El hijo de inmigrantes que llegó a la Jefatura de Gabinete
Dedicó su vida al estudio para cumplir el sueño de sus padres; hoy es un técnico que incursiona en la política
Siete campesinos de la República de Montenegro decidieron emprender la aventura de América y acabaron en un rincón de la provincia del Chaco, cerca de Roque Sáenz Peña, donde crearon de la nada su colonia. La llamaron La Montenegrina.
Entre los fundadores, en esa dura década del 30, cuando la Argentina sufría una crisis como ahora, la familia se extendió en la Argentina junto a los campos de algodón. Daniel Capitanich (hoy 71), hijo de los fundadores, se casó con Mirca Popovich (59), con quien tuvo tres hijos.
Nacido el 28 de noviembre de 1964, el del medio, Jorge Milton, a quien decían Coqui, mostraba la afición por los libros que lo marcaría para siempre y una ambición de ir más allá de la tierra que los rodeaba.
Treinta años más tarde, Jorge Milton Capitanich es jefe de Gabinete del gobierno que ha venido a recoger los pedazos de esa Argentina que ya no existe.
Aún ignorante de su destino, Coqui entró en la Universidad del Nordeste en 1982 para recibirse de contador. Allí descubrió el peronismo, que nada tenía que ver con la tradición familiar. Cuando se recibió, en 1988, después de haber sido militante y dirigente estudiantil, era lógico que acabara en el gobierno peronista que asumía ese año el control de la provincia, con Danilo Baroni al frente. Fue secretario privado, subsecretario general y secretario de Comunicación, antes de casarse y partir a Buenos Aires.
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Una vez más, el joven Capitanich parece haber escuchado el mandato paterno, porque no se lanzó a la carrera política, sino que se concentró en su profesión. Fue, en 1990, asesor del gabinete de Hacienda del Ministerio de Economía que entonces dirigía Domingo Cavallo, especializado en la relación con las provincias y en particular en los programas de reestructuración que financiaban el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Al mismo tiempo, acumulaba maestrías, cursos y libros.
Como asesor del Ministerio del Interior, partió en 1994 a Formosa a ocuparse de la privatización del banco provincial, que, según denuncias de la oposición, había sido "vaciado" por el anterior directorio, que integraba el luego senador Ricardo Branda, actualmente director del Banco Central. "Capitanich fue el artífice de la deuda pública de esta zona", lo acusa ahora ante LA NACION Pedro Velázquez Ibarra, apoderado del Frente Grande de Formosa. "Es un muchacho bastante audaz, por definirlo de algún modo", ironizó.
Según la denuncia del Frente Grande, los miembros del directorio "otorgaron préstamos millonarios a deudores incobrables en función de los "servicios prestados" al régimen entonces gobernante (del gobernador Vicente Joga), conduciendo al banco oficial a una situación de quebranto y liquidación".
Capitanich se defendió ante LA NACION con una reivindicación de su rol de siempre: el de técnico. "El Banco tenía problemas. Lo único que hicimos fue ordenar la unidad de negocios para la privatización. Que antes se hayan otorgado créditos no es problema mío. Nunca di un crédito. Era sólo un asesor externo", afirmó.
Lo cierto es que la privatización fue decidida en febrero de 1995 y en mayo Capitanich estaba de nuevo en funciones, esta vez como subsecretario administrativo de la Secretaría de Desarrollo Social que dirigía Eduardo Amadeo, hoy vocero del Gobierno. En 1996 creó la consultora M-Unit, desde la que, con su socio Raúl Fernández, asesoró a las provincias.
Era para entonces un técnico alabado por los bancos, pero también requerido por los gobernadores peronistas. ¿Cómo conciliaba ambas cosas? "Yo tengo un pensamiento económico y social que está en directa relación con políticas sanas -explicó-. No avalo la irresponsabilidad en el gasto." ¿Pero comparte las políticas provinciales? "Cuando uno es asesor, sugiere... (ríe). De ahí a tomar la decisión..."
Acaso eso es lo que lo haya tentado a probar suerte en política. Una vez en el asunto, descubrió que "la política no es tan fácil como uno cree desde afuera". Ganó la candidatura, pero perdió frente a Rozas sin atenuantes.
Había encontrado un equilibrio, sin embargo. Mientras asesoraba a los gobernadores que desde el Consejo Federal de Inversiones (CFI) peleaban con el presidente Fernando de la Rúa los restos de la coparticipación de impuestos, se preparaba para una nueva interna, que ganó, y una nueva campaña: la de senador nacional, en octubre de 2001, que perdió, pero le concedió una banca por la minoría.
Cuando Puerta debió asumir por dos días la presidencia, ante la renuncia de De la Rúa, el 20 de diciembre último, fue su ministro de Infraestructura y Producción. Algunos testigos malvados de ese paso fugaz lo recuerdan paseando en la noche por la Casa Rosada con sus hijas de la mano, en una suerte de tour histórico. También dicen que llevó las fotos de su familia a su despacho, aunque sabía que debía dejarlo 24 horas después.
En la madrugada del 30, Puerta le confirmó por teléfono que Duhalde sería el próximo presidente. Capitanich tenía su propia relación con el hoy presidente. En 1999, cuando era candidato a gobernador y éste a presidente, no se conocían. Un amigo común los presentó y hablaron durante tres horas en la famosa quinta de San Vicente. Desde entonces habían mantenido el contacto.
Si Duhalde iba a ser presidente, otra vez debía aplicarse. Se despidió de su familia el mismo 30 de diciembre, pasó el fin de año sin ellos y no se despegó de Duhalde hasta hoy.
Su madre, Mirca, comprará hoy LA NACION para leer la historia del triunfo de su hijo. Otros lo harán para saber si el gobierno que integra ha encontrado la fórmula que les devuelva el país que perdieron, el sueño realizado de Mirca que hoy parece una utopía.
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