El mañana siempre llega, para todos
Amado Boudou siempre se movió como si no hubiera un mañana. Así fue como dejó un tendal de heridos en Mar del Plata. Y así se movió cuando, ya en Buenos Aires y desesperado, abrazó al kirchnerismo que hasta segundos antes criticaba por lo bajo.
En la Anses, como ministro de Economía y como vicepresidente, Boudou siempre confió en que en la Casa Rosada le darían la cobertura para avanzar sin consecuencias, en línea con la frase legendaria de Alfredo Yabrán: "Poder es impunidad".
El problema es que el poder tiene fecha de vencimiento en toda democracia. Se evapora con el fin de mandato, o antes. Pero Boudou apostó a que el kirchnerismo cerraría todas las causas penales que acumuló en la función pública.
Boudou tuvo motivos para esperar ese blindaje judicial. Creyó que podía mirarse en el espejo del matrimonio Kirchner, que logró que el juez Norberto Oyarbide los sobreseyera en cuestión de meses en la causa por enriquecimiento ilícito.
Pero Boudou, claro, no integra la familia presidencial. Por eso, mientras los Kirchner acumularon sobreseimientos en un expediente tras otro, Boudou comenzó a ver cómo los meses trocaron en años sin que el "caso Ciccone" se cayera.
Durante las primeras semanas que siguieron al estallido del escándalo, en febrero de 2012, Boudou optó por defenderse en Comodoro Py con su círculo habitual. Entre ellos, los abogados Eduardo Durañona e Ignacio Danuzzo Iturraspe. Pero como los resultados no llegaron, la Casa Rosada lo obligó a recurrir al estudio jurídico de Darío Richarte y Diego Pirota, de aceitados contactos con la Secretaría de Inteligencia.
Eran tiempos, claro, en los que la ex SIDE servía de apéndice operador, todoterreno y multipropósito de los Kirchner en el Poder Judicial, bajo la batuta del hoy enemigo acérrimo Antonio "Jaime" Stiuso. Pero Boudou aceptó a regañadientes, por lo que mantuvo a Durañona como custodio de sus intereses.
Boudou sintió que sus recelos se confirmaban cuando, lejos de mejorar, su situación judicial empeoró. De hecho, Boudou es consciente -o debería serlo- de que acumula puntos para convertirse en el María Julia Alsogaray del kirchnerismo. Máxime cuando, tras la pelea del Gobierno con la ex SIDE, el estudio de Richarte y Pirota renunció a su defensa.
Cuestión de lealtades permanentes frente a un poder al que le faltan sólo unos meses para dejar de serlo. Porque el mañana siempre llega.
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