El lado B de la gira presidencial: Beliz, forcejeos y la "dieta del zoológico" de Alberto Fernández
PARÍS.- Trajes oscuros ajustados al cuerpo, la mirada al frente, los colaboradores de Angela Merkel se habían formado en fila para que la canciller los presentara formalmente con Alberto Fernández, que acababa de ingresar con su equipo a la sede del gobierno alemán. El secretario de Comunicación Pública, Juan Pablo Biondi, y el jefe de gabinete de la Cancillería, Guillermo Justo Chaves, debieron vencer la resistencia del personal de ceremonial alemán, más riguroso que el del resto de los países de la gira, que insistía con dejarlos afuera de la ceremonia. Aunque no pudieron entrar en la cena, saludaron a Merkel y se llevaron la foto como un trofeo.
Imbuidos del estilo del Presidente, los integrantes de la comitiva viven el viaje con intensidad, casi como de una aventura. La primera gran gira presidencial sirvió para afianzar roles y funciones. También para ver cómo se rodea el Presidente, que trajo consigo la dinámica radial y que no dejó pasar un día sin llamar a dos dirigentes de su confianza: Cristina Kirchner y Santiago Cafiero.
En la delegación, la pieza especial parece ser el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, que acompañó a Fernández hasta Berlín y después partió junto con el ministro de Economía,Martín Guzmán, para participar del seminario al que va a asistir la directora ejecutiva del FMI, Kristalina Georgieva. El Presidente le tiene mucha confianza en cuestiones de política internacional. Junto con el canciller Felipe Solá, participó de todos los encuentros bilaterales, salvo de aquellos programados como reuniones a solas. También se juntó en la previa con Fernández y Solá, en general en la habitación del Presidente, para repasar el contenido de los encuentros y las estrategias a seguir.
Al canciller le tocó además acompañar, en segundo plano, los contactos formales e informales que tuvo el Presidente con los periodistas. De extremado bajo perfil, Beliz casi no habla con la prensa y prefiere mantener sus gestiones en secreto. El Presidente reveló que él había sido el artífice de la "misa peronista" que dio el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, en la cripta del Palacio Pontificio, antes del encuentro con el papa Francisco. Beliz llegó acompañado de uno de sus hijos, Felipe, muy emocionado durante la ceremonia. Aficionado al running, el secretario de Asuntos Estratégicos se quedó con las ganas de imitar a Chaves, que salió a correr por los bosques de Berlín, el día que la delegación llegó a esa ciudad.
El jefe de Gabinete de la Cancillería quedó a cargo de la coordinación de las reuniones y la elaboración de los informes que estudió Fernández antes de cada cita bilateral. En la tarea de coordinación intervino también el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. El amigo del Presidente llegó el domingo, después de que se habían otros dos funcionarios con los que Fernández tiene trato familiar, Marcela Losardo y Guillermo Oliveri. En su última noche en Roma, cenó con ellos en Girarrosto Fiorentino, una clásica cantina italiana que les recomendó Eduardo Valdés, desde hoy nuevo integrante de la comitiva. Los acompañó la primera dama, Fabiola Yáñez, que desarrolló una agenda paralela, vinculada a su participación en Scholas, el proyecto educativo del Papa.
Salto al protocolo
Aunque cumplió puntualmente con los horarios de cada una de las actividades, el Presidente optó por saltearse algunas normas de protocolo. Los guardias de seguridad asignados por los gobiernos de Italia, Alemania y España coincidieron en el desconcierto cada vez que, al ingresar o salir de su lugar de hospedaje, Fernández dedicó unos minutos a mezclarse con los residentes argentinos que esperaban para saludarlo. Inquietos por evitar un desborde, en ocasiones terminaron forcejeando con funcionarios argentinos, que les pedían que tomaran distancia. Los infaltables en esa tarea fueron Biondi y Esteban "Cofla" Collazo, el fotógrafo que acompaña a Fernández desde la campaña electoral.
Con una agenda cargada, el Presidente casi no hizo nada por fuera de las actividades oficiales. Aprovechó los escasos momentos libres para descansar y entregarse al turismo gastronómico, una de sus debilidades. El lunes al mediodía, antes del encuentro con Merkel, se dio el gusto de degustar una clásica salchicha alemana, en Augustiner, una cervecería ubicada a dos cuadras del hotel. "¿No había empezado una dieta antes de partir hacia Europa?", lo consultaron en la segunda noche en Roma. "Hago la dieta del zoológico: como como un animal", se burló de sí mismo.
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