El mensaje de la marcha universitaria: rectificar el rumbo y producir cambios, pero sin romper todo
La Argentina necesita una transformación cultural, pero no lo va a lograr con la motosierra; es preciso una convocatoria al diálogo y a darse la mano en un proyecto compartido
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La marcha universitaria del martes fue multitudinaria y educada. Se trató de una demostración muy potente de la importancia que tienen la educación y la ciencia para la Argentina. Particularmente en Córdoba, nuestra Universidad Nacional de Córdoba (UNC) siempre ha sido un elemento aglutinador a lo largo de la historia.
El presidente Javier Milei debería leer el mensaje. Todos sabemos que hay que producir cambios, pero no tenemos que romper cosas, como la educación y proyectos científico-tecnológicos que generan capital económico y humano. Hay que ser cuidadoso. Ni siquiera hace falta pensar en situaciones de violencia como “la noche de los bastones largos”, de 1966, cuando el país se vació de científicos. Un mensaje mal dado, puede ser catastrófico.
Nuestro presidente reivindica el pensamiento de Alberdi, pero quisiera que recuerde que fue él quien dijo que hay que educar al soberano. No puede desconocer el valor de la educación y la ciencia. Sobran ejemplos.
Cuando integré el equipo entre la Universidad y el gobierno de Córdoba para promover la instalación de empresas de Informática en la provincia, empezamos con 600 puestos de empleo calificado. Hoy son 25.000, más todos los profesionales que trabajan para el exterior desde nuestra provincia. En su mayoría son recursos humanos formados en las universidades públicas.
El Laboratorio de Energías Sustentables (LAES), el cual integro, tiene patentes vinculadas a baterías de litio y otros desarrollos en tecnología del hidrógeno, todo gracias a la dedicación de investigadores de Conicet y las universidades, y en colaboración con empresas locales y hasta con la propia Y-TEC, de YPF.
Incluso, a veces nos olvidamos que la Universidad Nacional de Córdoba tiene una empresa, como el Laboratorio de Hemoderivados, que fija los precios del mercado en este tipo de insumos médicos en toda América del Sur.
Se puede seguir abundando en ejemplos paradigmáticos, como la fabricación de radares, satélites y reactores nucleares que ahora el país exporta. Fueron iniciativas impulsadas por el sector público-privado y ejecutadas por profesionales formados en las universidades.
No hay dudas de que hay que realizar cambios, pero no hay que romper. Grandes personalidades de la política a las que nuestro presidente admira, como Winston Churchill y el propio Alberdi, tuvieron templanza en las horas oscuras. Insisto, el criterio no es romper, sino transformar y construir respetando las instituciones.
Si el Presidente se autodefine como científico, entonces, debería actuar con pensamiento crítico; reevaluar premisas y corregir el camino, si es necesario. Para eso no debe rodearse solo de acólitos, sino que debe escuchar a otros.
Coincido en que la Argentina necesita una transformación cultural. Pero no es fácil y no lo va a lograr con la motosierra. Ese simplismo nos está matando. No hay desafío más complejo que cambiar la cultura de una sociedad.
Espero que nuestro presidente recuerde aquella máxima de Confucio: “Gobernar es rectificar”. Ojalá el mensaje que se dio con la marcha universitaria le sirva para rectificar. Le deseo lo mejor, porque desearle lo peor a él, es desearme lo peor para mí y mi pueblo.
Finalmente, estimado Javier: los dos somos argentinos, te hacemos una invitación al diálogo y a darnos la mano en un proyecto compartido como el que tuvieron nuestros abuelos y bisabuelos.
El autor es investigador y secretario de Ciencia y Tecnología de la Universidad Nacional de Córdoba
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