusión a figuras centrales de la tradición liberal argentina –de la generación del 37 a Alberto Benegas Lynch– y en la ya clásica finalización de sus discursos con un “¡Viva la libertad, carajo!”.
Uno podría ver en este énfasis ideológico una obsesión de la peculiar personalidad de Milei, pero también podría verse un más estratégico movimiento dentro de la batalla cultural: en un momento de bancarrota objetiva del “Estado presente” (un Estado quebrado, paralizado por desidia de miles de Baradeles y corroído por la venalidad de miles de Insaurraldes), Milei avanza en una contraofensiva retórica que inició hace años predicando a millones de argentinos que la contracara de sus penurias son los privilegios de la casta enquistada en ese “Estado presente”.
La historia, ciertamente estilizada, apareció en referencias al Congreso de Tucumán, a la Constitución (liberal) de 1853, a Sarmiento y Roca y, también, en el énfasis en la decadencia de los últimos 100 años (cifra que sospecho inexacta aún para el propio Milei: 1923 corresponde a la pujante Argentina de Marcelo T. de Alvear).
La historia más reciente, apareció como “herencia”, en concreto como la peor herencia de la historia democrática argentina (y en esto no hay duda: Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa dejan, entre otros desastres, 160% de inflación anual, 44% de pobreza y un banco central con reservas negativas sin parangón en el mundo).
Tintes refundacionales
La contrapartida de esta historia de viejo fulgor, posterior decadencia y actual catástrofe socioeconómica, es la épica de una batalla, con tintes refundacionales. Hubo una obsesiva insistencia en que no hay otra salida que el ajuste, el shock, la estanflación, en la disminución del salario real y el aumento de la pobreza en el corto plazo.
“No buscamos ni deseamos las duras decisiones de las próximas semanas, pero no nos dejan alternativas”. Milei ofreció dos bálsamos: que ese ajuste lo pagaría el Estado, no el sector privado, y que habrá contención desde el nuevo Ministerio de Capital Humano para los más de 20 millones de argentinos que no pueden vivir una vida digna y los seis millones de niños que sufren hambre. “Mejor una verdad incómoda que una mentira confortable”, proclamó.
La épica, a menudo, da un rol a los dioses y la de Milei fue ciertamente en este sentido, con referencias finales a la festividad Judía de Janucá, y a Macabeos 3:19: “no importa la cantidad de soldados, sino las fuerzas que vienen del Cielo”. Es el relato de la victoria de débiles sobre los fuertes, de los 2 diputados de hace dos años (Victoria Villaruel y él mismo) contra los 255 de la casta. Antes del final “¡VLLC!”, hubo lugar para un “Dios bendiga a los argentinos”. Épica, religión, y refundación (“Hoy comienza una nueva era en la Argentina”). Y ajuste, ya prometido desde la campaña.
El autor es director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella.
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