El juego solitario de Lousteau contra Milei reavivó la guerra interna en la UCR: reproches y pedidos de renuncia
El senador y jefe partidario volvió a quedar aislado y se desmarcó de los bloques radicales en la votación de la Ley Bases; sus detractores en el espacio sugieren que debería correrse
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Corría la tarde del martes y Martín Lousteau acababa de reunirse reservadamente con Victoria Villarruel para puntear los últimos cambios al articulado de la Ley Bases que propondría en el recinto. El senador, uno de las figuras antagónicas a Javier Milei en el mundo opositor, lamentó toparse con un grupo de periodistas en los pasillos, pero caminó sin prisa hasta su búnker en el Palacio. Apenas abrió la puerta de su oficina, sus colaboradores comentaban los zócalos de los canales de noticias con mayor audiencia. Por esas horas las emisoras ponían en duda la presencia de Lousteau en el arranque de la sesión y criticaban su coqueteo con el kirchnerismo. “Eso es una novela”, bromeó el jefe de la UCR, quien jura que nunca puso en duda su decisión de dar quorum, pese a que votaría en contra.
La escena es el corolario de una de las semanas más complicadas que enfrentó Lousteau desde que asumió al frente de la UCR. Sin embargo, quienes lo tratan a menudo cuentan que en privado no mostró síntomas de nerviosismo. Es más: aseguran que respiró aliviado cuando concluyó el dictamen propio con el que sostendría su rechazo a la Ley Bases, una maniobra planificada que lo volvió a dejar aislado del resto de la bancada del radicalismo en la Cámara alta, el bloque de Diputados y, sobre todo, de los cinco gobernadores que se enrolan en el centenario partido: Alfredo Cornejo (Mendoza), Gustavo Valdés (Corrientes), Leandro Zdero (Chaco), Carlos Sadir (Jujuy) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe), su gran aliado en el mapa nacional de la UCR.
La estrategia personalista que diseñó Lousteau para contraponerse al modelo de Milei y ganar en la comparación con sus socios del radicalismo volvió a hacer crujir los cimientos de la fuerza. Como ya había ocurrido en la discusión en el Senado del DNU de desregulación de la economía y del Estado que firmó Milei apenas llegó a la Casa Rosada, Lousteau no logró hacer equilibrio ni compatibilizar su rol de legislador opositor en el Congreso con el papel de presidente del Comité Nacional. Así, el exembajador en EE.UU. volvió a priorizar la construcción de un estilo y proyecto personal a la tarea de amalgamar a las distintas ramas internas de la UCR. Dado el malestar que provocó su actitud en instancias cruciales para Milei, parece difícil que pueda liderar o reunificar al espacio con vistas a 2025 sin desplegar una táctica para coordinar posturas y tender puentes con sus adversarios internos.
Pese a que volvió a jugar como un singlista, Lousteau hizo un gesto simbólico hacia los gobernadores radicales y, ante todo, su socio Pullaro, que salvó a Milei de una debacle en el Congreso: dio quorum, lo que impidió que el kirchnerismo lograra voltear la sesión y pusiera contra las cuerdas al Gobierno, y acompañó el paquete fiscal en la votación en general. Ese era uno de los pedidos que le habían hecho los mandatarios en la última reunión que mantuvieron en los días previos a la sesión. “Estábamos a favor de corregir, pero él tira a matar, es un jugador pesado”, dice uno de los popes de la UCR. Es que Lousteau fulminó el diseño del blanqueo, la redacción de bienes personales o el articulado de la restitución ganancias, el corazón del set fiscal. El traspié que más le dolió a Milei en su paso por el Senado -Guillermo Francos se comprometió a arreglar el tema en Diputados, la Cámara de origen- encierra una paradoja: el oficialismo rifó el paquete fiscal en el lugar que se supone que dominan los gobernadores. Ellos son los más necesitados por un alivio en sus cuentas, pero no lograron imponerse en la Cámara alta. A último momento, Francos, a sabiendas de la debilidad de Milei, llegó a pedirles a los diez mandatarios de JxC que presencien la sesión para evitar una caída. Ellos se negaron por cuestiones de agenda y logística, pero acordaron emitir un comunicado, que redactó Rogelio Frigerio y motorizó Cornejo. Pullaro avisó que no le parecía conveniente y que no quería firmarlo cuando el texto ya había sido difundido.
El titular de la UCR volvió a enardecer a sus compañeros de bancada en medio del discurso que brindó en el recinto. Fue cuando los presionó ante la opinión pública a través de su propuesta de incluir en la ley un capítulo sobre el financiamiento de las universidades públicas. Finalmente, el oficialismo no habilitó votar esa iniciativa y frustró la maniobra.
Lousteau sugiere en sus argumentaciones que el radicalismo está dividido entre aquellos que defienden sus intereses en las provincias -los gobernadores- y los que sostienen las banderas socialdemócratas de la militancia radical, pero no quieren obstaculizar ni poner en riesgo la gobernabilidad, como los sectores más duros de la oposición. Sus rivales internos, Cornejo o Valdés, le reprochan privilegiar su posicionamiento político personal a comulgar con el reclamo de los seguidores de la UCR en distritos como Córdoba, Mendoza, Santa Fe o el interior de la provincia de Buenos Aires, donde el voto anti-kirchnerista es más intenso, para darle gobernabilidad a Milei y blindar al país de la amenaza de una vuelta al modelo del kirchnerismo.
Fuerte malestar
Si bien en los grupos alineados con Cornejo y Valdés reclaman que Lousteau dé un paso al costado, los gobernadores no moverán sus fichas y convivirán con el senador en el statu quo actual, pero esperan que el senador “reflexione” en los próximos días y revea su hoja de ruta. Nunca le perdonaron que no tenga ADN radical. Es decir, que no haya seguido la carrera de un dirigente tradicional para ascender en la estructura. “Martín, yo soy nacido y criado en el radicalismo. Puede ser mejor vocero que vos”, le enrostró Valdés al calor de la discusión que despertó en diciembre la pulseada por la sucesión de Gerardo Morales.
Fuera de micrófono, los gobernadores del ala “halcón” de la UCR no ocultan su enojo con Lousteau. Creen que actúa impulsado por el “microclima” de la Capital, donde un sector del electorado se siente atraído por un discurso progresista y Milei no logró sus mejores performances electorales, o que teje con sigilo un presunto acercamiento al PJ porteño para confluir en los comicios de medio término del año próximo. “Está loco”; “se equivoca”; “tiene que reflexionar porque lo que hace no es neutro y nos preocupa que dañe la marca de la UCR”; “¿nos va a contener o va hacer lo que quiere guiado por su estrategia personal?”. Las frases pertenecen a referentes de distintos sectores del radicalismo que promueven o esperan un corrimiento voluntario de Lousteau como jefe del partido.
No obstante, el senador no piensa revisar su posición ni dar un paso al costado. Por un lado, controla las manijas del partido gracias a su sociedad con Morales. Y, por otro, se jacta de haber interpretado el reclamo militante y de los principales órganos partidarios, además de defender a los jubilados y la clase media. A su vez, cree que los gobernadores actúan estimulados por inquietudes locales: están asfixiados por la caída de recaudación que genera la recesión y el ajuste fiscal de Milei, y requieren preservar un buen vínculo con la Casa Rosada para sellar acuerdos ligados a obras o las cajas y evitar que el Presidente les plante un candidato en sus territorios. De hecho, Cornejo ató el pacto por los fondos de la megarepresa de Portezuelo del Viento.
El alquimista de la UCR
Lousteau se mueve como un alquimista ante la reconfiguración del tablero del poder. Especula con que el apoyo popular que ostenta Milei es volátil. Sus allegados niegan que proyecte un acuerdo con el kirchnerismo -Santoro se mueve para seducir a los referentes del radicalismo porteño con una alianza anti Milei y Macri- y ponen en stand by la estrategia de 2025. Incluso preserva su pacto de gobernabilidad con Jorge Macri.
Quienes frecuentan a Lousteau apuestan a confluir con referentes de la avenida del centro -en un experimento similar al de Unen-, como Juan Schiaretti y Martín Llaryora. Como ocurre con Pullaro, Lousteau tiene afinidad ideológica con Schiaretti y Llaryora, pero también un consultor en común: Guillermo Seita, un empresario que le provoca urticarias a Mauricio Macri. A su vez, apuesta a cerrar filas con Facundo Manes, quien prefiere cultivar un segundo plano, pese a sus profundas diferencias con Milei, y toma distancia de Lousteau. El pelotón del neurocientífico ya marcó diferencias: repudió la candidatura de Ariel Lijo a la Corte. Lousteau, en cambio, volvió a patear una definición sobre ese tema sensible. Le pesa su alianza con Daniel Angelici y Martín Ocampo en la ciudad, promotores de Lijo. Mientras los experimentados radicales le piden que levante el perfil, Manes ya conversa con Emilio Monzó, Florencio Randazzo o Juan Schiaretti para converger en Buenos Aires en 2025. E imagina un nombre para un espacio variopinto de oposición al gobierno libertario: “movimiento”.
Desde que Milei se consagró en las urnas con el respaldo de Pro, la base electoral de la UCR se encuentra en ebullición. Y los dirigentes caminan desorientados, sin brújula ni hoja de ruta, a la espera de que evolucione el prototipo de Milei, y sobre todo, que se clarifique si el programa económico será exitoso o no y cuánto más tiempo de tolerancia ciudadana habrá a los efectos del ajuste fiscal y la recesión. Son aspectos cruciales para la orientación del voto y, por lo tanto, el sentido de las alianzas electorales de 2025. Un dato sintomático de la escenografía del radicalismo: Rodrigo de Loredo, jefe de la bancada en Diputados, quien renueva su banca el año próximo, se alejó de Lousteau, su expadrino político, pero deberá estrechar lazos en Córdoba, bastión electoral de Milei, con Marcos Ferrer, intendente de Río Tercero y referente de Evolución, para preservar el control de la UCR local.
“El radicalismo está sin GPS. Hay dos barras y no tenemos una organización ni una mesa política”, admite uno de los caciques de la UCR con mayor trayectoria.
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