El kirchnerismo usó el 24 de marzo para mandarle una advertencia a Alberto Fernández
Con aval de Cristina Kirchner, el mensaje de La Cámpora fue claro: la divisoria de aguas con el Presidente es el acuerdo con el FMI; con liderazgo reforzado, Máximo menea la ruptura
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A 46 años de último golpe de Estado, las marchas por el nuevo aniversario del 24 de marzo tuvieron hoy un trasfondo político marcado por el coincidente rechazo de los manifestantes al acuerdo entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esa postura, tradicionalmente adoptada por las fuerzas de izquierda, resultó más significativa entre los adherentes del propio Frente de Todos, que desde agrupaciones como La Cámpora no dejaron dudas sobre su condena a la línea económica que sigue el presidente Alberto Fernández.
Ese fue el eje del mensaje que quisieron dar Cristina y Máximo Kirchner al interior de la coalición gubernamental, con una demostración de fuerza que surcó la ciudad de Buenos Aires desde la zona norte –un territorio que consideran “enemigo” porque sus residentes le son mayoritariamente refractarios- y que llegó a la Plaza de Mayo con consignas que emparentaron a la dictadura militar con sectores empresarios y con el FMI. Lo hicieron un día antes de que el board del organismo se reúna para tratar el nuevo préstamo stand by a la Argentina.
En última instancia, los camporistas –con el apoyo explícito de Cristina- le transmitieron una cruda advertencia al Presidente, al recordarle que no lo acompañarán en el camino por el que lo lleva el ministro de Economía, Martín Guzmán. Ahí se abre la grieta que amenaza con terminar provocando una ruptura definitiva en el oficialismo, pese a las desesperadas señales de distensión que envía Alberto Fernández. “El 24 de marzo es el día que más unidos estamos”, dijo hoy en el acto que encabezó en el Conicet.
Pero el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque, le respondió con la frialdad de los números, al recordar que el Presidente estuvo en 2017 en un espacio político –encabezado por Florencio Randazzo- que sacó solamente el 4% de los votos. De ahí a afirmar que Fernández es un socio minoritario del Frente de Todos, prácticamente no hay distancia. Con ironía y en privado, algunos camporistas se refieren al “albertismo” como “un randazzismo sin Randazzo”.
La pelea entre el kirchnerismo y los escuderos del Presidente –algunos ministros del gabinete, gobernadores, sindicalistas y referentes de organizaciones sociales- ya es abierta. “Uno elige, los estudios de televisión o la calle y la gente”, desafió esta tarde Máximo Kirchner en una “entrevista” que concedió a militantes de su propia organización. La referencia fue para los funcionarios del Gobierno que salieron a defender el acuerdo con el FMI en los medios de comunicación.
El expresidente del bloque de diputados oficialista aprovechó la jornada para reforzar su liderazgo: sin ir más lejos, este 24 de marzo asimiló a La Cámpora con el PJ bonaerense, dos estructuras políticas que tuvieron justificados recelos mutuos pero que, ahora, se paran bajo el paraguas de Máximo y Cristina Kirchner. La presencia de Martín Insaurralde y de Leonardo Nardini en la puerta de la exEsma, después de haber organizado la cumbre de los intendentes del Conurbano que exigió al Presidente que “garantice la mesa de los argentinos”, comprobó que ambos ministros bonaerenses son laderos del jefe campo-pejotista.
La figura de Máximo también eclipsó hoy al gobernador Axel Kicillof –que teme que el hijo de Cristina se instale en la sede del PJ bonaerense a pocas cuadras de la Gobernación en La Plata- y al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, que estuvo en la marcha camporista pero en un notorio segundo plano. La pirámide kirchnerista quedó absolutamente referenciada en Máximo y dejó la impresión, por las compañías, de que ese espacio político buscará atrincherarse en la provincia de Buenos Aires.
En ese territorio está la principal fuente de preocupación de Cristina y de su primogénito. El kirchnerismo teme una sangría de su base electoral a causa de la inflación y del ajuste que, según la vicepresidenta, sobrevendrá inevitablemente una vez que desembarquen en el país las misiones trimestrales del FMI. La pérdida de adherentes no sería, en ese análisis, a manos de Juntos por el Cambio, la principal coalición opositora, sino de las organizaciones de izquierda que ganan concurrencia en las urnas y en las marchas callejeras.
Las “orgas” trotskistas volvieron a demostrarlo este jueves en la Plaza de Mayo, con columnas que llegaron principalmente desde la zona sur del Conurbano. Justamente, el bastión que no quiere perder el kirchnerismo. Los dirigentes de la izquierda reprocharon que los seguidores de la vicepresidenta hayan utilizado el 24 de marzo como un terreno de juego para dirimir su interna con Alberto Fernández. Y cuestionaron el acuerdo con el FMI, al que también consideraron un “ataque a los derechos humanos”.
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