El Gobierno, vacilante y mudo
La crisis política que se desató en Córdoba desde la madrugada del lunes, a raíz de las denuncias de fraude realizadas por el candidato a gobernador del Frente Cívico y Social, Luis Juez, se está agravando y podría derivar en un problema institucional. Sobre todo si se produce lo que adelantó ayer Juez a LA NACION: “Si no existe un pronunciamiento claro del gobierno nacional a favor de que se abran las urnas y se cuenten de nuevo los votos, el Partido Nuevo, que yo presido y que integra nuestro frente, no se presentará en las elecciones de diputados nacionales del 28 de octubre”.
Al gobernador José Manuel de la Sota, en el otro extremo del conflicto, se le oye decir en reuniones reservadas: “Espero que el Presidente respalde la transparencia de los comicios en la provincia. Por lo menos que defienda la corrección de la actuación del Correo, que es una empresa estatal que depende de él. Lo mínimo que cabe esperar es que calme los ánimos y exprese su confianza en que la Justicia dirima estas diferencias. Es lo que sostuvo el arzobispo Carlos Ñáñez. De otro modo es muy difícil que podamos congeniar una misma oferta electoral con el gobierno de la Nación".
Por estas horas, es la única coincidencia entre De la Sota y Juez: la expectativa de que la Casa Rosada se involucre en la batalla que ellos están librando en la provincia. Como ante los grandes contratiempos, Néstor Kirchner volvió a perder la voz. Uno de los grandes distritos del país ofrece a la candidatura de su esposa una superficie de arenas movedizas. Para la estrategia nacional del kirchnerismo el triunfo cordobés de Juan Schiaretti está resultando más dañino que la derrota santafecina de Rafael Bielsa.
En cada trinchera se describe el complot del otro bando. Para Juez, De la Sota y Schiaretti se dieron un plan diabólico de fraude desde el jueves anterior a los comicios, cuando el asesor brasileño João Santana les hizo ver que la candidatura del radical Mario Negri se diluía en una polarización inevitable entre el gobierno de la provincia y el de la ciudad capital.
De la Sota y Schiaretti admiten que Juez hizo una elección mucho mejor que la esperada y que por momentos, en la madrugada del lunes, creyeron perder la elección. Ahora el gobernador está empeñado en que el conflicto se encierre en los despachos de la Justicia, cuya independencia él defiende con mil argumentos, y no gane la calle. Debe hacer olvidar el error de Schiaretti que, en las primeras horas del lunes, calculó su victoria con números tentativos y para asegurar que "la Justicia va a ratificar estos resultados". Para esa hora decía ganar por 40.000 votos. El doble de los que reclama ahora. Hay que prepararse para escuchar pronunciamientos en aval de los jueces, similares al del obispo Náñez, de otras eminencias de la sociedad civil cordobesa.
La respuesta de Juez es plebiscitaria. Sus apuestas son cada vez más audaces. Ayer prometió: "Si se recuenta voto por voto y gana Schiaretti, me voy a allanar. Pero si gano yo, propondré que se realice otra elección junto con las del 28 de octubre".
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La política cordobesa seguirá fracturada por mucho tiempo. Pero la grieta avanza también sobre la arquitectura nacional. "Es imposible congeniar una lista con Kirchner si él admite las acusaciones de fraude. Sobre todo si pretende que llevemos en ella a Ricardo Jaime. Si es así, que él haga la campaña con su amigo en contra de Juez", explicaba ayer De la Sota a sus interlocutores ocasionales. Pasado mañana vence el plazo para elaborar la nómina de diputados nacionales a la que, en teoría, irá atada la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos. Esa de la que De la Sota dijo, antes de este alboroto, "me gustaría que fuera más peronista".
El gobernador confiesa que hace meses que no habla con Kirchner. Tal vez sea el final de una relación que es mala desde que el santacruceño lo reemplazó como candidato de Eduardo Duhalde en 2003. Con Cristina hay recelos del tiempo en que De la Sota votó su expulsión de la bancada de senadores peronistas en la que ambos, valga el eufemismo, convivían. Schiaretti acusó ayer a Alberto Fernández, con acierto, por el padrinazgo de Juez. Estos dos peronistas también estuvieron enfrentados en reencarnaciones anteriores. Desde que secundaban a Domingo Cavallo. Administración Menem. Kirchner tampoco quiere a Schiaretti: "Si encuentro otro candidato para la gobernación voy a apoyar a ese otro", prometía el Presidente hace seis meses. Schiaretti reconoce sólo dos amigos en el gobierno nacional. Uno es su coterráneo Carlos Zannini, con quien tuvo el domingo un encontronazo telefónico del que será difícil volver atrás. A esa hora, en otra comunicación, Fernández felicitaba a Juez. Al candidato peronista le queda un solo abogado cerca de Kirchner, el operador todo terreno Juan Carlos Mazzón.
De la Sota y Schiaretti piden el respaldo del gobierno nacional mientras se proponen como víctimas ante el resto del peronismo. Casi igual que Hugo Moyano, otro amigo de Jaime. Debilitado por el escándalo, el gobernador no enterró todavía la ilusión de encabezar una refundación partidaria con la mirada en las elecciones de 2009. No hay que perder de vista en este afán su vínculo con Daniel Scioli, a quien asesora en varios campos: del impositivo al informático.
Visto desde este ángulo, el drama cordobés se ha convertido en un laboratorio en el que se procesa la principal contradicción del modelo político oficial. Los electorados urbanos canalizan sus expectativas de cambio a través de nuevos liderazgos y fuerzas políticas flamantes. Pero la burocracia del PJ sigue siendo el único actor capaz de ofrecer un anclaje a la administración en el Congreso, las provincias y los gremios.
La dicotomía se proyecta en el seno del gobierno como una interna despiadada que, por simplificación periodística, recibe los nombres de Fernández y Julio De Vido. Entre una y otra esfera se balancean, vacilantes y mudos, los Kirchner. De la Sota y Juez no hacen sino pedir, con una prepotencia hasta ahora desconocida, una definición entre aquellas dos identidades.
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