El intendente que divide Santa Rosa con sus métodos insólitos
La ciudad está en estado de ebullición
SANTA ROSA.– Juan Carlos Tierno apenas sonríe. Camina con los hombros tiesos y las cejas fruncidas en medio de otro operativo vial. Es el intendente, pero algunos lo llaman sheriff; otros, dictador. “¡Estoy trabajando, no como vos, payaso! ¡El país es libre, no tuyo!”, le grita un motociclista, cara a cara, en plena calle. Lo insulta sin parar: considera injusta una multa que acaban de ponerle. En la esquina, tres señoras sólo observan, sonrientes. “El Loco” Tierno las fascina. “¡Era necesario un hombre así! ¡Sin él, esta ciudad era un viva la Pepa!”
El intendente de Santa Rosa logró en un mes lo que muchos políticos desearon años: que la ciudad entera hablara de él. Hombre rígido, obsesionado con el orden y la seguridad, su estilo de gestión despierta en la capital pampeana la mayor controversia política de su historia. Nunca un intendente había salido a la calle a poner multas, clausurar negocios y hasta perseguir a infractores con su camioneta.
En 40 días de mandato, acumula media docena de manifestaciones en su contra y también algunas para apoyarlo. “En La Pampa mi apellido se va a respetar”, pronosticó Tierno a LA NACION, en una defensa férrea de su estilo duro e insólito.
El día que asumió dijo que iba a instalarles microchips a los perros, prohibir que los menores de de 12 años anduvieran en bicicleta en las veredas e impulsar un censo municipal para obtener información de los vecinos. La oposición lo llama "censo espionaje", porque "viola la intimidad y no se sabe con qué fines". Creó de facto una policía comunal de 100 efectivos, elaboró un presupuesto con aumento del 50 por ciento en las tasas y de 1000 por ciento en las multas, prohibió la venta de alcohol después de las 22 y está evaluando reimpulsar una ordenanza para que no haya más de dos perros por casa. Redobló operativos de tránsito e inspecciones en la "nocturnidad" para "prevenir adicciones".
Pero lo que causa más controversia es su estilo: Tierno sale a la calle todos los días y aplica la ley él mismo. Ordena el tránsito, entra en los bares y pide documentos, controla que no haya menores en los boliches, recorre comercios para que no vendan alcohol.
Algo parecido había implementado en su época de ministro pampeano de Gobierno, Justicia y Seguridad, en el gobierno de Carlos Verna, entre 2003 y 2006. Solía clausurar boliches si encontraba menores y cerrar comercios que vendían alcohol. No consultaba ni a intendentes ni a funcionarios. En algún momento, incluso, propuso perseguir penalmente a los padres de menores que cometían delitos. Se fue en mayo de 2006, siete meses antes de lanzar su candidatura a intendente, en medio de una avalancha de denuncias de apremios en comisarías pampeanas. Se lo acusaba de "avalar" a la policía.
Parte de sus obsesiones como ministro lo siguen desvelando hoy. "Siente que es un empleado jerarquizado elegido por el voto, que tiene que salir a la calle", dice su esposa, Sandra Fonseca, hoy diputada provincial. Sus detractores son más crueles: "Quiere ser intendente, comisario, inspector. Quiere controlar y dominar todo. Está loco. Se cree Dios", se queja Carlos Clasman, un empresario devenido activista anti-Tierno.
Pocos días después de asumir, el intendente se topó con un camión de caudales de Prosegur en doble fila frente al local de una tarjeta de crédito. Le golpeó la ventanilla al chofer, que no quiso abrir. Enojado, Tierno clausuró el local de la tarjeta. Después fue a Prosegur y también lo clausuró. "Desacato a la autoridad", decía la faja. Ese día los cajeros automáticos de Santa Rosa se quedaron sin dinero.
El intendente también montó en cólera cuando el gremio mercantil hizo una protesta frente a la Cámara de Comercio. Intentó desalojarlos. Hubo gritos e insultos. Al final, labró dos actas. Una contra el gremio por cortar la calle y la otra contra la Cámara, por no recibir al sindicato. Hace 10 días, el intendente le cruzó su camioneta a un joven que iba en un cuatriciclo. Se lo secuestró y le hizo una multa por exceso de velocidad.
"Estamos de acuerdo con el espíritu de algunas medidas. Pero no con la metodología. Esto es avasallante. Se arroga el poder", protestó el comerciante Luis Alberto Cortés.
La polémica moviliza a toda la sociedad de Santa Rosa. Y la divide. Para Tierno y sus seguidores, que ayer organizaron una marcha en su apoyo, las protestas son "operaciones políticas" que generan "violencia" para "desestabilizar" al gobierno. Acusan a los manifestantes de "subversivos" y "sediciosos".
"Mienten"
"Hay intereses políticos", sostiene el intendente. Algo es cierto: las protestas en su contra suelen estar integradas por la oposición, peronistas que responden al ex gobernador Rubén Marín, socialistas, comunistas, gremialistas de ATE y CTA, artistas autoconvocados y periodistas locales. Con la prensa, justamente, Tierno tiene una particular predilección. La acusa de ser un "grupo operacional". Se la pasa hablando de ellos. Innumerables cartas documento circulan por los medios. "Pretenden la desestabilización, operan, mienten", sostiene Tierno.
El tembladeral institucional se agravó la semana pasada, cuando la oposición del Concejo Deliberante (la mitad del recinto) se negó a dar quórum para aprobar el presupuesto, el aumento de tarifas y el organigrama de la nueva policía, entre otros proyectos. Adujeron falta de información. "Es un gobierno atropellador. No hay una sola línea escrita que dé detalles sobre su política", dijo el concejal radical Gastón Massari Copes.
En esos días además circuló el rumor de que Tierno evaluaba usar las aulas del Centro Cultural Municipal para instalar la policía. El municipio lo desmintió, pero era tarde. Hubo movilizaciones a la casa del intendente y pintadas, se lo acusó de "fascista" y "autoritario". Quiso tomar el micrófono en un festival y la pasó mal: lo insultaron y lo escupieron.
Adrede o no, todos aprovecharon la situación. Tierno se victimizó. Los grupos opositores se entusiasmaron y conformaron una multisectorial. Anteayer movilizaron 1500 personas. "El orden de Tierno genera desorden", dijeron.
"No existe la libertad sin límites. Hay que reconstituir la autoridad", replica Tierno. "Tienen en mente un proyecto autoritario", dicen sus detractores.
No hay diálogo. No hay interlocutores. De un lado y del otro se acusan de "antidemocráticos". Los seguidores del intendente se quejan de que se entorpece el funcionamiento de las instituciones. Los más rebeldes protestan porque existe una sociedad controlada. "Sin diálogo esto podría traer consecuencias demasiado graves", sostiene un importante dirigente radical. Nadie sabe, a ciencia cierta, si es una preocupación o una amenaza.
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