El día que mató a Julio Cárdenas, George Patton empezó a escribir su leyenda, que fue mucho más que capturar y asesinar al comandante de la guardia personal de Pancho Villa: se convirtió en uno de los más grandes generales de la Segunda Guerra Mundial y alcanzó el sitial de héroe, pero en la cresta de la ola fue corrido de la escena política, cayó en la depresión y murió a causa de un extraño accidente en su auto.
George Smith Patton, tal su nombre completo, nació el 11 de noviembre de 1885, en San Gabriel, California, Estados Unidos. Pertenecía a una familia con una larga tradición de militares, por eso no extrañó que él mismo quisiera ser seguir ese camino.
Estudió un año en el Instituto Militar de Virginia, pero luego se trasladó a West Point, donde se graduó en 1909. Era inteligente y estudiaba con gran entusiasmo historia militar y literatura clásica, pero sufría un caso de dislexia no diagnosticado y por eso tardó cinco años en graduarse.
Como se dijo, empezó a cobrar notoriedad en 1916, al apresar y matar a Julio Cárdenas, comandante de la guardia personal de Pancho Villa. Cuando su país entró en la Primera Guerra Mundial, fue ascendido a capitán y se le asignó el mando de una unidad del recién creado Cuerpo de tanques estadounidense. Por su excelente tarea fue ascendido a teniente coronel, pero fue herido en 1918 y cuando se recuperó ya había terminado el conflicto.
Pablo Pozzi, titular de la cátedra de Historia de los Estados Unidos de la Universidad de Buenos Aires (UBA), remarca que Patton descendía de una familia de larga trayectoria militar (con todo lo que eso significa en cuanto a relaciones y capital simbólico). "Además, al igual que Douglas MacArthur y Dwight David Eisenhower, que eran un poco mayores que él, fue uno de los «chicos de Pershing», participó en la invasión a México en 1916 y luchó en la Primera Guerra Mundial", señala el especialista.
Pozzi insiste en que, al igual que MacArthur y Eisenhower, Patton estuvo al mando de las tropas que reprimieron de forma salvaje la Marcha de la Bonificación de 1932, realizada por los veteranos de la Primera Guerra Mundial. "Y si bien sus biógrafos insisten que él estuvo en desacuerdo y cumplió órdenes, eso no parece haber impedido su ascenso", destaca el experto.
En el período de entreguerras, Patton trabajó en la mejora de carros de combate. Pidió insistentemente fondos para formar un cuerpo de unidades blindadas, pero siempre se los negaron, hasta que, poco después de iniciados los ataques de la blitzkrieg alemana en Europa, logró convencer al Congreso.
El ingreso de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial encontró a Patton como general de división. Su destino fue el norte de África, donde, su actuación fue decisiva en la victoria aliada y la expulsión de los alemanes del continente. Después del desembarco en Normandía, Patton volvió a ser clave para hacer retroceder a las tropas nazis: usó prácticas de guerra relámpago contra sus propios inventores y liberó así gran parte de Francia.
Pero su mayor genialidad la plasmó cuando Alemania lanzó la última gran ofensiva de las Ardenas. El, sin consultar al alto mando aliado, realizó una maniobra magistral en lo táctico y logístico que sorprendió al enemigo y definió la batalla en su favor. "Su táctica era la clásica estadounidense desde William Sherman. Consiste, básicamente, en lograr superioridad numérica e imprimirle gran velocidad al ataque", explica el historiador Fabio Nigro, especialista en historia de los Estados Unidos.
En reconocimiento por sus logros fue ascendido a general y en abril de 1945 se dirigió a Baviera y Checoslovaquia. Un mes después, la guerra en Europa había concluido y Patton estaba del lado ganador. Intrépido, frontal y soberbio, se forjó el aura de general más popular del ejército norteamericano. Nunca callaba su opinión (aunque fuese políticamente incorrecta). Nadie lo detenía y marchaba siempre derecho al objetivo.
Pozzi aclara, sin embargo, que no hay que comparar a Patton con Napoleón, Rommel o Aníbal. "Fue un general dispuesto tomar grandes riesgos, pero siempre dispuso de una inmensa cantidad de recursos. Su reputación se basa en que era un comandante frontal, cuya táctica era avanzar a cualquier costo. Además, nunca tuvo los problemas permanentes de abastecimiento que tuvieron otros", relata el experto.
Lo cierto es que, a sus 60 años, el hombre al que le había costado graduarse en West Point, era ahora considerado uno de los más grandes genios militares de la Segunda Guerra Mundial y se había convertido en un héroe nacional. Estaba en su mejor momento; tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo estropea todo.
En un festejo de la victoria aliada, donde obviamente estaba la oficialidad rusa, Patton hizo un encendido discurso anticomunista. Su idea siempre fue que, derrotado Hitler, Estados Unidos debía continuar la guerra en Europa hasta destruir a la Unión Soviética, pero Roosevelt, Churchill y Stalin ya habían acordado todo en Yalta.
¿Resultado? Patton fue corrido del escenario político y, como siguió incomodando con sus declaraciones, fue relevado del mando del III Ejército y relegado a la función de escribir una historia de la guerra. Triste y planteándose abandonar el ejército, asumió su nuevo puesto, pero el 9 de diciembre de 1945, el Cadillac en el que viajaba fue embestido por un camión, él sufrió gravísimas lesiones y 12 días después, murió.
Muchos sospechan aún hoy que lo mandaron a matar. Antes de morir, dejó unas palabras premonitorias: "No lo olviden nunca. Algún día tendremos que luchar contra los soviéticos, nos tomará años y costará millones de vidas".
Pozzi concluye que los dos grandes problemas de Patton fueron su soberbia y su nula capacidad política. "En diversos momentos de su carrera demostró una increíble soberbia, similar a la de MacArthur, pero distinta a la de Eisenhower, que fue un gran político y un mediocre militar", dice.
Para Pozzi, quizás el punto más alto de esa soberbia lo expuso al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando propuso pública y abiertamente que esta debía continuar contra la Unión Soviética. "Su consejo fue que Estados Unidos debía armar varios cientos de miles de tropas SS capturadas y prisioneras en Austria, y lanzarlas contra los hasta ese momento aliados soviéticos", cuenta el especialista.
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