El hombre que promete obras
Que apareciera José López siempre era una buena señal. El secretario de Obras Públicas solía entrar a las reuniones de Néstor Kirchner cada vez que el ex presidente se encontraba con intendentes y gobernadores para hablar de números.
Saludaba con carpetas bajo el brazo y se sentaba siempre con un paciente interés por desgranar cuentas. Y prometer obras y más obras, en todo el país.
Kirchner lo usaba para dar señales políticas. Lo llevó a casi todos los actos de su última campaña bonaerense, junto al jefe de la SIDE, Héctor Icazuriaga. Incluso -sólo un par de meses antes de morir- le había encargado un trabajo especial: monitorear una encuesta de 100 páginas en el conurbano para reorientar toda la obra pública en 2011.
Así, el ex presidente quería acotar, con información de primera mano, los pedidos personales de los barones del Gran Buenos Aires, en los que ya no confiaba.
Tras el fallecimiento de su principal protector, en octubre de 2010, López ahora mantiene el mismo poder que supo construir entonces con especial reserva.
Sigue a cargo de un papel decisivo dentro del Gobierno: administrar el millonario presupuesto en obras públicas, el ítem fundamental en el imaginario de gestión del kirchnerismo.
Línea directa
Con algún dejo del acento de su Tucumán natal, suele mantener línea directa con el conurbano y los gobernadores de las principales provincias.
Llama para pedir o dar informes sobre avances de obras, agilizar buenas noticias y hasta para informar sobre mensajes oficiales.
Es el hombre más influyente en el Ministerio de Planificación después de su jefe directo, Julio De Vido. "Ya te van a llamar", suele tranquilizar De Vido cada vez que algún caudillo tiene un problema con alguna partida o se demora un pago especial. El que llama, al final, siempre es López.
Sigiloso en sus movimientos, no es muy afecto a las declaraciones periodísticas. La última vez que tuvo un papel estelar en público fue en aquel anuncio millonario de obras públicas en los quinchos de Olivos, hacia fines de 2008, destinado a solventar el año electoral, y que él mismo describió sobre el atril oficial, frente a la Presidenta y ante las cámaras de televisión. Anunció entonces que tendría a su cargo un megaplán que todavía hoy controla: más de 111.000 millones de pesos.
Salvo en contados anuncios, López prefiere las reuniones reservadas y las llamadas personales. Las hace todo el tiempo. Así construyó su carrera en la función pública.
Su última foto en los medios fue justamente en una reunión, la semana pasada: el encuentro de la cúpula de la CGT, junto a su líder, Hugo Moyano.
López y su jefe, De Vido, tienen hoy al camionero como un aliado fundamental. Los otros son los intendentes del conurbano y el PJ tradicional.
Cuando hablan de López, ellos lo describen como "un soldado de la causa" y elogian sus simpáticas charlas políticas. Hasta tienen la recurrente costumbre de bromear sobre las "oportunidades" que le dio el kirchnerismo y su cabellera entrecana: se ríen porque ahora es mucho más tupida que cuando empezó a ser funcionario.
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