El kirchnerismo apuesta a que las protestas callejeras sirvan para presionar al FMI y a los formadores de precios
La tropa de Cristina y Máximo Kirchner cree que los reclamos serán útiles para una renegociación con el Fondo y para limitar la suba de precios; el riesgo del desborde y el respaldo a Batakis
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La calle será parte central de la discusión que viene. Eso entienden los movimientos sociales, la CGT y también el kirchnerismo. Lejos de mostrarse preocupados por el recalentamiento del conflicto callejero o salir a condenarlo, en las filas que se identifican con Cristina Kirchner interpretan que las protestas serán una herramienta útil para avanzar con dos objetivos propios: presionar a los formadores de precios y renegociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La gente movilizada “sirve para marcar límites”, describieron fuentes del kirchnerismo duro. La apuesta conlleva un riesgo: que el clima social negativo se descontrole y termine perjudicando a los que lo impulsan, entre ellos a la organización que lidera Máximo Kirchner, La Cámpora. Es por eso que, según advirtieron fuentes oficiales, es fundamental que las movilizaciones estén conducidas, aunque sea con organizaciones sociales que estén en contra del gobierno nacional, como el Polo Obrero.
Con un fuerte rechazo social a la política, como el que registran todas las encuestas, ya sean pagadas por el oficialismo o la oposición, el miedo latente es que el descontento se transforme en un escenario anárquico.
“Para encontrar una solución con el Fondo es necesario que haya movimientos en la calle”, se sinceró un hombre con diálogo con la vicepresidenta. El otro propósito que persigue la toma controlada de la calle será para “intimidar y coaccionar” a los actores económicos. El foco está puesto sobre los precios de los alimentos.
En ese escenario se explica la incorporación de Augusto Costa a la mesa de los controles de precios, que ayer definió un nuevo tope para los aumentos y cambios en el sistema de alarmas por los faltantes. Al ministro de la Producción bonaerense, hombre de confianza de la expresidenta, lo escucharon los presidentes y directores de Carrefour, Coto, Jumbo, Changomás, La Anónima, Día y Toledo, entre otros.
En La Cámpora y el Instituto Patria reconocieron que el estado de situación es delicado. Al no haber un programa económico definido y menos aún un acuerdo general en el Frente de Todos para llevarlo adelante –todo nace del mismo inconveniente: la ausencia de una coordinación vertical que ordene las iniciativas–, el descontento social movilizado puede actuar como una barrera ante determinados sectores. Eso es lo que dejaron trascender desde el kirchnerismo.
Mientras tanto, desde el Senado, territorio de la vicepresidenta, siguen con atención los movimientos financieros. Si bien el silencio de Cristina Kirchner y de los popes de La Cámpora sobre la flamante ministra de Economía, Silvina Batakis, es exaltado desde las bases como un respaldo a la titular del Palacio de Hacienda, la fragilidad con la que se mueve el nuevo equipo económico genera mucha preocupación. “Es una etapa de transición”, describieron este momento que atraviesa Batakis, a la que se refieren como “una compañera”.
La tolerancia con el plan ortodoxo que anunció Batakis se sostiene sobre la incapacidad para avanzar con otro modelo. El acuerdo con el Fondo actúa como un corsé. En palabras del kirchnerismo duro, llegó la etapa para “acomodar” las principales variables. Eso también incluye, inevitablemente, “acomodar” el entendimiento que firmó Guzmán con el organismo multilateral de crédito.
Aunque en parte tiene que ver con la debilidad con la que asumió en un contexto de grave crisis, siempre según la mirada de La Cámpora, el problema más grave que tiene que enfrentar Batakis se origina en “las políticas que aplicó” su antecesor, Martín Guzmán. La figura del exministro es aún muy recordada entre los fieles seguidores de la expresidenta. “Lamentablemente, se fue tarde Guzmán”, dijeron desde una trinchera kirchnerista.
En este contexto, en rechazo a las medidas anunciadas por la ministra de Economía y con la intención de presionar por un salario universal, Juan Grabois, uno de los dirigentes sociales más cercanos al kirchnerismo, participó de una asamblea con el Polo Obrero, la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y la Unidad Piquetera, para avanzar en un plan de lucha que podría cristalizarse con una gran movilización el miércoles de la semana próxima.
Además, se espera que la CGT anuncie mañana, o a más tardar la semana que viene, una marcha para la primera quincena de agosto.
Así, aunque con distintos objetivos, los actores del Frente de Todos se preparan para utilizar a la calle como escenario para librar sus batallas.
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