El Gobierno se ilusiona con recibir una “señal positiva” del Club de París
“La cosa viene razonable”, dicen en la Casa Rosada sobre el vencimiento de mañana
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“Eso lo está manejando (Martín) Guzmán. Pero vamos muy bien”. La reflexión, salida de boca de uno de los funcionarios que pasa más horas junto al presidente Alberto Fernández, evidencia el optimismo del Gobierno, que espera una inminente señal positiva del Club de París para prorrogar, al menos por los 60 días previstos, el vencimiento de US$2400 millones cuyo plazo expira el próximo lunes.
“No estamos en la víspera de un palazo, la cosa viene razonable”, coincidieron desde el Palacio de Hacienda, aunque nadie pudo precisar si habrá o no un pronunciamiento concreto de la entidad con sede en la capital francesa que nuclea a 22 países, con Alemania y Japón como acreedores principales del país.
“Puede haber un comunicado, o simplemente dejar pasar el lunes y que siga corriendo la prórroga de 60 días”, especulaban en otro despacho, dando a entender que no esperan un rechazo del club fundado en 1956 a la postura argentina de prorrogar el pago, arrastrado desde la negociación de Axel Kicillof como ministro de Economía, en 2014, y que el gobierno de Cambiemos tampoco cerró.
En el Ministerio de Economía confirman que no habrá un pago al Club de París mañana. Afirman que no consideran que sea una fecha límite, que confían en que en los 60 días de compás de espera habrá un acuerdo, y que no implicará un default. Hoy trabajan con un diálogo “constructivo” en el nuevo puente de tiempo que reclaman.
Las fuentes consultadas por LA NACION afirmaron que no habrá un artículo IV del FMI, lo que reclama el Club de París para hacer valer una “comfort letter” del Fondo y extender los pagos, y que confían en que habrá novedades antes de los dos meses que establece el período de gracia tras la decisión de no abonar los US$2400 millones. No hubo precisiones sobre la solución que están buscando para llegar a una solución definitiva que permita al país postergar los pagos sin caer en default ni disparar los punitorios que quedaron establecidos luego de la negociación de Kicillof.
Desde la diplomacia de los dos países principales acreedores (y otros con participación en la deuda argentina como Países Bajos y Gran Bretaña) mantuvieron un sugestivo silencio ante la requisitoria de LA NACION, combinado con cierta resignación, la idea de “no castigar” a la Argentina en un momento de pandemia mundial, con “múltiples negociaciones en marcha”, como la distribución de los derechos especiales de giro (DEG) del FMI, y sobre todo con la abultada deuda del país con ese organismo internacional, que alcanza los US$44.000 millones.
En la sede diplomática de uno de los países acreedores afirmaron a LA NACION que “la posición general de los miembros europeos del Club de París es que se le podría ofrecer a la Argentina más tiempo para el pago (sería un año más), pero a cambio de que acepte la revisión del artículo 4° del FMI”, es decir, el monitoreo de las cuentas públicas del país como paso previo para acordar con el Fondo Monetario. “No sería tan necesario auditar las cuentas en este momento”, relativizan en el Gobierno, y tampoco consideran “indispensable” un pago a cuenta en estos días, como los que la Argentina sí hizo a China (que no es miembro del club) en las últimas semanas. En su misiva de abril al titular del Club de París, Emmanuel Moulin, también ministro de Economía de Francia, el ministro Guzmán le expresó su vocación de “seguir realizando los mejores esfuerzos para firmar un acuerdo con el FMI a la mayor brevedad posible”.
Criticas y reparos
De todos modos, esos pagos a China (el más reciente, de unos US$400 millones) motivaron la queja pública de Japón, que a través de su embajador en el país dejó en claro su incomodidad. “Para los miembros del Club de París no resultaría justo si la Argentina propusiera la prórroga del pago de sus deudas, mientras que continuara pagando a otros acreedores fuera del club”, le dijo el embajador japonés Takahiro Nakamae a Eldiario.ar, la semana pasada. De todos modos, en la cancillería puntualizaron que la de Japón “fue la única voz disonante”, y aclararon que el mismo diplomático sostuvo que las decisiones de ese club “se toman por consenso”.
Entre la diplomacia y la crítica, desde Washington monitorean el mediano plazo. “Continuamos apoyando el compromiso de Argentina con el Fondo Monetario Internacional y el Club de París, alentamos al gobierno de Alberto Fernández a presentar un plan económico que le permita a la Argentina volver al crecimiento, desmantelar las restricciones temporales de acceso al mercado y maximizar la sostenibilidad de la deuda”, contestaron a LA NACION en BuenoS Aires fuentes de la embajada de Estados Unidos, acreedor minoritario en el Club de París y principal accionista en el FMI.
Para la Casa Rosada, la gira de Martín Guzmán, y la más reciente del Presidente (junto con el ministro) a Portugal, España, Francia e Italia “ayudaron a generar un clima” de aceptación de la posición argentina. También rescatan que la canciller Angela Merkel “le haya dado 40 minutos de su tiempo” al Presidente el miércoles, aunque las versiones sobre lo conversado en modo virtual resultaron algo disímiles: mientras desde Balcarce 50 informaron que Merkel se unió a los países que apoyan la posición argentina sobre su deuda, desde Berlín sólo reconocieron que ambos mandatarios “intercambiaron puntos de vista sobre cuestiones económicas y regionales y el acuerdo UE-Mercosur”, sin mencionar las negociaciones con los organismos internacionales de crédito.
“Estoy de acuerdo en ser firmes con el FMI, negociar con firmeza y pedirle que no se le pida a la Argentina más de lo que puede porque el país ya dio mucho”, dijo el Presidente en la noche del jueves en su charla con el youtuber Pedro Rosemblat, en la que también advirtió a los kirchneristas que piden la “suspensión de pagos al FMI y el Club de París mientras dure la pandemia” que las conversaciones seguirán. “Algunos compañeros piensan que porque uno habla con el Fondo se vuelve del Fondo”, los cuestionó, en una toma de posición que, una vez más, intentó hacer equilibrio entre las posturas ideologizadas del kirchnerismo de paladar negro y su necesidad de acordar con las principales potencias al menos una hoja de ruta que asegure tranquilidad en el frente externo, de cara a la campaña electoral que se avecina.