El humo que Massa necesita y que nubla al kirchnerismo
En medio de una polarización se profundiza en la Argentina la desconexión entre los intereses de la política y las necesidades de las personas
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Hay dos preguntas clave que la Argentina del presente le plantea a la política. La primera, ¿qué va a hacer la política con la Argentina? La segunda, más realista, ¿qué puede hacer la política con la Argentina? La respuesta para cualquiera de los dos interrogantes implica el mismo obstáculo, la dificultad para contestar una tercera cuestión: qué es un argentino hoy, es decir, qué piensan, desean, anhelan, sueñan y temen los votantes.
Todo indica que el kirchnerismo, que sigue esforzándose por presentarse como intérprete único de angustias y aspiraciones del pueblo, se aleja cada vez más de esa pretensión. Quedó claro el sábado pasado a la noche, pocas horas después de la misa en Luján y del acto partidario en Parque Lezama que convocó el Frente de Todos con eje en el atentado que sufrió Cristina Kirchner el 1 de septiembre.
El mismo sábado que el kirchnerismo porteño puso en marcha su aparato para movilizar gente bajo el lema “Cristina cuida al pueblo. El pueblo cuida a Cristina”, un representante arquetípico de lo más popular del pueblo, Callejero Fino, el rapero del momento que va camino a convertirse en el L Gante del futuro cercano, contestó en TV, cuando le preguntaron su opinión sobre el atentado: “¿Qué pasó? ¿De verdad? No miro televisión. Me estoy enterando ahora”.
En el octavo día de un despliegue táctico del kirchnerismo que no dejó pasar un día sin achacarle a la oposición las responsabilidades sociológicas del atentado, transmitió el desconocimiento del hecho. Uno de los jóvenes con mayor red de contactos del país dado su nivel de popularidad había pasado de largo de ese espiral comunicacional diseñado desde el centro de la política. Impresionante.
De L Gante y el error de Cristina Kirchner en 2021, que le atribuyó equivocadamente a Conectar Igualdad parte del logro del joven cantante y compositor, a 2022 y Callejero Fino, una sucesión de síntomas del desconcierto del kirchnerismo ante el perfil de sociedad de la Argentina de hoy. Símbolos de una calle que el kirchnerismo no escucha ni interpreta. Las ensoñaciones insistentes del kirchnerismo ven logros políticos donde en realidad hay deudas sociales. El pueblo que se inventa a su medida queda cada vez más desconectado del pueblo real.
El relato de la computadora
Ni L Gante triunfó gracias a una política educativa kirchnerista -abandonó el secundario, no recibió ahí la computadora, compró una en el mercado blue y la cambió por un celular, con el que hizo música- ni la estrategia política lanzada como un tsunami sincronizado por el Gobierno y acompañada en pleno por el peronismo después del atentado hicieron mella en la esfera de realidad que habita Callejero Fino. Tan poco efectiva fue que ni siquiera se enteró de uno de los hechos más dramáticos de la historia de la democracia recuperada. El polémico feriado post atentado decidido por el Gobierno, para que la ciudadanía reflexionara sobre la importancia del hecho, no llegó con sus efectos reflexivos hasta el Barrio Monterrey, en Presidente Derqui, partido de Pilar, donde vive Callejero Fino.
El alineamiento detrás de la estrategia de responsabilizar al discurso del odio y a la oposición, la Justicia y los medios como instigadores no rozaron la sensibilidad de la enorme burbuja en la que vive un sector importante de la Argentina. El mismo Callejero Fino que se tutea con millones de fans de su música y videos, como el de su hitazo “Tu turrito”, que acumula 85 millones de views en Youtube, cayó por fuera de la mira del kirchnerismo: en sus redes de contactos, evidentemente, el atentado no fue un tema. ¿A quién le habla el kirchnerismo hoy? “Ah, estás en la Luna, en la estratósfera”, le señaló Andy Kusnetzoff al rapero, sorprendido por tomarlo de sorpresa. Pero hay otra lectura posible: que el desconocimiento del trapero muestra lo contrario, que es la política kirchnerista la que acampa en la estratósfera, bien lejos de la sociedad.
La importancia que el kirchnerismo le da a los medios de comunicación también quedó cuestionada, sin proponérselo, por el joven cantante. Apenas con dos frases, el rapero popular dejó expuesta la distancia que separa a su mundo de experiencias y sus canales informativos del peso que el kirchnerismo le atribuye a los medios y a su capacidad de manipulación. “No me enteré. No miro televisión”, dijo.
La Argentina tiene una versión propia de un fenómeno global. La desconexión entre la política y la vida de las personas es un problema de las democracias. La crisis del poder de representación de la democracia hila episodios similares de país en país: el triunfo de Trump que buena parte de la clase dirigente estadounidense prefirió no ver; el apoyo al Brexit que desconcertó a los británicos; el resultado del plebiscito chileno, que mostró a una sociedad mucho más moderada que lo que las movilizaciones sociales de 2019 hacía prever. La política teje sus interpretaciones sesgadas sobre la superficie mientras la vida de la sociedad se desarrolla por debajo, diversa y cada vez más difícil de sintetizar.
En la Argentina kirchnerista el efecto se potencia. Los motivos son varios. Primero, porque el kirchnerismo conduce la política con voluntad de intervención fuerte en el relato sobre lo real. El problema hoy es que lo real le es más esquivo. Mucha creencia y poca percepción. Segundo, porque la esfera política kirchnerista ha adquirido un grado de autonomía y desapego cada vez mayor. Por un lado, porque los intereses personales de su conductora política, Cristina Kirchner, se proponen como objetivos políticos centrales. Lo personal es político en el peor de los sentidos.
La vicepresidenta recién rompió abiertamente su silencio estratégico el lunes en que el fiscal de la Causa Vialidad, Diego Luciani, copó la esfera pública. Desde el jueves del atentado, silencio entendible: la conmoción personal por ser víctima de un atentado semejante tiene que ser mayúscula. Ayer, sin embargo, la vicepresidenta volvió a tuitear para cuestionar una nota crítica que establecía una relación entre la estrategia pos atentado y su juicio en la causa Vialidad: otra vez, la decisión de intervenir en el debate público movida por los problemas que la tocan más de cerca. La esfera política completamente ensimismada.
La falta de percepción sobre lo real es llamativa. Cristina Kirchner tuitea sobre el atentado y su juicio mientras la gente se desconecta del atentado y rechaza la corrupción. El 71,4% de los argentinos dice que “no estaría dispuesto a manifestarse en la calle para apoyar a Cristina y repudiar el hecho”. Para el 45,3%, después del atentado, la imagen que tiene de Cristina empeoró y para el 16,9% sigue “igual de mal”. Apenas el 11,2% dice que mejoró y sólo el 19,7% dice que se mantiene “igual de bien”. Así lo indica la encuesta de la consultora Trespuntozero, realizada dos días después del atentado. El kirchnerismo jugó todas las fichas para construir una narrativa en torno al atentado y la gente la rechaza.
Saldo negativo
Por otro lado, la autonomización de la esfera de la política kirchnerista va de la mano con la necesidad de disimular una esfera económica que deja saldo negativo. Sobregirar el debate público es un modo de tapar la crisis económica.
En esa maniobra táctica, todo los extremos son válidos: machacar con la idea de que el odio es el otro opositor o, al contrario, convocar a misa para pasar a la fase conciliación, todo en tan solo 10 días. No dejes que la realidad te desvíe de tu objetivo.
Además de la economía real, crítica, está la esfera económica creada por la política autonomizada. La desconexión se acentúa con el particular modo de operar y comunicar del ministro de Economía, Sergio Massa. Falta de comunicación directa sobre el plan económico y el uso de la vidriera internacional para mostrar un Massa eficiente y vinculado. La esfera económica convertida en ficción a partir de la propagación del humo que necesita Massa para que se hable menos de economía y ajuste y más de política.
Este mismo sábado en que Callejero Fino supo del atentado, Massa tuiteaba para mostrarse junto a cinco jóvenes argentinos en Washington, relajados en los sillones de un bar. Sobre la mesa, mate y termo como gesto de desembarco nacional y popular en la cuna del Imperio. De Washington al barrio Monterrey donde Callejero Fino terminó de cumplir su condena por robo que lo tuvo cinco meses preso y seis años con prisión domiciliaria y tobillera electrónica y donde ahora, ya libre, se prepara para su primer Luna Park: años luz entre Washington y Derqui.
Una esfera política que flota en la estratósfera. Un Metaverso económico en el que Massa juega a canciller de un país próspero. Entre la dispersión del poder político y la dispersión de precios, la incertidumbre: no podemos conocer el valor de las cosas ni tampoco desde dónde emana el poder.
Ni por abajo pero tampoco por arriba de la pirámide social, el kirchnerismo logra proponer un horizonte con potencia narrativa que alinee a la sociedad de cara al futuro. Sus problemas de representación ya no sólo se dan en la “clase mierda” que denostan los kirchneristas duros. Como impulsado por una fuerza centrífuga que lo aleja de su centro, el pueblo, el kirchnerismo está eyectado a una trayectoria comandada por las preocupaciones de sus dirigentes. Escapándose hacia el lado opuesto están las preocupaciones de la gente.
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