El grito desesperado de los que marcharon: “En los barrios la situación está muy difícil”
En medio de la crisis económica, así lo advirtieron quienes formaron las columnas que llegaron en procesión a Plaza de Mayo; “el coronavirus hizo que ya no pueda trabajar como antes”, se lamentaron
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Los 11 kilómetros que separan a la Iglesia de San Cayetano, en Liniers, de la céntrica Plaza de Mayo fueron el escenario elegido por los movimientos sociales oficialistas para hacer su mayor demostración de fuerza de los últimos tiempos. La marcha-procesión de este sábado se convirtió en la convocatoria más masiva que haya tenido lugar en la Ciudad de Buenos Aires desde el comienzo de la pandemia. Un síntoma más, tanto de la urgencia que impone un contexto de crisis social inédito, como de las tensiones presentes al interior del propio Gobierno.
Con una concurrencia estimada por las propias organizaciones en unas 300 mil personas, el clima de la movilización no fue muy distinto al que se podía palpar en las marchas anteriores a la llegada de la pandemia. Más allá del uso correcto de los tapabocas, hubo imágenes que remitían a épocas de normalidad, como la poca distancia que podía observarse entre los manifestantes o la cantidad de puestos de venta de comida apostados a lo largo de la Av. de Mayo.
Al grito de “¡Sindicato, tenemos sindicato!”, las columnas de las distintas organizaciones esperaban sobre 9 de Julio para confluir, alrededor de las 14, con la “caravana” principal, que venía avanzando por la avenida Rivadavia desde el sur. En su mayoría, portaban banderas partidarias y figuras religiosas, y celebraban con cánticos la reciente aprobación del estatuto de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) por parte del Ministerio de Trabajo, un paso más en la tan anhelada sindicalización de los trabajadores informales.
Sin embargo, ese clima festivo no opacó el pliego de demandas llevado a la calle por los propios manifestantes. “Nosotros necesitamos que nos den respuestas porque en los barrios la situación está muy difícil”, comentó Natalia, una vendedora ambulante de Quilmes, quien llegó al centro porteño junto a sus compañeros de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Era la primera vez que participaba de una movilización este año. “El coronavirus hizo que ya no pueda trabajar como antes, ahora los vendedores estamos casi ilegalizados”, se quejó.
Por su parte, David, un recolector de residuos que integra el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), se refirió a lo difícil que en el último tiempo le resulta llegar a fin de mes. “La plata que hago no me alcanza”, comentó. Y remarcó algo que estuvo muy presente en el discurso de los dirigentes que tomaron la palabra en el acto: “Nosotros no somos planeros, lo que queremos es trabajo de verdad, que nos reconozcan”. Es que, además del pedido de una “universalización del salario”, la posible integración de la UTEP a la CGT fue un tema recurrente a lo largo de toda la jornada.
Lo cierto es que el día de San Cayetano tiene una carga simbólica especial para la UTEP. La confluencia entre el Movimiento Evita, Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa tuvo su bautismo el 7 de agosto de 2016. Eran tiempos de “resistencia” al gobierno de Mauricio Macri, una épica que no evitaba que las negociaciones entre las organizaciones y la por entonces ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, fluyeran sin mayores sobresaltos. Ese ida y vuelta tuvo como corolario a la ley de emergencia social, aprobada a finales de ese año por el Congreso, un marco legal que les dio a los movimientos sociales una institucionalización mayor gracias a la creación, entre otras medidas, de un salario social complementario.
Cinco años después, en un país con más de 40% de pobres, las organizaciones entienden que su presencia territorial fue clave para la contención social durante la pandemia. Sin embargo, no ven que eso esté siendo suficientemente retribuido por el oficialismo, del que no dejan de formar parte. Lo dejó claro este sábado el secretario general de la UTEP, Esteban “Gringo” Castro, quien cerró su discurso pidiendo “un gobierno que se parezca cada vez más a su pueblo”: “Acá estamos para decirle a cualquier funcionario, acompañanos, compartí la vida un rato con los más humildes y vas a ver que además de que se te van a caer las lágrimas, vas a ser uno nuestro, vas a pelear por los derechos de los trabajadores y trabajadoras de la patria”.
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