Al identificar a muchos de los combatientes caídos en las islas, el Plan Proyecto Humanitario Malvinas les devolvió la dignidad y les dio a sus seres queridos un lugar donde poder llorarlos
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Cuando la Guerra de Malvinas terminó, comenzó otro proceso doloroso, que pasó desapercibido para la mayoría de la sociedad argentina, que arrastraba el trauma de la derrota militar y el rechazo masivo a una dictadura que vivía sus últimos días. Era la situación de los 246 soldados caídos, cuyos cuerpos quedaron en las islas, muchos de ellos sepultados en fosas comunes, en algún cementerio local o simplemente esparcidos en el suelo helado de las islas y cubiertos con piedras, tapados con mantas o dejados sobre la tierra, en el mismo lugar donde cayeron.
Se sabe que en dos ocasiones el gobierno inglés pidió a las autoridades argentinas, apenas culminada la guerra, que enviaran una misión para “repatriar” los cuerpos de los soldados argentinos, ofreciendo colaboración y medidas de seguridad para hacerlo. La junta militar argentina no respondió el primer pedido porque no aceptaban el término “repatriar”. En una segunda oportunidad, y ya bajo protesta e invocando una cuestión “sanitaria”, el gobierno de las islas pidió nuevamente la colaboración para retirar los cuerpos. Tampoco obtuvo respuesta.
Eran épocas donde las relaciones bilaterales eran inexistentes, la guerra acababa de terminar y Gran Bretaña se quejaba en organismos internacionales por no contar con la colaboración argentina para identificar las zonas minadas que habían quedado una vez culminado el conflicto.
En diciembre de 1982 las autoridades británicas le encomendaron al capitán Geoffrey Cardozo el duro trabajo de recoger, exhumar, identificar y sepultar los cuerpos de los soldados argentinos esparcidos en las islas. La tarea concluyó el 17 de febrero de 1983 en lo que actualmente es el Cementerio de Darwin, con la mitad de los caídos identificados y una ceremonia con honores militares acompañada de un oficio religioso.
Tiempo de espera
Cardozo dejó un informe detallado sobre el trabajo realizado, donde daba datos, muestras y señales que permitirían al gobierno argentino identificar a esos 121 soldados (en ese momento se creían 119 porque, por razones de esqueletización y en el estado que habían sido encontrados las partes de algunos cuerpos, había sido imposible individualizarlos.
Lo que el entonces capitán Cardozo no pensaba es que su trabajo recién iba a ser reconocido 36 años después cuando se puso en marcha el Plan Proyecto Humanitario Malvinas. Un plan que nació sin saberlo en 2008, cuando el veterano de guerra Julio Aro viajó a Malvinas y visitó el Cementerio de Darwin. Aro volvió de ese viaje con la necesidad de hacer algo por esas 121 familias que, cuando pudieron, visitaron Darwin sin saber dónde descansaban los restos de sus hijos. Muchas madres adoptaban una tumba al azar, donde rezaban y dejaban flores, sin saber ciertamente si allí descansaban sus hijos.
Lo que el entonces capitán Cardozo no pensaba es que su trabajo recién iba a ser reconocido 36 años después cuando se puso en marcha el Plan Programa Humanitario Malvinas. Un plan que nació sin saberlo en 2008, cuando el veterano de guerra Julio Aro viajó a Malvinas y visitó el Cementerio de Darwin.
“A veces sentía que esas madres creían que sus hijos abrazaron un misil y desaparecieron. No podía quedarme quieto, era mi responsabilidad con ellos. Desde ese momento no paré y aún sigo”, cuenta Aro a la nacion. Y agrega: “Cuando uno se pone en el lugar de las mamás que le dieron a su hijo un solo abrazo, y que no lo vieron nunca más y no saben dónde están, es muy fuerte lo que pasa”.
Tiempo después, Aro tuvo un contacto fortuito en Londres con Geoffrey Cardozo. No se buscaron, no se conocían, simplemente se cruzaron porque el inglés actuó de intérprete en charlas con veteranos de guerra británicos. Cardozo le entregó a Aro una copia del informe que él había elaborado en 1983 cuando sepultó en Darwin a los soldados argentinos caídos en la guerra.
Juntos se prometieron llevar adelante una gesta que incluso los llevó a ser candidatos al Premio Nobel de la Paz y que tuvo la invalorable colaboración de dos personas claves para que su proyecto se concretara: la periodista Gabriela Cociffi y el mítico líder de Pink Floyd, Roger Waters. Esa idea se materializó y culminó con la puesta en marcha del Proyecto Programa Humanitario Malvinas, que fue encomendado por ambos gobiernos a la Cruz Roja Internacional, y que contó con el trabajo técnico del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), un organismo reconocido mundialmente que ya venía trabajando con éxito en la identificación de cuerpos NN, víctimas de la represión ilegal de las juntas militares.
Aro tuvo un contacto fortuito en Londres con Geoffrey Cardozo. No se buscaron, no se conocían, simplemente se cruzaron porque el inglés actuó de intérprete en charlas con veteranos de guerra británicos. Cardozo le entregó a Aro una copia del informe que él había elaborado en 1983 cuando sepultó en Darwin a los soldados argentinos caídos en la guerra
¿Por qué se tardó tanto? “Faltaron decisión y colaboración, teniendo en cuenta que se trataba de un trabajo humanitario –dice Julio Aro–. Sinceramente, se hubiese podido identificar a todos o a gran parte de ellos en 1982, y no hacer esperar 35 años a muchos padres que no sabían dónde estaba sepultado su hijo. Algunos de ellos murieron sin saberlo”.
“El caso más notorio fue el del soldado correntino Gabino Ruiz Díaz. Cuando Geoffrey Cardozo nos entregó el informe, en 2008, vimos que había un número de DNI como referencia de un cuerpo sin identificar. Lo cruzamos con el padrón y lo identificamos enseguida. Su madre tuvo que esperar todos esos años por culpa de la indolencia e indiferencia de las autoridades que debieron haberlo hecho en su momento”, remarca Julio Aro.
El excombatiente detalla además que los cuerpos fueron sepultados con sus pertenencias: “Tenían anillos, medallas, cartas y objetos personales que hubiesen servido para identificarlos. Hoy estamos entregando esas pertenencias a cada familia y observamos que, con un buen relevamiento en su momento, se podría haber reconocido a la mayoría en 1983. Ahora tuvimos que realizar pruebas de ADN”, remarca.
"“Sinceramente, se hubiese podido identificar a todos o a gran parte de ellos en 1982, y no hacer esperar 35 años a muchos padres que no sabían dónde estaba sepultado su hijo. Algunos de ellos murieron sin saberlo”."
Julio Aro
Para explicar estas deficiencias, Federico Lorenz, historiador y exdirector del Museo Malvinas, señala la combinación de tres factores. “La precariedad del registro de soldados combatientes con que contaba el gobierno militar, las características que presentaban los cuerpos de personas que mueren en combate y, principalmente, porque el documento que envió el gobierno británico en noviembre de 1982 hablaba de ‘repatriación’ de los cuerpos. Algo considerado inadmisible, que ni siquiera fue contestado”, señala.
La revisión del informe original elaborado por Cardozo deja en evidencia la falta de voluntad y de sensibilidad del gobierno militar para colaborar en su momento con la identificación de los cuerpos de esos 121 soldados que dieron la vida por su país.
Gestiones diplomáticas
En 2011, la periodista Gabriela Cociffi, de muy reconocida labor en este proyecto, se enteró de que Roger Waters venía a la Argentina y que tenía una historia personal con el tema: su abuelo murió en la Primera Guerra Mundial y su padre, en la Segunda. Una amiga de la periodista tenía un contacto con Waters y Cociffi le escribió. A los dos días, para su sorpresa, el músico le respondió. Ahí arrancó un intercambio de mails que terminó con el pedido que el músico le hizo a la entonces presidenta Cristina Kirchner en su visita de marzo de 2012: que por favor atendiese el pedido de los familiares.
Al otro día Cociffi recibió un llamado de Oscar Parrilli, en ese momento secretario general de la Presidencia. Cristina le había encargado que se ocupase del tema.
“Nos interesan mucho los familiares de los soldados”, le dijo, señalándole la foto de una madre de un veterano.
“No hablo de fotos, hablo de hacer algo por gente que está muy mayor y que va a morir sin saber dónde está enterrado su hijo”, le contestó Cociffi.
Parrilli le dio una semana para conseguir 20 firmas de familiares dispuestos a avanzar con el tema. Con ese mandato, Aro y Cociffi consiguieron 37 firmas que presentaron al Gobierno. Con esto, Cristina anunció en un acto que se ocuparía del tema, pero la realidad es que no había ningún contacto con Gran Bretaña. Con el cambio de gobierno, las relaciones comenzaron a destrabarse, pero la gestión de Mauricio Macri seguía temerosa de que cualquier avance en este sentido se leyese como una cesión de soberanía. En noviembre de 2016, bajo el paraguas de la Cruz Roja, hubo una reunión en Ginebra entre Gran Bretaña y el gobierno argentino que estuvo a punto de naufragar.
El entonces embajador británico en Buenos Aires, Mark Kent, no había viajado a Ginebra, pero recibió un mensaje urgente de su enviado. Estaba en un aeropuerto y el retraso de un vuelo le permitió escribirle un mensaje de WhatsApp a la excanciller Susana Malcorra. La funcionaria argentina le respondió que solo tenían margen para aceptar una propuesta, que era la misma que estaban ofreciendo los británicos. Al día siguiente, se logró el acuerdo, tal como relató en su momento el periodista Nicolás Cassese en LA NACION.
Islas y continente
“Llegué a Buenos Aires en junio de 2016, en ese entonces ya había indicaciones de ambos gobiernos para avanzar con el acuerdo, pero no había un marco legal y político. Había intenciones, pero no existía ese formato. En septiembre de ese año nos visitó nuestro vicecanciller y aprovechamos para acelerar acuerdos bilaterales. Por supuesto, Malvinas era el más difícil, pero la identificación de los cuerpos de los soldados argentinos era muy importante como para no atenderlo de inmediato. En noviembre de ese año viajaron delegaciones de ambos países a Ginebra para darle forma y pulir detalles de lo que sería el Proyecto Humanitario”, recuerda Kent sobre su actuación en la negociación con el gobierno argentino.
Los isleños fueron colaboradores, hablaron con María Fernanda Araujo de la Comisión de Familiares, tuvieron gestos nobles cuando Geoffrey Cardozo y Julio Aro recibieron el premio ‘Dos Rosas por la Paz
Durante todo ese tiempo, Kent mantuvo reuniones con los familiares y con el fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense Luis Fondebrider. De este modo, se interiorizó, colaboró con todo el proceso, y se puso a trabajar en la organización de los vuelos para que, una vez que se realizara la identificación, los familiares pudieron viajar a las islas. “Una vez que se conociera la identificación no podíamos negarles a los familiares viajar a las islas; había que acordarlo”, dijo Kent.
“Los isleños fueron colaboradores, hablaron con María Fernanda Araujo de la Comisión de Familiares, tuvieron gestos nobles cuando Geoffrey Cardozo y Julio Aro recibieron el premio ‘Dos Rosas por la Paz’. En esa ocasión, los legisladores de las islas enviaron mensajes a ambos celebrando y felicitándolos. Es que cambió mucho la mirada de ellos sobre la Argentina”, destaca el embajador.
Un dato en relación a esa mirada y el difícil vínculo entre argentinos e isleños: en todo el territorio de las islas está prohibido desplegar banderas o consignas argentinas prosoberanía para evitar situaciones violentas o agresiones. Algunas experiencias de ese tipo sucedidas entre argentinos e isleños llevaron a la legislatura local a tomar esa determinación.
Sin embargo, el 13 de marzo de 2019, con motivo de un viaje que realizaron familiares de soldados caídos al Cementerio de Darwin (para muchos fue la primera vez en la que pudieron estar frente a las tumbas identificadas donde descansan sus hijos y seres queridos), se dio una situación histórica: ese día la bandera argentina volvió a flamear en las Islas Malvinas por primera vez desde el 14 de junio de 1982.
“Mis chicos”
Cardozo, que siempre se refiere a los soldados que identificó y sepultó en Darwin como “mis chicos”, recuerda que existe un lazo especial entre cualquier soldado, no importa la nacionalidad. “Cuando yo estuve al lado de un soldado argentino muerto que no tenía cerca a su madre, que no tenía cerca a sus amigos porque los soldados argentinos habían regresado todos al continente sentí una responsabilidad enorme –cuenta–. Porque cuando ellos estuvieron acá me di cuenta de que había muchas familias en la Argentina que no sabían nada sobre el paradero de sus hijos. Eso, personalmente, me dolió mucho. Desde entonces mantuve contacto con los excombatientes, estuve en la Argentina y me reuní con las familias y organizaciones de veteranos. No en universidades o en centros de conferencias, sino en el campo, donde están las familias más pobres, las familias de origen indígena, esas que quizá fueron un poco olvidadas por Buenos Aires. En un emotivo encuentro, pude decirles a esas familias que yo fui el último que tocó a sus hijos. Eso significó mucho para ellos; les permitió llevar el duelo de otra manera y querer identificar los cuerpos”.
"Cuando ellos estuvieron acá me di cuenta de que había muchas familias en la Argentina que no sabían nada sobre el paradero de sus hijos. Eso, personalmente, me dolió mucho. Desde entonces mantuve contacto con los excombatientes, estuve en la Argentina y me reuní con las familias y organizaciones de veteranos"
Geoffrey Cardozo
Fondebrider define al proyecto como “un modelo para el mundo, pero también para la Argentina”. Y se explaya: “Para el mundo, porque dos Estados se pusieron de acuerdo para dejar de lado las diferencias políticas y pensar en los familiares. Desde 2012, cuando comenzó todo, existió un gran trabajo de diplomacia bilateral y eso tiene un valor inmenso. Respecto de la Argentina, los tres gobiernos que estuvieron involucrados, el de Cristina Kirchner, el de Mauricio Macri y el actual de Alberto Fernández, lo hicieron con un mismo fin, que fue darles a las familias la identificación de los cuerpos de sus seres queridos después de casi 40 años. Dejaron de lado las diferencias y antepusieron el proyecto. Ese es un valor inmenso para nosotros”.
La identificación de los cuerpos de los soldados argentinos sepultados en Darwin se convirtió en una política de Estado que atravesó la grieta que tanto ha marcado la suerte del país en los últimos años, porque comenzó a tomar forma durante el gobierno de Cristina Kirchner, donde se tomaron las decisiones más destacadas para encarar el proyecto; se firmó, oficializó y ejecutó casi en su totalidad durante el gobierno de Mauricio Macri y hoy, en el gobierno de Alberto Fernández, se siguió con la segunda parte del Plan Proyecto Humanitario Malvinas (PPH), que permitió identificar hasta ahora 119 soldados.
Quizás hoy se pueda decir que es el hecho histórico más importante referido a Malvinas desde que culminó la guerra.
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